Capítulo 8

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Desperté con el pie izquierdo, me sentía de muy mal humor, estaba nerviosa, no sabía que pasaría esta noche, el día de la cena en casa de mis padres había llegado, empecé a dudar si ir o no, a veces tomó decisiones bastante apresuradas, pero la verdad es que ya estaba acostumbrada a los malos tratos de mis viejos, quizás yo no fui la hija que ellos esperaban, ellos tampoco fueron los padres que yo había deseado, en fin, somos lo que podemos.

Hoy me dedique a hacer de ama de casa, limpiar el piso, sacar el polvo de los muebles, lavar ropa, limpiar el baño, como me había despertado muy temprano para el medio día lo único que me quedaba era hacerme de comer, hoy no tenía tanto apetito, a pesar de no haber desayunado, así que me prepare una ensalada rápida con atún y comí, me sentía bastante cansada, es más ni siquiera tenía ganas de ir a trabajar, pero me motivaba saber que vería a Tatiana, pensar en ella si que me cambiaba la cara, me endulzaba el día, a veces peco por romántica, pero hace falta un poco de romanticismo en la vida, al menos eso creo.

Después de comer limpie lo que faltaba y me fui a dormir una rica siesta de 4 horas, cuando duermo me gusta dormir bien, no unos minutos, soy una desgraciada ya lo se, me bañe como media hora y di un recital en la ducha, la verdad es que amo cantar, es mi pasión, es lo que me mantiene viva, mientras puedo canto, a mis padres siempre les gustó eso, ellos dicen que tengo talento, pero claro son mis padres y los padres siempre lo exageran todo aunque tratándose de ellos y viendo la mierda que me tiraron siempre, que me digan que tengo talento es como para creerlo. Aún hacía frío y eso hacía que tarde más tiempo en la ducha, muy común en mi y en todo el mundo. Cuando terminé me puse una bata y salí a prepararme un café, necesitaba mucha cafeína para aguantarlo todo el día de hoy, el café era el mejor poema que alguien muy sabio pudo haber escrito.

Me vestí bastante cómoda pero bien, como para la ocasión, me maquille esta vez un poco más que de costumbre, ojos delineados, máscara de pestañas, y un labial rojo, un rojo muy rojo, a mi me encantaba, me hice una trenza en el cabello, agarré una cartera negra que me encanta y salí al trabajo. Esta vez no iría en taxi, esta vez quería caminar y estar conmigo misma, sintiendo incluso el frío en mis huesos.

Camine y camine, inmersa en mis pensamientos, este último tiempo había sido de mucha emoción, había llegado a mi vida Tatiana, que si bien era alguien imposible me movía de órbita, me llevaba a otro nivel, también me ponía triste la idea de pensar que ella no estaba siendo feliz al lado de aquel hombre que la engaño, ella opto por pensar que hacer y me dolía, porque no se valoraba en cierta forma, pero yo no podía hacer nada solamente estar a su lado y apoyarla en todo.

No entiendo porque mis padres no fueron diferentes conmigo, yo habría sido la mejor hija, en realidad nunca fui la peor, mi único error fue sentir de una manera diferente a la que sentían ellos, que en resumidas cuentas terminaba siendo la misma, pero qué más da.

Cuando llegue al negocio ya estaba Tatiana, hoy más linda que de costumbre, debería ser un delito cargar con tanta belleza en un solo cuerpo, casualmente ella también traía los labios de color rojo, le quedaba precioso, me hubiese gustado habérselo dicho pero esta mujer me intimida demasiado.

—Hola Sole pero ¡que hermosa estas el día de hoy!.

—Gracias, vos también.

—Te me viniste con los labios rojos hoy eh, te queda hermoso y más porque tenés los labios muy lindos.

¡Trágame tierra! Me estuvo mirando los labios ella también, encima me dice esto, esta mujer quiere matarme sin lugar a dudas, es una dulce.

—Gracias Tati me gusta mucho el color rojo por eso me pinte hoy los labios de ese color.

—Muy buena elección porque te queda hermoso.

Se acerca y me toca la mejilla seguido por un beso en el mismo lugar, por dentro deseaba correr mi cara y besarla en los labios, pero no quería arruinar esta bonita amistad, no de está manera, no así.

Llegó mercadería, tenía que acomodar libros, muchos libros y así se pasó la tarde, Tatiana atendiendo y yo acomodando libros, no me tarde tanto así que al terminar volví a la caja con ella.

—¿Terminaste?.

—Por suerte, sí.

—¡Bravo! Ya te extrañaba acá a mi lado.

—Bueno pero aquí estoy, hubieses ido a visitarme ahí atrás ¿no te parece?.

—Sí, pero tenía que estar atenta aquí linda, no reniegues.

—No reniego sólo que me decís que me extrañaste y bueno opino que podrías haber ido atrás a verme un ratito y de paso ayudarme a acomodar los libros —le dije riendo.

—Tenes razón, la próxima lo hago —me guiño un ojo, ella sin darse cuenta sabía que hacer para derretirme entera, estoy tan nerviosa, ya casi es hora de irme y tengo miedo de lo que pueda encontrar en la casa de mis viejos, es decir, no se que me preguntarán o con que estupidez van a salir, siempre, pero siempre algo sale mal porque la terminan cagando.

-Sole, ¿Sole?, ¿Vamos? —me pregunto mientras me tocaba el brazo.

—Si, si, perdona.

—¿Qué te pasa?, llevas bastante rato con la mirada perdida.

—Nada, bueno sí, nervios supongo, me duele la panza .

—¿Por qué? Ahhhh ya se, hoy tenés la cena con tus papas.

—Si... llegó el día, no se si ir, me siento muy nerviosa, tengo miedo, no quiero pelear.

No lo dudo ni un momento, se acercó y me abrazó, supongo que se dio cuenta que verdaderamente estaba mal, cuando me pongo nerviosa la piel se me pone helada y los ojos grandes.

—Tranquila, todo va a estar bien, estás helada —dijo poniéndome su chaqueta.

—Gracias te juro que quisiera haber sido un poco perfecta como hija para ellos, mi piel está helada porque así se pone cuando estoy nerviosa.

Volvió a abrazarme y me repetía una y otra vez que todo estaría bien, yo estaba tan helada que sentir el calor de su cuerpo era reconfortante, en estos momentos estaba impregnada toda de ella.

—Tati... serías... ¿serías capaz de acompañarme?...

Entre libros y sus ojosWhere stories live. Discover now