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Jane abrió los ojos levemente, al sentir la verbena en sus muñecas. Reconoció el lugar al instante: la mansión de Davos.

No sabía exactamente cuánto tiempo había dormido, pero moría de hambre. La sed quemaba en su garganta como si nunca en su vida se hubiera alimentado. Estaba en una maldita silla, con las cuerdas llenas de verbena en sus muñecas, y un olor putrefacto entro por sus fosas nasales.

Alzo la vista, y lo primero que vio fue a lo lejos en un tipo de columna... la cabeza de Katherine.

Había olvidado por completo a la perra Pierce, pero nunca se sintió más feliz de ver una cabeza fuera de su cuerpo. A pesar de que probablemente en unas horas su cabeza estuviera a su lado.

-Veo que te gusta la nueva decoración de la casa. –la voz de Davos hizo que un escalofrió recorriera su cuerpo. –Pierce sufrió mucho antes de la muerte, Jane.

Jane se removió en la silla, incomoda. Estaba en el vestíbulo, y Davos estaba frente a ella, junto con otros dos vampiros. Los nudos estaban muy bien hechos, porque no podían deshacerse de las cuerdas.

-Suéltame. –dijo después de varios intentos, cuando sus muñecas empezaron a sangrar. –Mierda, duele.

-Lo sé, yo mismo reforcé los nudos y una bruja me ayudo a que la verbena se fortaleciera... no podrás quitártelas, Jane. –dijo Davos.

Jane lo miró molesta.

-¿Qué vas a hacer, matarme?

-No, pero debería. –respondió Davos. –Jane, ¿esto se te hace conocido?

La espada, sostenía la espada en sus manos. La espada era de madera, y tenía varios signos de brujería labrados en ella.

-Ibas a matarme con esto. –murmuró Davos. –No sé si debería de encerrarte aquí durante los siguientes dos siglos, o matarte.

Jane paso saliva.

-Pudiste poner tu vida en peligro, todo por escuchar a ese imbécil de Connor.

Connor. Lo recuerdos vinieron a ella como balas, como le rompió el corazón justo antes de que la trajeran allí.

-No te preocupes, lleva días buscándote y cuando lo logre... -señalo la cabeza de Katherine. –Va a irle peor que a Pierce.

Jane tiro nuevamente de las cuerdas, paranoica. Quería irse, quería advertirle a Connor y correr de Davos lo más rápido posible. Pero no podía, la tenía atrapada.

-Pero mientras, voy a enseñarte lo que pudo haberte pasado si usabas mal esto.

Antes de que la chica pudiera decir algo, el vampiro al lado derecho de Davos le extendió su mano, y Davos hizo un pequeño corte en su dedo meñique. Sangro, y de un segundo a otro su piel empezó a palidecer, como si le hubieran encajado una estaca en el corazón.

Su cadáver cayó al instante, solo por un rasguño de la espada.

*

Connor volvió a beber de la botella de Bourbon, porque ya llevaba varias. Estaba en crisis, y Damon era el indicado para acompañarlo.

-¿Cómo demonios no lo vi venir antes? –pregunto Connor nuevamente, mientras que Damon bebía de su vaso, como las personas normales, no como Connor, que bebía salvajemente de su botella. –Es decir, la he tratado como mi maldita hermana todo este tiempo... es natural que salga corriendo de mí al saber que la amo.

-¿Por qué tratas como una hermana a mi hermana? –pregunto Damon, que también estaba algo ebrio. –Es decir, yo puedo tratarla como hermana, porque es mi hermana... pero, tú la amas, deberías de tratarla con prioridades.

Jane SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora