Capitulo 38

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Sumido en un sueño eclipsado vio su niñez. Eran recuerdos en los que estaba pero nadie lo veía.

Su madre tomaba en brazos aquel pequeño que lloraba detrás de los cultivos de las uvas. Lo apapachaba, le daba besos más tiernos por todo el rostro.

Madre... ─dijo pero nadie lo escuchaba, era un fantasma.

El pequeño corría hacia su padre.

─¿Qué pasa pequeño? ─su padre le sonreía─. Te volviste a caer.

El pequeño asentía.

Lo alzo en brazos.

─Eres lo mejor que me ha pasado, Santi. Eres lo mejor de mi vida ─su padre lo abrazo fuertemente─. ¿Sabes por qué te llamas así?

El pequeño negó.

─Santi, es...

─Un nombre especial ─dijo su madre─. Eres el fruto del amor, sin ti, no sé lo que haría, sin ti nada tendría sentido, sin ti, tu padre y yo no estaríamos felices. Por eso decidimos ponerte Santiago.

─Sonara tonto ─su padre le hacía cosquillas─. Pero el diminutivo de Santiago es Santi, y Santi para nosotros es Sin ti.

El pequeño abrazo a su madre.

El Santi fantasma permaneció allí, hasta que oscureció nuevamente y esta vez el pequeño era un adolecente que iba caminando de la mano con su hermanita. El Santi que nadie veía los seguía por los cultivos mientras escuchaba la conversación.

Esos recuerdos que alguna vez vivió y que no recordaba estaban floreciendo con rapidez. Pronto oscurecería, camino descalzo hacia la casa, dentro estaba el funeral de su abuela. Había fallecido a sus quince años. Todos vestían de negro.

El Santi fantasma dejo la sala, y camino lentamente hasta su habitación, el pasillo parecía distorsionarse porque cada vez que se acercaba a la puerta, esta se alejaba. De pronto miro sus manos, eran casi trasparentes, se fijó en la sangre que corría por su abdomen.

Voy a morir. Y nadie puede hacer nada.

Una puerta se abrió, en su interior la iluminación era intensamente blanca. Entro y otro recuerdo apareció. Era el día de la disputa con su padre.

Su padre le gritaba a su madre mientras ella se cubría para que no la golpeara otra vez.

─¡Firma esos papeles!

─No firmare nada.

─¡Que los firmes te digo! ─su padre la tomaba por los cabellos.

El Santi fantasma comenzó a llorar, sus lágrimas luminosas caían hasta chocar contra el suelo. Este recuerdo estaba más que plasmado en su memoria; un Santi de dieciocho corría molesto, forcejeaba contra su padre hasta que soltó a su madre.

─¡¿Qué crees que haces?!

─Protegiendo a mi madre ─el Santi joven comenzaba a llorar.

─¿Y con llorar crees que la vas a defender?

─Santi, por favor déjalo.

─No, madre. No puedo dejar que te vuelva a poner una mano encima.

Su padre comenzó a burlarse. Le dio una bofetada, y al ver que no se defendía le dio otra.

─Déjalo, Eric ─su madre comenzaba a llorar.

─Firma los papeles.

─Madre, no lo hagas ─dijo el Santi joven.

Rincón Exquisito © (Editando)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant