Capítulo 11: Fugitivos

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Plutarch nos alcanza en el pasillo, molesto y preocupado.

- ¿Qué se supone que hacen? ¡Por todos los cielos! Katniss, Finnick, Johanna, ustedes son las caras visibles de la rebelión contra Snow... se supone que tienen que cooperar para que tengamos éxito...

- Peeta o nada... si ella no transa, yo tampoco -le espeto de mal modo, girándome para mirarlo a la cara.

Plutarch se da la vuelta y se pone delante nuestro para impedir que Finnick siga empujando la silla de Johanna.

- Tráiganme a Annie o déjenme ir por ella... cuando la tenga a salvo a mi lado, colaboraré.

- ¿Qué? ¿Coin está enojada porque no estamos dispuestos a colaborar gratis?... Eso debieron pensarlo antes, primor... Finnick y yo arriesgamos el pellejo en ese estúpido Vasallaje para traerle a su Sinsajo, así que creo que nos merecemos algún tipo de garantía a cambio... y si la Presidenta quiere que Katniss dé la cara por ella, debe estar dispuesta a concederle algo a cambio también... nada en la vida es gratis, cariño -escupe Mason de mal humor.

- Por favor, chicos, la revolución es por el bien de todo el país... si ganamos, obvio que liberaremos a Peeta y Annie -nos suplica Heavensbee.

- Eso es mucho esperar, Plutarch... pueden estar muertos para entonces -señalo yo.

Coin sale entonces y se va hacia el otro lado del pasillo, sin dirigirnos siquiera una mirada. Plutarch va tras ella ahora, como un patético perro faldero, y nos deja el paso libre.

Por nuestra parte, nos fugaríamos ahora mismo, no tengo que preguntárselo a mis aliados, puedo leer en sus rostros la rabia y la frustración. Yo debo tener la misma cara. Pero necesitamos un plan más concreto, más elaborado. Se trata de las vidas de quienes más nos importan y no podemos darnos el lujo de improvisar. Quedamos en que Finnick y yo idearemos algo y sacaremos del hospital a Johanna mañana por la noche.

Cuando queremos salir de la zona de Mando nos equivocamos y tomamos un pasillo sin salida, con muchas puertas, un guardia nos conmina a devolvernos y nos guía por el camino correcto. De hecho, el nivel completo está lleno de guardias en casi cada esquina; no me gusta, me siento vigilada, lo cual es ilógico estando desarmada al igual que mis compañeros, ¿a qué le teme tanto Coin acá abajo? Llevamos a Johanna al hospital, luego guío a Odair de vuelta a su compartimento y me voy al de mi familia.

Entonces, cuando entro y las veo, Prim sentada estudiando algo mientras mamá le cepilla el cabello, me percato que tendré que despedirme de ellas otra vez. No obstante, descarto la idea de inmediato, mejor que no sepan nada. Si les digo, se preocuparán, tratarán incluso de evitar que vaya o querrán impedirme que haga algo descabellado. Y en realidad es descabellado ir por Peeta... ¿pero qué otra cosa puedo hacer? Por otra parte, yo no tenía planificado volver a ver a mis seres queridos después del Vasallaje; de haberse cumplido mi plan anterior, habría regresado al 12 en una caja de madera para ser enterrada. Tal vez ahora sí. Abrazo a Prim y a mamá sin decir palabra sobre la fuga. Finjo estar conforme con la nueva vida subterránea y que me estoy adaptando de a poco a la rutina. Mi madre le trenza el pelo a mi hermana y salimos las tres del habitáculo, ellas van al hospital a cuidar enfermos y yo tengo que asistir a un taller de carpintería. Equivoco un corredor y cuando llego al lugar un hombre que parece estar a cargo me llama la atención por mi retraso de cinco minutos. En el suelo, veo a Posy y a la nieta de Sae jugando con bloques de madera sobrantes y alguien me llama haciendo señas desde un mesón cercano a las niñas.

- Hey Catnip... ¡qué bueno que viniste! -me saluda Gale aunque habla raro y veo que tiene clavos en la boca.

Está arreglando una silla con una pata rota, aquí nada se desperdicia y si no tiene arreglo va a parar a los incineradores que alimentan a las calderas, tanto para la cocina, agua caliente y calefacción. El supervisor que me regañó al entrar viene a preguntarme si sé algo de carpintería; niego con la cabeza y me ordena que ayude a los demás en lo que necesite y que ponga atención para ir aprendiendo, pero me quedo hablando con Gale, pasándole clavos y herramientas, sujetando la silla para que clave la pata nueva. Cuando creo que nadie me ve, deslizo un destornillador bajo la manga de mi camisa justo cuando mi amigo se da vuelta a tirar la pata rota en una pila destinada a la leña. Después hay que apretar los tornillos a unas sillas desvencijadas y Gale rabea su buen poco al no encontrar el destornillador, yo me ofrezco a ir por otro. El tiempo pasa rápido con mi mejor amigo y pronto es hora de ir a cenar, nos llevamos a las niñas y me reencuentro con mis aliados. Disimuladamente, le entrego el destornillador a Johanna, que lo recibe con una sonrisa y lo oculta en su pierna enyesada. Finnick se muerde el labio inferior para no reírse. También le pasa algo por debajo de la mesa. Intento no reírme tampoco y mi amigo Gale nos mira con cara de sospechar. Johanna se pone a coquetear con él para desviar su atención y para divertirse un rato a costa suya, porque muestra esa sonrisa maliciosa, esa misma que le he visto tantas veces por televisión y cuando se desnudó para fastidiarme. Mi amigo no le hace mucho caso, le contesta con lacónicas frases o con monosílabos y no se toma para nada en serio el flirteo de Mason. Finnick también bromea con cara de guasa preguntando a Johanna si alguna vez ha derribado un espino (Hawthorne, el apellido de mi amigo, espino en español), ella le contesta que hasta ahora no pero que siempre hay una primera vez para todo y que le gustaría intentarlo. Todos nos reímos del chiste, excepto Gale. 

Sinsajo HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora