Capítulo 44. Mamá

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Estábamos frente al que fuera nuestro colegio, me solté de la mano de Helios y corrí hasta la enorme entrada donde aún había una cinta amarilla para que no se pase. Desde aquí se ve el edificio negro por la carbonilla del incendio y en la muralla un cartel que rezaba con grandes letras doradas:

"Por los desaparecidos en un fatídico día, el colegio no reabrirá hasta el año que viene, donde honrarán la memoria de sus desaparecidos."

En las paredes estaban las fotos en blanco y negro de cada uno de ellos. Con sus nombres abajo.

El primero era la de Ebe, lucía hermosa con su uniforme de gala, y llevaba una sonrisa, abajo su nombre completo y fecha de nacimiento.

Ebe Anahí Lendra Saragusti 20—04—1997

Me sorprende enterarme que aparte de tener la misma edad, nuestros cumpleaños coinciden.

Francisco Uríel Arrechea Esteche 15— 08— 1999

Helios Anta — Gizah Maríem Anta 4—10—1996

Andree Gonzalo Losada 26—05—1996

Dara Elizabeth Rostea Lug 29—11—1996

Nadir Ailen Pereira Santander 30— 04— 1996

Fernando Isaias Sonta Aguilera 8—07—1999

Paulina Emeri Driat Romero 1—09—1997

Debajo de cada foto hay grafitis que seguro nuestros compañeros dejaron en memoria de esta gente que supuestamente murió. Me pregunto ¿Qué será de los padres de Helios? ¿Cómo estará mi abuela?

Pero ahora mismo hay algo que me intriga, paso por debajo de la cinta policial amarilla para ir al patio del colegio.

— ¿Qué haces? No te traje para eso— susurra Helios siguiéndome, pero la verdad no importa lo que diga, yo sigo mi camino.

Cruzo el patio hasta llegar al fondo donde se encuentra aquel hermoso árbol, el árbol de lapacho blanco que ahora está repleto de hojas, anunciando que faltan poco más de 21 días para iniciar el verano, a pesar de que refresque y una llovizna caiga sobre nosotros.

Con pasos seguros y apresurados me dirijo hasta el tronco y lo abrazo con fuerza, como si fuera un viejo amigo, como si pudiera hablarme, y la verdad equivocada no estaba en ese aspecto.

Cuando mi piel entró en contacto con el tronco, me alivié automáticamente, como si él correspondiera a mi abrazo también. Y de manera instantánea lo vi...

Sentí como si la sabia bañara mi piel y me contara una historia.

Aquel hombre que en mi sueños apareció más de una vez, estaba aquí, bajo el árbol sentado con una mujer, una mujer vestida de bailarina, si no fuera porque no he podido borrar la imagen de esa mujer de mi cabeza me habría dejado embelesada por la escena, era Abigail antes de ser Ader, una joven hermosa, parecía feliz, parecía pura.

—Crees que algún día...— Pregunta ella y su voz es tan suave—... cuando nos casemos y tengamos hijos ¿seré una buena madre? — cuando termina de hacer la pregunta, él la acurruca entre sus brazos y le da un beso en la cabeza.

— Eres buena en todo lo que haces, serás una madre muy bonita, por cierto, pero estoy seguro lo harás bien.

— Tengo miedo— dijo ella con la voz temblorosa y un nudo se me formó en la garganta. ¿tiene miedo porque presiente su muerte? ¿Sabrá ella que algún día será tan cruel y nunca tendrá hijos? ¿Recordará la fría Ader este momento? — El mundo está lleno de maldad, ¿Qué tal si más personas saben lo que nosotros sabemos? ¿Qué tal si usan las rocas que estudiamos para hacer que las cosas vayan peor? El ser humano es muy codicioso de poder, ¿qué tal si alguien incapaz de usarlas las busca y las toma para que todos nos volvamos sumisos ante su gobierno de terror, tal y como pasa en algunas partes del mundo?

La Piedra y El Sol [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora