Capítulo 35: Going to California

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Se suele decir que hay momentos para todo. Que hay instantes de nuestras vidas en los que uno puede sentirse la persona más feliz del mundo, y segundos después lo único que podemos pensar es en cuanto desearíamos desaparecer. Que en un momento uno puede estar bailando bajo la lluvia, como en esa antigua película de celuloide, y sintiendo que su futuro está dibujado en las nubes y que las estrellas palidecen al verlo pasar y que pronto se medirá con los grandes, con esos enormes gigantes de cartón conocidos como "Ídolos" que velan con ojos cerrados el dulce fanatismo de las mentes débiles. Aunque eso no suele durar mucho, ya que pronto uno suele caer en el abismo de los sueños enterrados, en donde las fantasías infantiles (y no tanto) de miles de personas duermen a la espera de ser recordadas, luego de haber sido sepultadas bajo capas y capas de nuevos sueños más realistas a la época y al lugar. Una vez que se ha caído es difícil salir de ahí. La única opción es trepar, arriba y arriba y más, intentando no caer en el abismo de sueños olvidados y no dejarse llevar por los espíritus, de voces falaces y traicioneras, que venden espejitos de colores y cambian ilusiones por cajas repletas de viento y humo. Si uno puede salir quizá se haya endurecido un poco. Pero nunca podrá resistir el cambio.

Las modas cambian. Las ciudades cambian, las persona cambian. Las rocas se achican y se hacen arena, y la arena se convierte en polvo y este a su vez vuela con el viento y se desintegra para convertirse en aire. Nada desaparece, todo se transforma. La gente pasa de la incapacidad a la acción, y de luego a la incapacidad al llegar a determinada edad. Todos nacen iguales, pero los caminos se bifurcan y el cambio impera. Uno que fue un bebé escuálido, con las venas azules recortadas sobre la piel y con respiración ruidosa como un perro enfermo llegará a ser Presidente, Ministro o un Premio Nobel, mientras que bebé de ojos azules, cabello rubio y piel sonrosada como el mismísimo sol hallará la prematura muerte en un callejón oscuro, con una filosa jeringa clavada en el brazo y con la sola compañía de las estrellas pálidas que no se inmutarán ante esa pequeña tragedia. Demasiado distantes, demasiado frías...Pero ellas también cambian. En algún momento se hincharán, como globos de helio y nitrógeno líquido, y explotarán en una senda y gigantesca supernova que no será percibida por ninguna de las otras a su alrededor, que seguirán distantes hasta que les llegue su hora. Como una metáfora del comportamiento humano.

Nunca podremos estar tranquilos. Jamás encontraremos un remanso en la enorme corriente acuática del cambio, que todo lo distorsiona y lo modifica a su antojo. Podemos hallar un breve reposo en las orillas, pero el peso de nuestros cuerpos agotados y la propia inercia de nuestras mentes traicioneras terminarán por arrastrarnos de nuevo a la corriente, y a una nueva modificación de nuestras conductas. Jamás hallaremos terreno estable. Bailamos sobre vidrio durante todo el transcurso de nuestras cortas vidas, hasta que en algún momento el cristal se rompe y hemos terminado. De ahí en más danzaremos con nuestras sombras y las sombras de otros, ya que en la oscuridad no se distingue la propiedad y se puede jugar a nuestro antojo.

Yo solía decir que jamás cambiaría. Me estanqué en ese pensamiento fijo, que cayó como una segunda muerte sobre mis pensamientos alegres, reemplazados por sentimientos lúgubres que imperaron en ese tiempo. No fue mi culpa. Fue la nieve, el frío, la soledad, el trato insulso. Llegué a pensar que yo no estaba destinada al amor. Llegué a creer que eso era demasiado bueno para mí. Que yo merecía otro tipo de trato: el estéril, el desprovisto de sentimientos, el que no golpea ni acaricia. Aquel que pocos nombran pero todos conocen: la completa y total ignorancia de mi persona.

Eso fue hasta que escapé a Los Ángeles...Y ahí todos esos pensamientos se fueron a comprar y no volvieron. Mi negatividad fue reemplazada por esperanza. Y con la llegada de Saul todo terminó de darse vuelta. Y como ya dije, el cambio volvió a imperar en mi cabecita atribulada, de ahora y para siempre.,

War in the Jungle (GUNS N'ROSES) #HairRock #GNRAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora