28. Conociéndote un poco más

32 6 2
                                    


A Sumire el camino se le estaba haciendo larguísimo. Por fin, Akira se paró frente a una casa y tocó el timbre.

—¿Vives aquí?

Akira pensaba que aquella había sido una pregunta bastante tonta y además sus piernas parecían no querer obedecerle más.

Una chica algo menor que Akira, parecida a él, solo que con rasgos más femeninos, ojos más grandes y el pelo muy largo y suelto, abrió la puerta.

—¡Mamá! —gritó al verle allí, cargando con esa chica a la espalda—. ¡Aki ya se ha vuelto a traer algo a casa!

—¡Déjame pasar! —gruñó Akira.

—¡Vas a mojarlo todo, inútil!

—¡Qué me dejes, pelmaza!

La chica se apartó y Akira entró. Sumire bajó de su espalda y el chico se estiró.

—Gracias, Akira.

—¡Mamá! —volvió a gritar—. ¡Tu hijo ha secuestrado a una chica!

—¿Qué pasa? —dijo asomándose un hombre con un gran parecido a Akira y con una pequeña perilla—. ¡Por dios! ¿Qué te ha pasado?

—¿A qué vienen esos gritos? ¿No habrás traído otro animal a casa? —Su madre, una mujer no muy alta, de pelo corto, se acercó—. ¿Dónde te has metido?

—Ella es Sumire —dijo Akira tranquilamente—, es una compañera de clase, me la he encontrado en este lamentable estado.

—Buenas tardes, siento la molestia, su hijo ha sido muy amable y me ha ayudado.

—Pero hija ¿Qué te ha pasado? —añadió la madre alarmada—. Pasa, pasa bonita, quítate ese chubasquero ¡pero si estás empapada!

—No, no mucho. Akira se ha mojado más.

—Akira, tráele un chándal tuyo.

—Señora, yo no...

—O mejor uno de Chiharu.

—¡No! —gritó la hermana—. ¡Que éste no entre en mi cuarto! Yo lo traigo.

—No, mejor no, que suba arriba, al baño, Aki, ayúdala a subir.

Akira se estaba quitando las zapatillas.

—Chiharu, lleva el chándal al aseo de arriba ¡Vamos, Aki, espabila, que es para hoy!

—Pero señora...

—Nada, nada, ahora mismo Akira te sube arriba, te quitas esa ropa y te lavas un poco. Y tú —dijo dirigiéndose a su hijo—. Pon una lavadora con su ropa y luego la secadora ¿entiendes?

—Si, vale.

—¿Cómo has dicho que te llamas, bonita?

—Sumire Honda, señora.

—¿Y que hacías en la calle con éste tiempo?

—Es que tengo que imprimir unas cosas.

—Akira te las imprimirá ¿me escuchas, Akira?

—Siiiii —contestó pesadamente.

—Que le prepares algo calentito ¿me oyes? Y no la dejes marcharse hasta que deje de llover o mejor, la acompañas. ¿Y mis huevos? ¿Has traído los huevos?

—No me ha dado tiempo.

—¿Cómo que no te ha dado tiempo?

Akira optó por no contestar.

Con sabor a mandarinaWhere stories live. Discover now