32. La determinación de Momoka

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—¡Quiero un Pokemon! —gritaba Kenta con todos la fuerza de sus pulmones.

—¡Vale ya, Kenta! Te estás portando muy mal —Le recriminaba Ryuko.

—¡Quiero un Pokemon, quiero un Pokemon!

—¡Vale! —dijo Kyojin—. Te compro un Pokemon pero me tienes que prometer que te vas a callar.

—¡Bien! ¡Bien!

Ryuko le dirigió una mirada un tanto de reproche. Kyojin entró en la tienda y al rato salió con una bola sorpresa que el niño tanto quería. El niño gritó como un loco, abrió la bola y comenzó a saltar enseñando su Pokemon con gesto de triunfo.

—¡Mira Ryuko, me ha tocado Pikachu!

—Sí, Kenta, es Pikachu, tu favorito ¡qué suerte!

Y mientras saltaba eufórico siguieron caminando hasta llegar a la cafetería donde había un gran parque de bolas para que los niños disfrutaran y dejaran que sus padres y acompañantes tomaran algo tranquilamente.

Mientras el niño entraba apresuradamente en aquella especie de jaula llena de bolas, Ryuko se sentaba en una mesa a esperar a Kyojin que había ido a sacar el ticket y comprar unas bebidas.

Cuando regresó volvió a mirarle con reproche.

—No deberías haberle comprado nada.

—¿Ahora me vienes con esas?

—Akane se va a enfadar, ya lo verás.

—Akane siempre se enfada.

—No le gusta que malcriemos a su hermano, dice que ya es bastante insoportable.

—Si ya lo sé pero me estaba volviendo loco, no sé cómo Akane lo soporta.

El niño había dejado el muñeco sobre la mesa, Ryuko jugueteaba con él.

—¿Tú no has jugado nunca a Pokemon, Kyojin?

—Pues claro y era muy bueno aunque no preparando estrategias y a veces tenía que pedir ayuda a Akira.

—Mi única estrategia era que el que golpea primero golpea dos veces. Este Pokemon me trae muchos recuerdo, me pasé el juego de Pokemon Amarillo por lo menos veinte veces, me lo sabía de memoria. Akane y yo nunca tuvimos una consola, y menos aún un juego. Mis padres son así, consideraban eso un capricho.

—¿Qué hacíais? ¿Akane le robaba la consola a algún pardillo?

—Pobre Akane —sonrió— Hace unos años sus padres les compraron unas Gamecolor a sus hermanos, a los dos mayores, entonces eran unos críos, ella quería una pero a ella nunca se la compraron, era una niña mala —dijo en voz baja y triste mientras su mirada parecía perderse en algún punto y sus ojos llenarse de lágrimas—, y como sus hermanos eran tan pequeños no sabían leer así que prácticamente jugábamos nosotras.

—O sea que Akane no se dedicaba solo a tirar piedras y escalabrar a niños, además les robaba la consola a sus hermanos. Recuerdo que de niña parecía un chico, con el pelo corto y las gafas rotas, vamos, yo estaba convencido de que Kumoyuki era un chico.

—¿Y qué pensabas de mí?

—Si te digo la verdad, no te recuerdo, no hasta que nos pusieron en la misma clase.

—Yo siempre paso desapercibida.

—No te ofendas es que...

—No, si no me ofendo. Akane era todo un chicote, eh, que era uno de los jefes de la banda de gamberros del patio, luego estaba Jisei era la muñeca bonita y yo la bola silenciosa que siempre estaba con ellas.

Con sabor a mandarinaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz