Epílogo.

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– ¡No, ella no es, no, no y no!

Miro de nuevo el cuerpo que permanece inerte debajo de la manta blanca, no puede ser ella, ella no es mi Sophie. La chica que esta frente a mi es mucho más pálida, le han quitado el precioso maquillaje que uso para el baile, sus labios tiene cuarteaduras y no, no se mueve, no hace ningún movimiento. Miro a mi alrededor en busca de un escape, no hay nada, solo estoy yo y su cuerpo. En un par de minutos el servicio funerario llegara al hospital, la puerta se abre y mis instinto me obliga a protegerla, no pueden quitármela, ella es mía. Un hombre de apariencia fría entra, toma el expediente sobre la mesa y me mira con lastima.

– Hicimos todo lo que estuvo dentro de nuestras posibilidades –Me habla, es como si leyera mi mente– Lo siento –Aclara. Camina de vuelta a la salida y se va.

Doy pasos débiles hacia ella, no quiero acercarme mucho para confirmar lo que ya se, quedo a milímetros de su cuerpo, mis ojos se cierran y dejo que mi mano busque su piel. Sophie ha perdido todo su calor, toda ella se ha sumido en una frialdad pura. Me siento sobre su regazo, esto no puede estarme pasando, no cuando por fin la recuerdo. Mi cabeza baja hasta su pecho y recargo mi oído sobre de él, aun espero que su corazón tenga fuerza y palpite una vez más.

No sé cuánto tiempo pasa pero no hay nada, no logro escuchar nada, mis lágrimas resbalan, no soy lo suficientemente fuerte para retenerlas, como último recurso, elevo mi cabeza y busco sus labios, en muchos cuentos eso funcionaba, si, si, tal vez tengo suerte. Mis labios presionan los suyos y lo único que consigo es que su frialdad penetre en mi cuerpo. Esto no es verdad, Sophie no puede estar muerta.

– Tu lo prometiste Sophie –mi voz es débil– Tienes que esperarme, tienes que hacerlo –Digo. Cierro los ojos y dejo que mi imaginación flote, los recuerdos de ella llegan a mi mente sin que pueda mandarlos de vuelta a la profundidad, la imagino riendo, corriendo por el campo de futbol en las clases de deportes que tanto odiaba, la puedo ver en clase, con el ceño fruncido como cuando no comprende nada o con los ojos demasiado abiertos como cuando algo le parece increíble, puedo recordar todo de ella, y no lo sabe, incluso su aroma sigue conmigo. Mi mano busca las suya, con trabajo hago que nuestros dedos se entrelacen, cada vez es más difícil, cada vez se vuelve más fría.

– Louis –Alguien me llama, cierro mis ojos y me aferro a ella, no pueden llevársela, no aún.

– Louis... Louis... –Es su voz, ella es quien me llama, comienzo a imaginar cosas, mis parpados se aprietan con mayor fuerza, ella es mía, no pueden quitármela, nadie lo hará.

– ¡Louis! –Gritan, siento que toman mis hombros y me elevan, el zangoloteo logra traerme de vuelta, abro los ojos y la luz del sol me golpea con fuerza obligando a mis parpados a cerrarse.

– ¡Dios mío!, creí que moriría de un susto –Es ella, Sophie está frente a mí. Mis manos ahuecan su rostro, examino cada parte de él y suelto el aire. Es Sophie, está aquí, está conmigo– Te llame desde hace un rato pero no escuchabas, no dejabas de moverte y comenzaste a llorar –Dice, asiento. Sus brazos me rodean y aprovecho para hundir mi cabeza en el nacimiento de sus pechos, ella está aquí, está bien. Mi cuerpo se relaja y puedo respirar con tranquilidad.

– ¿Otra vez la misma pesadilla? –Pregunta, aun no me repongo del todo, asiento débilmente, ella mueve mi cabeza y coloca mi oído sobre su pecho.

– Escucha bien Louis, late, late con fuerza –Hace énfasis en la última palabra, como si quisiera demostrar su punto.

– Lo sé, es solo que aún no puedo creer que estuve a punto de perderte –Murmuro, ella está sonriendo lo sé.

– Tranquilo Louis, esto solo es el comienzo de algo bueno, algo mejor– Sisea.

Ella tiene razón, todo está bien, apenas hemos terminado nuestro primer año de Universidad, he logrado acercarme a mis hermanas sin tener tantos problemas con Johanna y todos los chicos están con nosotros, no hay nada de qué preocuparse, todo está en perfecto estado, después de mucho las cosas están bien.

– Tienes razón Sophie –Beso sus labios– Es nuestro comienzo –murmuro. Ella sonríe, se coloca a horcajas sobre mí, toma mi rostro entre sus manos y lo acerca al suyo, sonríe ampliamente.

– Entonces debemos aprovecharlo –Gruñe sobre mis labios– Los chicos no tardan en llegar, tenemos poco tiempo –Susurra, sus piernas envuelven mi cintura, con habilidad me saca la playera y sonrió, amo que me consuele de esta forma. Sus labios toman posesión de los míos y me entrego a ella. 

Don't You Remember... || Louis Tomlinson [Terminada/Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora