Capítulo 3

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Hoy me siento bastante cansada, me levanté tarde, bah, una hora antes de entrar al trabajo, así que me bañe rapidísimo, anoche me quedé estudiando hasta las 4 de la madrugada, se acercan épocas de parciales. El día está un poco fresco, el otoño pinta las hojas de los árboles con su mejor matiz.

Me tocó trabajar sola en la librería y no se si será por suerte o porque el frío ayudó e hizo que no hubiese mucha gente, extrañe a Tatiana, me pregunto si algo le habrá pasado, su compañía es muy agradable, es una mujer de la que se puede aprender algo.

Me hice de comer milanesa con puré, estaba bastante rico, o muy rico, dormí siesta y me aliste para volver a trabajar, lo único que ruego al universo es verla, ahí, hermosa como siempre, ya pasó más de un mes que estoy trabajando en la librería y me gusta bastante, es el trabajo ideal, mi preferido momentáneamente. Mientras espero un taxi que me lleve hasta el trabajo, juro que me siento nerviosa, quiero verla, quiero que me mire ¿pido demasiado?.

—Hola Tony —Tony era el de seguridad, un copado, siempre tenía una sonrisa para regalar.

—Hola ¿Cómo estás? —me pregunto.

—Bien Tony gracias, que tengas una linda tarde-noche.

—Igualmente para vos, ojalá no esté muy pesado hoy, porque la jefa no llegó aún.

Mi corazón se estrujo, hice una mueca falsa y entre cabizbaja, suponía que la volvería a extrañar... demasiada estupidez para tan poco tiempo.

La tarde marchó bastante tranquila, ya había llegado la noche, eran las 21 hs, en media hora saldría de aquí, había quedado de juntarme con Mica pero no tengo ganas, le mande mensaje para cancelar, se molestó pero entendió enseguida que no me sentía bien.. pensé que la vería y no fue así, si ya se, me estoy volviendo loca, pero me gusta, y me confirmo solamente con mirarla.

Mica me contó que discutió con el novio, deduje que ella tampoco estaba bien y generalmente cuando se pone así no quiere ver a nadie, así que en parte no comprendo su enfado, pero ya se le pasará, tampoco es el fin del mundo, va eso creo.

Me siento un poco aburrida, pienso mucho en Tatiana, más porque siempre que falta me llama al teléfono de la librería para saber cómo está todo, si necesito ayuda o algo por el estilo, pero hoy hubo un silencio bárbaro de su parte, eso me preocupa un poco.

Desde muy niña fui muy perceptiva, cuando algo me preocupa o me da tristeza me duele muy dentro, en el pecho, se cuando alguien que quiero o me importa está pasando por algo, por eso siento que Taty no está bien, ojalá me equivoque. Ojalá.

Pensamiento tras pensamiento perdí la noción del tiempo, me apure a cerrar, levantar las tazas que quedaron en alguna mesa, acomodar algún libro que quedó fuera de lugar, no me gusta que le quede tanto trabajo a Claudia, la muchacha que limpia, es una mujer muy mona, tiene 50 años, 4 hijos, y están en la Universidad, así que trabaja muy duro para poder mandarlos a estudiar, se levanta muy temprano y empieza limpiando casas, por eso descuidó la suya, descuido su vida privada y no disfruta, llega a su casa a las once de la noche, tiene mucha fuerza, y yo trato de ayudarla en lo que puedo.

Todo habita en el lugar que correspondía, lo único que me quedaba era agarrar mis cosas, apagar las luces y cerrar con llave, mientras iba de salida aparece Taty, traía una cara... se nota un montón que estuvo llorando.

—Hola —me dijo secamente mientras iba a su oficina.

—Hola, ya me iba, ¿pasa algo?.

—Está bien, cerra con llave, nos vemos mañana.

Entró rápido en su oficina y yo me dispuse a cerrar, pero no puede con mi genio, entonces entré de nuevo al local y a su oficina.

—Discúlpame pero no me puedo ir, siento que no estás bien... además se nota en tu cara.

Me miró desde su escritorio, vi como se le llenaron los ojos de lágrimas y se desmoronó, corrí sin pensarlo dos veces a su lado, me tiré encima de ella abrazándola desde atrás ya que se encontraba sentada, pero con los brazos sobre la mesa y la cabeza también, en cuanto me sintió me miro y me abrazo de frente, su cuerpo temblaba, lloraba sin consuelo, podía sentir su dolor, el calor de su cuerpo, sus sollozos llenos de desesperación y esperanzas rotas. Me abrazaba con tanta fuerza, que seguramente si yo habría estado rota me habría reconstruido pieza por pieza, parte por parte, su perfume era muy dulce, como un caramelo —como me encanta su olor— el aroma en sus cabellos era de manzanilla, me encantaba, yo sólo la abrazaba, la tenía muy fuerte entre mis brazos, poco a poco su llanto iba cesando y aproveche para llevarla hasta el sillón porque ya me dolían las piernas por estar arrodillada, la deje ahí, le di una mirada veloz y fui a prepararle un café bien cargado.

—Acá tenés un café hecho especialmente para vos —le dije sonriendo con dulzura —toma un poco por favor.

—Gracias —me regaló una sonrisa.

—¿Qué pasa?.

Me miró y sus ojos volvieron a convertirse en un mar, me desesperé un poco.

—Perdón, perdóname, si no me quieres decir está bien, pero tienes que saber que estoy aquí, que podes ser débil ahora, acá me tenés no te voy a dejar sola.

—Gracias, gracias de verdad.

Así nos quedamos ella llorando y yo consolándola en mis brazos, intentando sacarle un poco del dolor que la consumía, en ese momento era una mujer devastada, una mujer con el desasosiego más grande, con la tristeza más desoladora y yo no podía hacer nada más que abrazarla, se la veía tan cómoda en mis brazos, su piel estaba tan cansada, tan atormentada.

No sé en qué momento, pero se durmió, sentí su respiración relajada y lo único que pude hacer fue recostarme y recostarla a mi lado, intenté dejarla sola en ese sillón pero estaba tan pegada a mi, que me resultó imposible. Sólo la observe acariciando su cabeza, su piel era tan blanca y suave que me encantaba, veía un mundo en ese rostro puro en el que tiempo antes sólo había dolor.

Saqué mi celular para ver la hora, eran las 1 de la madrugada, pensaba en cómo ir a mi casa, pero no era un plan bueno, no me separaría de ella ni loca, estaba cansada, yo también tenía mucho sueño.

Entre libros y sus ojosWhere stories live. Discover now