Capítulo 35: Atrapados

719 47 19
                                    


- Nuestro siguiente movimiento es matarme -declara Peeta.

Es la segunda vez que se pide la muerte de Peeta en menos de una hora. 

Necesitamos un plan porque el tiempo corre, aunque por ahora tenemos un breve respiro y una corta ventaja. Una transmisión en directo del bombardeo al edificio anterior, donde quedaron las Leeg (que repelieron con ráfagas de metralleta a los agentes de la paz que rodearon el inmueble), acaba de declarar muerto al pelotón 451. Se regocijaron repitiendo nuestra huida desenfrenada de la ola negra, cómo Peeta me atacó y empujó a Mitchell a la red, señalando que no tenemos control de nosotros mismos, y el derrumbe del edificio tras la explosión provocada por ellos para aplastarnos como cucarachas. Ignoran que sólo las hermanas Leeg estaban ahí, que el resto me siguió pese a la reticencia inicial de Jackson. 

Estamos escondidos en un departamento, discutiendo qué hacer ahora que nos han declarado muertos. Por un instante, siento que debí mandar al pelotón de vuelta a la base y quedarme sólo con Gale y Finnick, porque confío a ciegas en ellos. O entregarle el holo a Jackson. Mal que mal, ella era la segunda al mando, Boggs fue claro al manifestar que cualquier cosa que le ocurriera a él, ella seguía a cargo, por algo estaba tan reacia a dejarme el aparato e insistía que transfiriera la autorización de uso a su nombre. Inventé lo de la misión de asesinar a Snow, lo que produjo una tensa discusión porque obviamente no me creía hasta que Cressida me apoyó señalando que Coin y Plutarch pretendían grabarme matando al presidente para acabar con la rebelión y no seguir sufriendo más pérdidas humanas. También me cubrió cuando Jackson cuestionó la presencia de Peeta. Quien, en teoría de Cressida, podría guiarnos por la mansión de Snow ya que sus entrevistas con Caesar fueron grabadas ahí. No sé por qué me apoyó pero no era el momento de hacer preguntas. Primero tenemos que decidir qué haremos mientras escarban los escombros humeantes y se percaten que sólo hay dos cadáveres y faltan diez. Aunque lamentamos sus muertes, no hay tiempo de llorar por Leeg 1 y 2.


- No digas tonterías -le replica Jackson a Peeta.

- Maté a Mitchell, casi mato a Katniss... si sigo perdiendo el control soy un peligro para todo el pelotón -grita casi desesperado.

- Ni tú ni nadie sabía de la ola o que la red estaba hecha de alambres de púas -sostiene Finnick intentando calmarlo-. Empujaste a Mitchell para quitártelo de encima, pero no podías saber que se activaría la vaina justo en ese punto.

- Da igual, está muerto... por mi culpa -insiste Peeta, llorando-. No lo sabía, nunca me había visto así antes. Katniss tiene razón, yo soy el monstruo, yo soy el muto. ¡Snow me ha convertido en un arma!

- No es culpa tuya, Peeta -reitera Finnick.

- No puedo seguir con ustedes: es cuestión de tiempo que mate a otra persona o que delate nuestra posición al enemigo. -Se empecina Peeta mirando alrededor.- Quizás ustedes crean que es más humano dejarme abandonado en cualquier parte, darme la oportunidad de tomar mi propia decisión. Pero eso sería lo mismo que entregarme al Capitolio. ¿Creen que me hacen un favor mandándome de vuelta a Snow? -Peeta termina sollozando.

Peeta otra vez en manos de Snow. Torturado y atormentado hasta que no quede rastro de su personalidad original.

- Te mataré si llegamos a eso, te lo prometo -ofrece Gale.

La mayoría se sorprende del ofrecimiento pero, por brutal que sea, yo no. ¿No pretendía acaso matar a Peeta inyectándole aire cuando nos sacaron de la arena y creí que íbamos rumbo al Capitolio? Gale me confesó, cuando no pudimos encontrar a Madge en las ruinas del Distrito 12 ni en el Centro de Entrenamiento, que prefería imaginarse que había muerto, darla por muerta antes que saberla viva en manos del Capitolio. Y yo lo entendí entonces, igual como lo entiendo ahora; viendo las secuelas en Peeta, imaginando el calvario que soportó y viéndolo ahora tratando de permanecer cuerdo y recuperar sus recuerdos. Es como la última estrofa de El Árbol del Ahorcado, aquella en la que el hombre prefiere que su amante muera antes que se enfrente a la crueldad de sus captores.

Sinsajo HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora