Capítulo 1

975 42 3
                                    

{Maite point of view}.

Desperté en aquél conocido y escalofriante lugar de paredes blancas y descenas de aparatos. Estaba nuevamente en el hospital. Abrí lentamente los ojos y pude visualizar a mi madre observandome con tristeza, y tal vez desepción, ¿quién no estaría desepcionada de tener una hija como yo?

2 semanas atrás.

Sentí mis muslos arder y derramar liquido rojo mientras que mi garganta extraía los restos de mi almuerzo. Al ver que ya no había más que sacar, retiré mis dedos indice y corazón de mi boca e intenté levantarme. No lo logré, el dolor insoportable que mis muslos heridos transmitían me impedían ponerme de pie y simplemente caí, golpeando mi cabeza con la bañera. Maldije mi suerte mientras mi vista se volvía borrosa, para finalmente quedar completamente a oscuras.

Actualidad.

-¿En que estabas pensando Maite? ¡Por Dios! ¿Cuando madurarás? No puedo creer que aún no hayas dejado de hacer esas estupideces. -Oí reclamar a mi madre. Para ella todo esto es una idiotez de niña inmadura, pero ella no está en mi piel, ella no sabe lo que siento.
El sonido de la puerta me alivió, pues mi madre no seguiría reclamando mi forma de actuar. El doctor entro a la habitación.

-Señora Beorlegui, nesecito hablar con usted un momento a solas, sigame por favor. -Mi madre asintió y salió de la habitación. Genial, nuevamente hablarían a mis espaldas sobre mi estado, estaba tan harta de que me ocultaran mi realidad, estaba harta de que me trataran como una idiota.

Mi historia comienza a los 15 años, hace 3 años atrás, cuando comenzé a odiar mi forma de ser, odiar mi vida, odiar que siempre alejaba a las personas de mi lado. Yo era feliz, tenía a una mejor amiga, tenía novio y todos en mi clase me hablaban, me sentía tan bien en mi colegio, a pesar de las dificiles materias, todo era más fácil cuando eras feliz. Todo cambio cuando Mariana se mudó a Italia y no la volví a ver. Ella era mi pilar, mi fuerza, mi todo, y simplemente se fue. Claro que al principio seguíamos en contacto, pero un día simplemente me dejó de hablar, sin explicación alguna, sin decir adiós.
Me quedaba mi novio, Koko, pero, ¿adivinen quién arruinó nuestra relación? Si, yo. Luego de perder a Mariana mi animo se fue deteriorando, en mi casa siempre se oían gritos, de mis hermanos discutiendo entre ellos, de mis padres reclamando quien sabe qué, de mi madre reclamandome que núnca hacía nada más que estar en mi cuarto...
Todo era soportable con Mariana diciendome que todo iba a estar bien, nada esta bien, ella no está, mi "hogar" era practicamente insoportable, mi mal humor provocó que Koko no quisiera volver a verme, que me alejara de la sociedad.
Poco a poco fui cayendo bajo, cada vez mas bajo, al punto en el que no me soportaba a mi misma. Me veía al espejo y sólo veía un desastre. Fui deteriorando mi imagen y cada vez la odié mas, sentía asco de mi misma.
Entonces decidí cambiar.
Gran error.

Comenzé a creer que si bajaba de peso podría verme mejor y comenzar a quererme nuevamente, como hace unos meses atrás, fui disminuyendo la cantidad de mis porciones, y al no notar muchos cambios me inscribí a un gimnasio, mientras disminuía cada vez mas la cantidad de mis ingestas, hasta que éstas se resumieron a agua y un par de tés.
¿Que si mis padres no lo notaron? No, ellos se la pasaban trabajando y cuando estaban en casa solo discutían, mis hermanos núnca estaban en casa, la mayor parte del tiempo permanecía sola.
Mi peso fue disminuyendo notablemente, cuando Mariana aún estaba a mi lado pesaba unos 57 kilos (¡CERDA!), ese numero fue bajando cada vez más, ese 57 fue transformandose en 56, 55, 54, 53... Hasta llegar al actual, 42. (¡SIGUES SIENDO UNA CERDA!)
En estos 3 años he tenido altibajos en cuanto a bajar de peso, y cada vez que no lograba bajar tanto como quería me castigaba atravesando algún objeto con un filo sobre mi piel hasta que lo consideraba suficiente.
No, no estoy loca, y si lo estoy ya no me importa.

30 minutos después, Mamá y el doctor Ocampo volvieron.

-Maite...-comenzó a decir él- la señora Beorlegui y yo llegamos a un acuerdo, fue dificil pero es necesario para que sigas viviendo, tendrémos que internarte en una clinica especializada en trastornos alimenticios.

Me paralicé. ¿Internarme? Dios, ¡estoy bien! ¿Por qué quieren convertirme en una obesa? ¡No quiero subir de peso!

-¡No! -reclamé- ¡No quiero ir!
-No se trata de que quieras Maite -Habló mi madre- Irás ahí porque estas enferma y debes recuperarte, y no se discutirá esta desicion. -En ese preciso momento la odié mas que núnca, pero negarme no serviría de nada, pues la conozco y sé que no cambiará de opinión.

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora