Capítulo 37: Peeta vs Gale

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- ¡Finnick! -exclamo levántandome de un salto a confirmar si ha despertado.

- Es Gale -señala Peeta apuntándolo.


La pomada y el analgésico alivian el dolor pero no la fiebre. Gotitas de sudor brillan a la luz sobre la frente de Gale, que delira o sueña, no lo sé bien, murmurando los nombres de Madge y los de su familia. Peeta vuelve del grifo con un apósito mojado para ponerlo sobre su frente; Gale tirita pero al contacto de la tela con su piel se queda quieto enseguida y su respiración se vuelve más tranquila. Otra vez estoy en la disyuntiva si debo dejarlo sudar la fiebre o desabrigarlo para bajar la temperatura. Bajo el cierre de su chaqueta y la abro un poco, nada muy drástico. Peeta interrumpe mis cavilaciones argumentando que deberíamos despertar a Finnick.


- No sé si sea lo correcto, Peeta -señalo, dudando.

- Cressida dijo que si no recibía atención rápido y no despierta pronto, puede entrar en coma -declara seriamente, mirándome para que le tome el peso al asunto.

- Lo sé, Peeta -respondo, asustada-. En cuanto a la atención, curamos sus heridas, hicimos cuanto pudimos. Pero si lo despertamos, no tenemos ningún calmante lo bastante potente para aplacar el dolor que va a sentir entonces -pienso y me estremezco como si yo sintiera el dolor y agrego-. Recuerda que voló y cayó desde siete metros de altura; tiene heridas de las garras de los mutos, un brazo roto y múltiples hematomas.

- ¿Recuerdas la noche que ganamos? -pregunta Peeta y yo lo miro, instándolo a continuar-. Tú tratabas de mantenerme despierto durante la noche porque yo estaba muy débil; el cansancio, el dolor y las ganas de dormirme casi pueden conmigo, pero tú me mantuviste alerta para que no me hundiera en el coma, Katniss.

Asiento, recordando aquella terrible noche cuando los mutos destrozaron a Cato mientras yo trataba de mantener a Peeta despierto. Los espeluznantes gritos de agonía de nuestro rival; Cato, un chico apenas mayor que nosotros, que fue criado para ganar los Juegos y sólo quería llevar la gloria a su distrito, escapar de la pobreza de las canteras. Quería fama, gloria y riqueza... en tanto que al principio, yo sólo quería regresar para estar con Prim y luego ganar para salvar a Peeta, llevarlo sano y salvo a casa. Creo que entonces comencé a enamorarme del chico del pan.

 - Si tú no me hubieras mantenido despierto... habría sucumbido... no habría vuelto a casa -señala Peeta-. Más bien habría vuelto en un cajón.

Dejo escapar un suspiro y me muevo hacia Finnick en respuesta positiva. Le abro el ojo que no tiene en tinta, le hablo, Peeta y yo lo remecemos suavemente. No hay respuesta. Lo remezco más fuerte, como remecí a Beetee la noche del rayo, sabiendo que no hay que sacudir de ese modo a un herido, ¿pero qué otra alternativa me queda?, ¿ver cómo Finnick se hunde en la inconsciencia y no despierte nunca más? No podría soportar algo así. ¿Cómo podría mirar a Annie a la cara después de eso?. Ups, hablando de Annie, no sé cómo lo tomará ella, es probable que cualquier cosa que le ocurra a Finnick afecte su ya precario equilibrio mental. 

- ¡Despierta, Finnick, despierta! -casi le grito- ¡Vamos, Finnick, tu esposa Annie te espera de regreso, así que más te vale despertar! -exclamo exasperada.

Peeta también lo remece pero no tan a la bruta como yo y lo coacciona a recuperar el conocimiento. Obtenemos unos suaves gemidos en respuesta, supongo que es mejor que nada. Y termino despertando a Gale con mi escándalo. 

- Catnip, esa no es la mejor forma -me espeta luego de desperezarse y sentarse. Se ve algo mejor pero todavía pálido.

- ¿Se te ocurre otra mejor? -le pregunta Peeta.

Sinsajo HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora