Capitulo 54. Hermanita, hermanita

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"Todo lo que fui se puso en venta" dice la letra de una de las músicas que tanto amabas escuchar, y creo que esa ahora es mi realidad. Errores cometidos a causa de estupideces impregnadas. Hay cosas que jamás podré olvidar, porque he sido un insensato, lo siento tanto, tanto, quisiera estar muerto, quisiera nunca haber sido quien fui.

Dudé mucho antes de teleportarme, lo dudé porque sé que no debería hacerlo, porque soy consciente de que lo hago más para apaciguar un dolor superficial que por enojo.

Pero finalmente lo hice, Helios es un idiota, y siempre he sido una malcriada al momento de reaccionar y quizás eso ya no cambie más porque simplemente no quiero hacerlo.

Llegué a mi casa tal como lo planeé, ahora estoy frente a ella, mirando el pasto crecido, las puertas cerradas.

Camino hasta el arbusto de naranjal que está pegado a la pared, allí tomo un ladrillo flojo y lo retiro, y voíla ahora tengo la llave de emergencia.

Cuando salgo de debajo del arbusto observo a mi alrededor, y me extraña no haber sentido ninguna sombra.

La calle está oscura y vacía, para una tarde de verano, eso es raro.

Abro el portón, y paso por mi patio abandonado, luego abro mi puerta, la casa está tan sola, vacía, empolvada, pero todo está justo en su lugar.

No presto atención a los detalles, más que al olor de mi casa, lo cual me trae millones de recuerdos.

Sin más, subo las escaleras hasta mi habitación, todo está tal cual la dejé, no dudo en desvestirme en medio del cuarto, y por capricho mío doblé la camisa y el canguro de Helios dejándolo impecable sobre mi escritorio. Del cajón saco una toalla y directo al baño, ya no soporto mi olor a sudor.

Abro la ducha, y siento el agua tibia de mi casa, que bello, después de que ayer una víbora ha deslizado su piel sobre la mía, debo decir que este es el paraíso.

Me enjabono unas cuantas veces y me lavo la cabeza con el shampoo que sí va a mi cabello, es tan distinto a eso que usaba en el campamento.

Apago la ducha, me seco, y del cajón que tengo aquí retiro ropa interior. Me miro a espejo, y veo mi rostro tan pálido que me da miedo verme así. Salgo del baño, mientras el cabello gotea mojando el piso de parquet, son pequeños placeres de la vida en verdad.

Ahora parada en medio de mi habitación me pregunto si en verdad haré lo que planeo. Observo mi reloj ubicado sobre la mesa, faltan 20 para las 20:00hs. Y eso me da bastante tiempo.

Así que, envuelta en mi toalla tomo mi móvil, lo miro por un segundo hasta que decido al fin discar.

— ¿Hola? —pregunta una voz en medio del barullo, la voz de esta chica suena temerosa, pero cálida.

— ¿Dana? —pregunto insegura— Soy Zaf, y llamo para pedirte un favor.

— No he borrado tu número Zafiro —dice un poco más distendida—Sabía que eras tú, solo que me extrañó... dime amiga ¿Qué quieres?

— ¿Hugo sigue trabajando en la discoteca de Alexandra? —Pregunto mordiéndome las uñas.

— Sí, acaba de ir para allá ¿por?

— ¿Podrías pasar por mí en una hora y llevarme junto a él?

El silencio quebró ambas líneas, no podía oír ni siquiera la respiración de Dana, alejo el móvil de mi oreja y observo que la llamada no se ha cortado. Así que lo vuelvo a acercar.

—Ok— dice al fin.

— Si crees que le hará mal verme, puedes decírmelo y no iré— digo mordiéndome de nuevo las uñas.

La Piedra y El Sol [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora