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Había sangre en todas partes. Diane vio el pasillo de su vieja casa llena de sangre, sangre de su familia. De su madre y de sus hermanos. Sabía exactamente qué había pasado, sabía quién era el autor de aquel crimen... pero nunca creyó que las escenas de los cuerpos de los miembros de su familia fueran tan crueles.

-¿Padre? –pregunto la niña al pasar por el pasillo.

Se quedó helada al ver a su padre mordiendo el cuello de su hermano menor.

-Basta... -dijo horrorizada al ver las manchas de sangre en todas partes. –Tienes que detenerte.

Davos se detuvo y la miró. Tenía el rostro lleno de sangre y las marcas en su rostro sobresalían, junto con sus ojos rojos.

-Padre... tienes que controlarte... este no eres tú. –dijo Diane acercándose, Davos pareció reaccionar en ese momento al ver a su alrededor.

-Santos Cielos... yo no... -dijo con el remordimiento de sus emociones.

-Está bien. –dijo Diane al detenerse frente a él. –Tus emociones están magnificadas... fue un accidente... lo entiendo.

Davos pasó saliva y las lágrimas picaron en sus ojos.

-Vas a estar bien. –murmuró Diane mirando a su padre.

Lo abrazo, tratando de que se calmara. Porque a pesar de todo era su padre, y era la única familia que le quedaba. Davos la abrazo en respuesta, y el latente sonido de la sangre corriendo por su vena del cuello llamo totalmente su atención.

Sus colmillos ardían pidiendo sangre, y automáticamente obedeció a sus instintos.

Mordiendo a Diane, quitándole la vida. Siendo un monstruo.

*

El silencio abrumador en la casa Salvatore era uno de los elementos claves para describir la tragedia aquella tarde. El día de la muerte de Jane, Davos y sus vampiros habían desaparecido rápidamente, al igual que Diane.

Damon y Stefan estaban realmente afectados por la muerte de su reciente hermana, a pesar de haber pasado poco tiempo con ella, el haberla visto morir, el perderla había sido una arrolladora decepción. Damon parecía negado para hablar del tema, pero había entrado a su fase de hacer cosas estúpidas en momentos desesperados, y Stefan estaba con su crisis habitual tratando de sobrellevar el dolor de la perdida.

Pero Connor parecía totalmente devastado. Haber conocido a alguien por siglo y medio, haber amado a alguien con todas las fuerzas de su existencia y después de tanto tiempo obtener la felicidad absoluta con esa persona fue uno de los mejores privilegios que la vida le pudo haber dado. Pero cuando la perdió, el mundo se le vino abajo.

Las últimas semanas habían sido el infierno. Y podía describirlos así. Dolía tanto que inclusive pensó en apagar su humanidad. Odiaba al mundo entero por todo, odiaba a Davos, odiaba a Diane, odiaba a Jane por no correr, se odiaba a si mismo por no poder hacer nada. Y se odiaba aún más porque ahora no sabía qué hacer. La quería de vuelta, claro que la quería de vuelta, pero... ¿Cómo podría hacerlo?

El cuerpo de Jane descansaba sobre un tipo de cama en el sótano de la casa, mientras que todos buscaban una manera de traerla de vuelta. Tenían la efímera esperanza de traer de vuelta a Jane en cualquier momento, pero los días pasaban y todo transcurría bastante igual para ya casi cumplirse un mes de que Jane murió.

Connor era quién se sentaba a diario a verla desde la puerta mientras que bebía, tratando de sobrellevar su crisis. Pero eventualmente era el silencio el que prevalecía. Por qué no había muchos avances ni siquiera había pistas de Davos y Diane, aunque probablemente estarían disfrutando de una vida humana lejos del pueblo.

Jane SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora