Capítulo 36: Adventure of a Lifetime

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Poco tiempo atrás, yo solía afirmar que la sangre tira. Que no importa cuándo, cómo ni con quién estés, siempre te sentirás atraído a tu lugar de nacimiento, o al sitio en donde recaen la mayor parte de tus genes. Ese sitio particular, donde los destinos de tus padres se cruzaron para posteriormente darte origen, como una parábola en su epopeya de amor, es el lugar al que tú perteneces, de ahora y para siempre. No importa si estás distanciado por kilómetros y más kilómetros: siempre encontrarás la manera de regresar a ese lugar, de forma física o mental, tu corazón siempre estará allí.

Ustedes pueden hacerme de testigos: hace muy poco tiempo, cuando Saul me hizo la propuesta de ir a San Francisco, me estremecí y mi cerebro disparó una serie de pensamientos lúgubres sobre mi inevitable regreso a esa ciudad, que yo imaginaba como un pozo sin fondo en el que iban a parar todas los deseos e ilusiones de los pobres diablos que por casualidad llegaban a ella. Para mí, San Francisco, la ciudad de los puentes rojos, las flores y los jóvenes alegres no era más que una fachada enorme para disimular la realidad: que allí todos iban a perder para siempre su costado infantil y deseoso, como sendos masoquistas escondidos tras máscaras de felicidad y juventud. En esa ciudad mi mamá había perdido todo aquello por lo cual había luchado: su libertad, sus ilusiones, sus sueños, el "amor de su vida". Todo había sido enterrado en el fondo del jardín o se había arrojado por la baranda del Golden Gate.

Y yo no quería que me sucediera lo mismo. Por esa razón deposité mis sueños en Los Ángeles. Según mi imaginario retorcido, así como Los Ángeles era la ciudad de los sueños que pueden volverse realidad, San Francisco era todo lo contrario: el lugar al que las ilusiones se arrastran para morir luego de haber experimentado el tremendo choque con la realidad. Dios o el Diablo o quién sabe quién, colocó esas ciudades muy próximas una de otra para confundirnos y hacernos decidir. O elegías una, u optabas por la otra, y dependiendo de tu elección tus sueños serían cumplidos o destrozados. No por nada San Francisco había sido la meca de los hippies en los años 60. Nada mejor que el hipismo para ejemplificar un caso de sueños rotos y una realidad utópica que nunca podría cumplirse. Y yo no quería terminar como ellos.

Pero ahora todo aquello había quedado fervientemente olvidado. Nada podía compararse a la sensación de felicidad que sentía en este precioso momento. ¿Qué importaba ahora si esta era una ciudad de pobres corazones? ¿Qué importaba si mis sueños corrían peligro en este lugar? ¿A quién le importaba que yo hubiera sido concebida aquí, y que hubiera nacido en el pasillo mugroso de un complejo habitacional frente al cuál quizá ya había pasado? A nadie, porque tomaba de la mano a Saul, y en ese momento todo a mí alrededor desaparecía. Ya no veía la calle que se extendía impiadosa frente a mis ojos, ni sentía el intenso calor ni el concreto duro bajo mis pies. Lo único que discernía de todo el ambiente a mí alrededor era la presencia del ruludo, que caminaba a mi lado, tomado de mi mano.

La luz del sol californiano le daba de lleno en su cara, tiñendo de oro sus mejillas morenas y sacando pequeños tornasoles a sus rizos oscuros. Suspiré. Era tan hermoso...Y para colmo su mano era muy cálida y suave, aunque ligeramente callosa por la guitarra. De todas maneras no me molestó. Mierda, estaba caminando de la mano con Saul Hudson, el chico que me hacía suspirar desde que lo había conocido. No podía quejarme.

De repente, se me ocurrió algo. Una visión pasó por frente a mis ojos desenfocados, y una idea bastante graciosa surcó por mi cabeza: una planta repleta de florecillas blancas crecía en un costado del sendero. Me agaché y arranqué un ramo, ante la mirada inquisitiva de Saul. Comencé a arreglarlas y a entrelazarlas hasta formar una especie de corona, que coloqué sobre los rizos oscuros de mi compañero.

War in the Jungle (GUNS N'ROSES) #HairRock #GNRAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora