46. Lo que cada uno piensa

34 7 3
                                    


Akane esperaba la llegada de Akira. Le había dicho que en cuanto llamase a la puerta ella iría a abrir y saldrían de allí lo más rápido posible; ese era el plan inicial pero ahora estaba prácticamente secuestrada en su habitación, su padre había dicho que ese chico tenía que entrar en casa y hablar con él. De poco habían servido las explicaciones que Akane le dio, que no estaban saliendo, que no pensaban salir, que solo eran amigos y compañeros, que tenían que hacer un trabajo juntos a la fuerza, que no le gustaba... nada, nada había convencido a su padre. Para colmo ayer su madre le había comprado un vestido y ahora la obligaban a ponérselo y por no escuchar a su padre y a su mujer lo hizo, un vestido rosa ¡por dios que era rosa! con lo mal que le quedaba a ella el rosa, que no pegaba para nada con su pelo color zanahoria, un vestido de estilo romántico al que solo le faltaban lacitos para rematarlo y con una chaquetita calada a juego, que ya podía haber sido negra, no, blanca, para que el efecto dulce fuera más patente.

—Parezco un helado de fresa, solo verme ya me sube el azúcar —decía mirándose al espejo.

Akira se paró frente a la puerta del piso de los padres de Akane. Inhabitualmente en él no llevaba el pelo recogido, lo había dejado suelto, ni siquiera se había puesto las diademas que utilizaba cuando se lo soltaba para apartarlo de su rostro, en esta ocasión los mechones de su pelo castaño oscuro enmarcaban su cara. Con gesto de pesadez llamó al timbre. Un niño rubio, con gafas, de unos ocho años de edad, abrió y le miró con una amplia sonrisa.

—Hola ¿Está Akane?

—¡Papá! —gritó el niño—. ¡Ya ha llegado el novio de Akane! Pasa, pasa.

—¡Será posible! —gruñó entre dientes Akira—. Con permiso.

—Bienvenido —saludó acercándose a él una mujer rubia, bastante atractiva—. ¡Que alegría verte Akira! Hacía mucho tiempo que no venías.

—Buenos días, señora Kumoyuki.

Yusuke, el otro hermano por parte de padre de Akane y fundador del "los bellotas", se rio de forma ostensible; estaba sentado en el suelo jugando con una consola.

—Mi hermana te ha "liao" ¡Que pringaillo eres, Shikamoto! —reía.

Akira arqueó una ceja.

—Te noto el pelo raro —dijo el primer niño—. Como muy en tu cara.

—Será que quiero esconderme tras él.

—Dejadle en paz —dijo la madre—. Siéntate, voy a llamar a Akane.

Akira tomó asiento en un pequeño sofá.

—¡Eh, Shikamoto! —habló en tono alto Yusuke—. ¿A qué fase has llegado con mi hermana?

Akira le miraba sorprendido, era increíble, uno de los hermanos pequeños de Akane, un crío de 12 años preguntándole si ya se había enrollado con ella.

—Digamos que estamos en la fase "cero patatero"

Yusuke volvió a reír sonoramente.

—¡Que pringao eres!

El otro niño se sentó a su lado.

—¿Has estado practicando? Porque yo he estado practicando, ya verás, algún día te venceré.

—Eso está bien.

—No te rías, algún día seré tu archienemigo.

—¡Madre mía, que familia! —suspiró entre dientes.

—Te venceré, tu reinado va a acabar pronto.

—Cuando quieras echamos una partida.

—No me tomes por ignorante, solo soy un niño, pero espera solo a que crezca un poco y verás.

Con sabor a mandarinaWhere stories live. Discover now