Capítulo 38: Come Back

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Después de que una persona haya experimentado una situación que fue demasiado para ella, por su intensidad o el dolor que significó, lo más común es que el cerebro se bloquee. Que quede en una "Fase de reposo" hasta que la persona, por el tiempo o por experimentar algo relajante, salga naturalmente de esa etapa. Hasta entonces la mente estará semidormida, y el sujeto experimentará continuas necesidades de alejarse de los demás. Buscará la soledad, el aislamiento y sus ojos estarán perdidos y se humedecerán varias veces al día, como buscando en la distancia el sujeto o acción que le arrebató su estabilidad mental.

Esa es mi teoría para lo que me está sucediendo ahora. El sujeto de pruebas soy yo misma, y la situación conflictiva que sirvió como detonante teórico fue la violación que estuve a punto de sufrir. Parecerá ridículo, pero mi mente sigue funcionando y elucubrando teorías incluso en momentos como este. Es un sistema defensivo, para evitar pensar en lo que acaba de sucederme. Quiero impedirme un trauma para toda la vida, y este es el mejor método que he encontrado para no convertirme en una fóbica de ahora y para siempre.

Mamá solía decir que la violación es el peor acto de todos. Aún peor que el asesinato o la tortura. Te pueden quitar la vida y pueden dejar marcas de tormentos en tu piel, pero la violación, sea sufrida por un hombre o una mujer, supera en horror y vileza al peor de los martirios. A la persona le es arrebatada algo clave: su dignidad, su honor. Ese acto siniestro desnuda lo peor de nuestra condición humana y refleja que aún no hemos superado los vicios de los antepasados, esos que lo llevaban a cometer ese acto infame y no en busca del placer, sino solo del suplicio de la víctima. No hay ni un gramo de placer carnal en la violación, solo dolor y llantos y una interpretación horrenda de lo que debería ser una relación sexual. Si es sana, solo debe haber placer (solía decir mi madre). Si duele mucho y hay fuerza bruta, ya es violación.

Es curioso que mi madre fuera la que dijera eso, teniendo en cuenta que por años permitió que infinitos hombres sin rostro se aprovecharan de ella. Dejó que la tocaran, que la acariciaran, que la besaran y que avanzaran aún más, a cambio de un par de billetes de colores y de humo negro como de escape de auto y de relámpagos. Pero hay una gran diferencia entre lo que ella hacía y lo que casi me habían hecho a mí: lo suyo era un acto de amor. El dinero que obtenía lo utilizaba para comprar comida, ropa para mí y mi hermana, pagar la luz y el gas, llevarnos a pasear al parque de diversiones o a la feria. Solo era amor. No obtenía ningún tipo de placer lascivo en sus actividades. Lo único que deseaba era sacarnos de la pobreza y por eso debía utilizar algo tan básico como su cuerpo joven y voluptuoso, que develaba las cicatrices de los años y las vivencias buenas y malas. Por eso la admiro. Porque literalmente le puso el cuerpo a la miseria, e hizo arcoíris de los techos sucios y jardines de los montones de mierda.

Y yo, en cambio, había sido víctima de las circunstancias y de mi propia confianza y mis miedos. Si hubiera tenido un mínimo de instinto de conservación no me habría metido en ese backstage, como el corderillo que penetra en la jungla hostil, y muy probablemente hubiera impedido que ese degenerado oculto tras una máscara infantil hubiera avanzado tanto. Habría mordido, arañado, pateado y golpeado hasta que desistieran y me dejaran en paz. Pero había permitido que mis miedos me superaran, y había estado muy cerca de que me arrebataran definitivamente mi sanidad mental. Qué suerte que esa voz misteriosa había surgido en el momento más inesperado, que si no...La cosa habría sido diferente.

De todas maneras, eso no era lo que importaba en este momento. Por ahora debería concentrarme en el viaje de vuelta, en fingir que todo había estado bien y en no permitirme ningún desliz. Era como si después que Saul y yo firmáramos ese tácito pacto de silencio, lo que había sucedido en ese camarín en San Francisco quedaría sellado para siempre en un hueco en nuestros labios, sin esperanzas de salir algún día. Sería nuestro pequeño secreto, de ahora y para siempre, como el beso que habíamos compartido en las entrañas de ese bar. Quedaría oculto, recóndito en el interior de nuestras mentes, hasta que alguno de nosotros se atreviera a dar un paso adelante para desenrollar las cadenas y destrabar el candado que tapaba ese acontecimiento para siempre.

War in the Jungle (GUNS N'ROSES) #HairRock #GNRAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora