Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?

Start from the beginning
                                    

- ¿Es necesario...? -no termino la pregunta, Haymitch me corta ordenando que suba a la nave que ya está aterrizando cerca y que lo siente pero que Gale se buscó el castigo.

Reanudamos la marcha, el pelotón de guardaespaldas me rodea a mí y mis aliados para protegerme, aunque parece haber pasado el peligro. Gale va más atrás, esposado y flanqueado por dos escoltas, lo suben sin muchos miramientos a un jeep, que parte raudo siguiendo al otro. Alcanzo apenas a dedicarle una mirada de despedida a mi amigo, espero verlo pronto y que el castigo no sea muy drástico. De repente me siento mareada, me duele todo, veo puntos negros; creo que son quienes me rodean pero no estoy segura, los puntos bailan a mi alrededor, una bruma me envuelve y antes de caer desmayada oigo a Finnick llamando mi nombre preocupado y tomando mi pulso, siento que me levantan en brazos. A medio camino a la nave, vomito sobre Bogss, que suspira de cansancio o resignación. "Aguanta, descerebrada, ya llegamos", oigo decir a Johanna y también oigo unos pasos que se acercan corriendo por la rampa: "¡Rápido, quizás tenga una hemorragia interna!", creo que ése fue Plutarch.

Cuando despierto, estoy limpia, calientita y parchada en un catre de campaña; todo un lujo considerando que la tropa duerme en sacos sobre el suelo.

- ¡Despertó la descerebrada! -anuncia Johanna en voz alta desde una silla y Finnick se me acerca levantando una cortina que cuelga de una barra.

- Por fin despiertas, Sinsajo dormilón -me apunta con una sonrisa- ¿Cómo te sientes?

- Un poco machucada pero bien -contesto y luego levanto un poco la cabeza mirando alrededor- ¿Y dónde esta Gale? -pregunto alarmada, recordando que se lo llevaron esposado.

- Bajo custodia por falta grave, agresión a un superior, desacato reiterado e indisciplina -señala Jackson desde el otro lado de la cortina blanca.

La teniente corre de golpe la tela deslizando las argollas por la barra, yo intento asimilar todas las acusaciones. Al otro lado y en una camilla está Boggs y un médico le está ajustando con correas una máscara plástica color piel, el comandante se queja, por el dolor, y el médico le indica que hable lo mínimo las primeras veinticuatro horas y que coma blando. No me equivoqué con lo de la nariz rota. Luego el hombre de blanco viene a revisarme. Johanna y Finnick se apartan pero los dejan quedarse; estamos en una tienda donde tratan a los heridos y donde recuerdo no se permiten visitas de más de cinco minutos, pero dado que soy el Sinsajo y que pedí tener a mis aliados en todo momento conmigo, pues Mason y Odair se sientan agarrando palco para mi auscultación (tengo puesto un camisón, por suerte no me desnuda, sólo me lo sube para ver mi tórax y abdomen, Finnick mira respetuosamente hacia otro lado, igual Boggs). El doctor me cuenta que sólo estoy policontusa, es decir toda golpeada y con muchos moretones, por eso me duele todo, aparte de varios rasguños y cortes. El más grande es un tajo de unos diez centímetros en la pantorrilla, causado por un fragmento de metralla que me pasó por la pierna, el cual está ahora en la mesa de noche, junto a un vaso de agua. Me sorprendo que en vez de zurcirme con puntos, como lo hacía mi madre con los heridos de las minas, me han puesto un pegamento líquido azulino que sutura la herida al contacto. Tecnología del Capitolio replicada por los expertos del 13, me explica el hombre, señalando también que él fue formado como médico para atender agentes de la paz pero se pasó al lado rebelde. Está más preocupado por el posible daño cerebral a consecuencia de las explosiones, ya que mi conmoción todavía no se había curado del todo, pero no veo doble ni nada de eso y puedo pensar con bastante claridad. Se retira luego de ordenarme reposo por cuarenta y ocho horas, lo que no me agrada y protesto, intento levantarme o sentarme pero me duele todo y debo recostarme otra vez.

He dormido toda una tarde y la noche entera, así que estoy muerta de hambre. Un soldado entra equilibrando dos bandejas, con un cuenco y una cuchara cada una. Me pasa la mía mientras Finnick me acomoda gentilmente un almohadón para reclinarme. Estoy hambrienta y el  tamaño de mi desayuno me resulta decepcionante: unos cuantos trozos de pan remojados en leche tibia. Alcanzo a ver la misma papilla en el pocillo de Boggs. Este empieza a comer con dificultad al abrir la boca, en  cambio yo me zampo mi ración de tres o cuatro grandes cucharadas. Y enseguida me arrepiento de mi ansiedad... siento asco, se me revuelven las tripas y devuelvo todo.

Sinsajo HeridoWhere stories live. Discover now