Capítulo 48: Crawling back to you

412 47 121
                                    


A partir de ese día que conocí a la banda Metallica (por entonces germinal) y a sus integrantes Lars y James, podría decirse que mi vida terminó de experimentar ese enorme cambio que ya venía anticipándose desde mi primera charla con Cliff, allá lejos y hace tiempo. Podría también afirmarse que mi vida iba en una especie de curva descendente, alejándose cada vez más de mi antigua yo, inocente e ingenua, y pasando a otra Wish completamente distinta. Podía definirlo como una especie de transformación, como la oruga que se convierte en mariposa (¿o quizá la mariposa que se convierte en oruga?) que terminó por transformarme de aniñada a descontrolada, de tranquila a desbocada, de casta a amante de los excesos. No sabría decir si fue bueno o malo lo que pasó. Simplemente sucedió, y era inevitable. En una ciudad ardiente como Los Ángeles y aunque uno sea la persona más tibia del mundo, al final terminará contagiándose de su calor. Y adquirirá los vicios y vicisitudes de la ciudad, como en una ósmosis curiosa que llenaba al ingenuo afortunado a los abismos del libertinaje en todos los sentidos.

Luego de que Cliff consiguiera su puesto oficial en Metallica, inmediatamente recogió todas sus cosas y se marchó de su hogar, estableciéndose en el departamento de los chicos. El castaño jamás me había dado pistas de dónde vivía, ni siquiera me había dado su dirección, por lo cual su hogar anterior a la casa de Metallica sigue siendo un total misterio. Más de una vez intenté inquirir en su vida antes de la banda, en su familia y en lo que había más allá de lo poco que había podido averiguar desde que lo conocía (básicamente que tocaba el bajo y que amaba la lectura) pero Cliff se encerraba en un permanente mutismo que yo intentaba sin éxito romper con alcohol y citas de Lovecraft. Al final todos mis intentos terminaban de la misma manera: nosotros dos completamente ebrios, despatarrados en algún sillón, con Cliff desnudo de cintura para arriba y con un libro en sus manos, mientras que yo apoyaba la cabeza en el apoyabrazos del sofá y me sentía volar, con el aderezo especial de la voz profunda de mi amigo que se perdía entre recovecos espaciales e inquietantes criaturas cósmicas.

Nunca pude sacarle una palabra más de lo que él quería que le sacase, ni tampoco tenderle ninguna trampa para saber más de su vida anterior. Su modo de actuar era críptico, como el de un ser antiguo y poderoso, y me inspiraba un fuerte sentimiento de fascinación que me llevó desde el principio a acercarme a él como si fuera atraída por un imán. Esa fue una de las razones por las cuales dejé de indagar en su vida privada, ya que el misterio le otorgaba una pequeña chispa a nuestra relación que solo me hacía desear pasar más tiempo con él. Y por lo mismo fue que, apenas días después del incidente de Lars, tomé unos pocos elementos personales (cepillo de dientes, peine y algunas mudas de ropa), me coloqué la chaqueta de jean que él me había regalado y partí de mi departamento para instalarme en el de Metallica.

Pudo haber sido una terrible opción en todos los sentidos, pero no me arrepiento de nada. Era mi oportunidad perfecta para al fin ser parte de algo, así que no solo fui a su departamento, sino que me quedé allí por una temporada, de la que no puedo precisar el número de días y ni siquiera el número de semanas. Lo único que sé es que fue un descontrol. Un completo y total descontrol, y que también fue el momento cúspide de mi relación con Cliff. En todos esos días que parecieron transcurrir en una nube causada por el consumo de sustancias y por mi excesivo escepticismo, Cliff fue algo así como mi farol entre la niebla. Cuando necesité llorar, acudí a él y hundí mi cara en su hombro, dejando que las lágrimas corrieran mientras él me recitaba frases de Poe y Hemingway para tranquilizarme. Cuando necesité reír, le di una botella de vodka y ambos comenzamos a charlar y a sonreír como dos niños tontos acerca de cómo nuestras vidas habían dado un giro radical. Cuando necesité pensar me arrastré hacia el muchacho castaño, y leímos juntos un libro de Lovecraft, ya no sintiendo tanto terror hacia el vacío detrás de los astros ya que estábamos en compañía del otro. En esas semanas conocí la verdadera y real amistad. Aquella que no está guiada por el interés ni por la compasión, sino por la verdadera sensación de querer al otro y desear lo mejor para él. Esas semanas podría decir que conocí de verdad a Cliff, ese muchacho culto y tímido que se ocultaba tras una máscara, y por eso me siento tan feliz de haber compartido con él ese tiempo.

War in the Jungle (GUNS N'ROSES) #HairRock #GNRAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora