Capítulo 35: Atrapados

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¿Vas, vas a volver

al árbol con un collar de cuerda

para conmigo pender?

Cosas extrañas pasaron en él.

no más extraño sería

en el árbol del ahorcado

reunirnos al anochecer.


Sin embargo, no puedo matar a Peeta ahora ni permitir que Gale lo haga tampoco. Además, todavía tengo un trato con Haymitch: mantenerlo con vida. Y todavía queda la remota esperanza de recuperarlo, que vuelva a ser el de antes. Me doy cuenta, avergonzada, que mi fijación por asesinar a Snow no me ha permitido profundizar un problema mucho más difícil que la misión; rescatar a mi Peeta, a mi chico del pan, del mundo confuso y enloquecedor en que lo dejó el secuestro mental. Lo que hace que la tarea de cruzar un campo de batalla lleno de trampas, localizar y matar a Snow parezca apenas un juego de niños. 

- Por favor, Katniss... ¿no lo entiendes?.- El problema es que si lo entiendo, pero no quiero perder al chico del pan.- ¡Dejen de ser tan nobles, denme una de esas píldoras o métanme un balazo ya, por favor!

- No, Peeta. Tú y yo nos cuidamos el uno al otro y no dejaré que te pase nada... te mantendremos vigilado. Además tenemos una misión y te necesitamos.

Buscamos comida oculta en compartimentos secretos que Messalla conoce de su estancia en un departamento igual a éste. Cada uno toma una lata, pero Peeta, que parece haberse tranquilizado un poco, me pasa una que ha apartado para mí. Estofado de cordero.

- Gracias -le digo-. Incluso tiene ciruelas pasas -agrego y luego aprieto los labios con culpabilidad.

Y con añoranza. La lluvia cayendo afuera, goteando entre las rocas de la cueva, el frío, mis torpes intentos de flirtear, lo felices y hambrientos que estábamos cuando recibimos la canasta de picnic con mi plato favorito del Capitolio. Lo recuerda, entonces. No todo está perdido. ¿Recordará el beso, ese que me hizo desear otro? Caigo en cuenta que fue entonces que me empecé a enamorar de Peeta, al percatarme que su amor por mí era real y no inventado como el mío entonces.

Cuando nos repartimos una caja de extrañas galletas rellenas con crema, el televisor se enciende como ocurre siempre que hay transmisión obligatoria de ver, suena el himno de Panem y ahí está él, mirándonos con sus ojos de serpiente. Felicita a los agentes de la paz por su excelente labor de librar al país de la amenaza conocida como el Sinsajo. ¿Y quién era yo? Una pobre chica inestable con talento para la arquería, pero no una gran pensadora. Valiosa, sin embargo, para los rebeldes porque no tienen un verdadero líder que seguir y ahora mi muerte supondrá un giro en la guerra que afecta al país. Bla, bla, bla... hasta que la transmisión es interrumpida por Beetee: la presidenta Alma Coin saluda a los ciudadanos de Panem, se presenta como la líder de los rebeldes y me ofrece un homenaje póstumo. 



- No sabía que significaba tanto para ella -comento, haciendo sonreír a Gale.

Incluso se le quiebra la voz y finge retener lágrimas por mi muerte. Por fin tiene a su mártir. Era lo que pretendía y aparentemente el plan resultó perfecto: mató a todo el pelotón de un sólo tiro. Finaliza diciendo que, viva o muerta, seguiré siendo el rostro de la rebelión y que piensen en el Sinsajo mientras siguen luchando por la libertad de Panem. En verdad, allá en el 13 nos creen muertos también, si no desmienten el comunicado de Snow. 

Sinsajo HeridoWhere stories live. Discover now