9

11.2K 634 89
                                    


-Padre, ¿puedo tomar un dulce por la navidad? –pregunto Jane a Giuseppe, mientras que él envolvía dulces y regalos.

La había llevado a su despacho porque Nadine dijo que no podría cuidarla, y por qué necesitaba a alguien que no hiciera muchas preguntas para que le ayudará a envolver los regalos de navidad de Stefan y Damon.

-No. –dijo rotundamente, le estaba dando la espalda a la niña, quién desobedeció y tomo un dulce. –Esos dulces son para tus hermanos.

Jane se detuvo antes de meter el chocolate en su boca.

-¿Tengo hermanos? –pregunto al sonreír y verlo.

-Sí. –respondió. –Stefan y Damon.

Jane frunció el ceño, había escuchado sus nombres, pero definitivamente nunca se presentaron los supuestos hermanos.

-¿Dónde están ellos? –pregunto, mirando el chocolate en sus pequeñas manos, tratando de digerir la crueldad de las palabras de su padre.

-En su casa, con su madre. –dijo Giuseppe seco, con su habitual frialdad.

Jane se sentó en el suelo, abrazando su gatito de peluche, que Nadine le había obsequiado meses antes por su cumpleaños.

-¿Por qué no estoy con ellos? –pregunto.

Giuseppe río.

-Porque ellos son mis hijos legítimos, Jane. –dijo con obviedad. –Anda, ven a ayudarme con los regalos... que tengo que tenerlos listos antes de... -dijo, pero cuando se giró a ver a la niña y la vio con los dulces frunció el ceño. -¡Dije que no tocaras eso!

Una bofetada.

Dos.

Tres.

Jane froto su mejilla, mientras que Giuseppe guardaba los dulces de nuevo.

-Todo esto es de ellos, ¿queda claro? –dijo al verla. –La próxima vez que te vea intentando quitarles algo, vas a conocerme.

Jane solo asintió, mientras que las lágrimas caían por sus mejillas.

Giuseppe volvió a lo suyo, como todo un maniaco, y la niña aquel día solo se cuestionó más de mil veces: ¿Por qué Damon y Stefan tenían lo que querían, y ella no?

*

-¡Vete de aquí, Damon! –grito Jane irritada, mientras que hacía cortes en los brazos de Katherine, quién reprimía los gritos del dolor que sentía por que la delgada estaca de madera tenía verbena.

-¡Solo es un maldito intercambio, Jane! –respondió Damon, frustrado, del otro lado de la puerta. –Deja de ser tan terca y caprichosa.

-Y tú deja de ser un héroe, a Elena ni le importas tanto como para que la salves. –respondió la chica, estaba exhausta del maldita tema.

Damon dio un golpe en la puerta, pero solo se arrepintió al sentir la verbena quemar sus nudillos. Jane había reforzado la puerta.

-Jane, se racional. –volvió a decir Stefan. –Elena no tiene la culpa de todo esto.

-Tú también vete, Stefan.

-Si algo le sucede a Elena, voy a matarte, aunque seas mi hermana. –amenazo Damon.

-Si quieres yo misma me clavo la estaca, odio ser tu hermana. –resoplo.

Damon pateo la puerta, con mucha frustración. Jane parecía totalmente negada a soltar a Katherine, y Damon estaba negado en dejar que Davos la confunda y la asesine.

Jane SalvatoreKde žijí příběhy. Začni objevovat