Capitulo 25

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No había nadie en casa. Solo era él y Melissa, que lo observaba con esa mirada acusadora.

Se acercó a su novia, cuando intento darle un beso pero se alejó─. ¿Qué ocurre?

─Nada ─continuo sentada leyendo un libro de la historia del vino.

Su rechazo lo incomodaba.

─Melissa.

─¿Qué?

Le quito el libro, la sujeto de la mandíbula y la beso con pasión y deseo. Ella lo acepto, como iba a rechazar tan suculentos labios.

─¿Ahora me dirás que ocurre?

─¿Dónde has estado? Te mande varios mensajes. Santi, has estado con Carla.

─Mónica te lo dijo ¿verdad?

─Eso es lo de menos.

─He estado con ella.

─¿Ha que has ido? No me mientas.

─No me atrevería a hacerlo ─se sentó a su lado. Volteo pero ella seguía en ese libro, solo se limitaba a leer en silencio─. Necesitaba hablar con ella.

─Explícate ─cambio de hoja.

─¿Estas molesta? ─le dio un beso en el cabello.

─No me beses hasta que me expliques que hacías en casa de tu ex.

─Escucha hay cosas que aún no he superado.

─Osea que estás conmigo y aun no la olvidas ¿es eso?

─No, no, no, lo que no supero es su engaño, siempre he tenido esa espina de curiosidad por saber por qué hizo eso.

─Ahora estás conmigo, Santi, conmigo y no con ella ─cerro el libro, lo miro, estaba serio y con la mirada en ella─. Déjalo ir, te lo pido por favor.

─Me cuesta, en verdad que me cuesta hacerlo. Todo tiene relación, ella y el club. Cuando entre a ese lugar me encontraba en la universidad, pensaba en ella, cada mujer con la que me acostaba era siempre ella. Hasta que apareció Sandra, ella me apoyo para tratar de superar ese agrio recuerdo.

─¿La quieres?

─Si, es una excelente mujer y amiga.

─A veces me da celos esa mujer, saber que se acostó contigo, y ahora que te apoyo, pero tengo mis razones para verla con buena cara. Pero no pienses que con esto ya caí rendida, continua.

Sonrió. Era muy tierna aun enojada.

─Después conocí a Brenda, deje el club por ella, nuestra relación iba bien hasta que se enteró. Antes de dejarme, dijo que era una persona asquerosa... ─se retrajo─. Después... decidí no dejar para nada el club, lo único que me importaba era el sexo.

─Muy solidario ¿no? ─su risa burlona era encantadora.

─Pero las cosas cambiaron cuando tu ausencia llego a mi vida, esos días fueron insoportables, luego me despidieron y me sentí lejos de ti. Lejos de tu mirada, de tus voz, de tus ojos, de esa boquita, y de esos pequeños y apetitosos labios rosas ─le gustaba verla sonrojada─. Decidí darme otra oportunidad, salir con alguien de buenos sentimientos, y esa persona eres tu ─inspiro cerca de su boca─. Te quiero para mí, solo para mí.

Estampo sus labios en los suyos─. Adoro esa labia. Los días sin ti fueron soledad. No me entere de que te despidieron hasta el tercer día, ya no te volví a ver y me dolió mucho. Eres un hombre de buenos sentimientos, un hombre al cual quiero y dese-

─¿Deseas? ─levanto una ceja─. Vamos dilo.

Se levantó del sillón─. Hay algo de lo que quiero que hablemos.

─¿Qué ocurre? ─pregunto al ver su mirada llena de preocupación.

─Es acerca a lo que sucedió anoche

Nerviosa comenzó a parpadear.

Levanto su mentón─. Escucha, no voy a lastimarte, no hare nada que tú no quieras hacer. Lo que ocurrió anoche fue algo nuevo para ti, lo sé. Estas sorprendida...

─Aquella sensación fue demasiado para mí, sentí que si seguía podría perderme.

─No te perderás porque yo estaré a tu lado.

─¿Cómo lo sabes? Santi, tengo miedo, esa es la verdad, te quiero y.

─¿Y?

─Te deseo, ya, lo dije ok ─Santi sonrió triunfador─. Anoche no pude dormir, te tenía en mi mente en todo momento. Hice algo que ─se cubrió su rostro enrojecido.

─Ven aquí ─la tomo en su pecho─. No debes de sentirte mal-

─Santi, terminaste dentro de ese club por lo mismo, porque te encantaba tener sexo con todas.

─¿Cómo debería tomar eso? ─comenzaba a molestarse.

─No quiero eso Santi, ¿qué tal si me gusta y quiero más?

─Olvídalo ─se dio la media vuelta─. Cuando estés mejor hablamos. Para tu información, estuve en el club por placer, porque me gustaba sentir eso, ahora puedes juzgarme.

Al salir azoto la puerta.

Ella se quedó sola, pensando en sus últimas palabras. Era consciente de que no quería ser como él. Tal vez no supo cómo transmitirle lo que sentía en ese momento.

La puerta volvió abrirse.

La tomo por la fuerza en un suculento beso, la devoro, al principio ella se resistió pero a medida que la atacaba con un frenesí de besos, se dejó llevar. La tiro sobre el sofá y la siguió atacando. Le quito la playera. En ese momento no le importaba si alguien llegaba.

─Ahora dime ¿tienes miedo? te dije que no hare nada que tu no quieras ─se tumbó sobre ella─. Lamento lo que dije ─susurro─. En el club estuve por placer pero también por dinero, me acosté con muchas mujeres, pero eso no quiere decir que a ti te vea como una de ellas. Yo te quiero, y no miento al decir que también te deseo, pero todo será a tu ritmo, no al mío. Me tienes loco.

Lo abrazo─. Ayer en la bañera me... ─apenada comenzó a sudar─. Mi cuerpo era diferente, mi mente no era la misma. Me toque... no sabía lo que podía hacerme yo misma, llegar a un punto de total satisfacción.

─¿Nunca te habías masturbado?

─Nunca, después de hacerlo me sentí sucia.

─No debes de sentirte perturbada por eso, pocos son los que descubren el placer de sus cuerpos.

─Mientras lo hacía imaginaba pensé en ti.

─Vaya que pervertida me saliste ─sonrió.

─No es broma, tengo miedo de esta sensación, que tal y término como-

Se silenció, no podía contarle lo que Mónica le había confesado: Carla fue quien destrozo a mi hermano, se acostaba con otros mientras era su novia. Cuando le pregunte por que hacia eso, ella solo me respondió diciendo que querías más, porque mi hermano ya no lo complacía como ella quería. No lo comprendí, tan solo tenía once años y para eso, mi hermano ya se había marchado.

─¿Tienes temor a perderte en esa sensación?

─Sí ─asintió mirando esos azules cautivos.

─No te perderás. Eso te lo aseguro.

─¿Cómo puedes saberlo?

─Por que tú eres fuerte, es suficiente para saber que sabrás manejarlo.

─Necesito pensar bien las cosas. Por lo pronto solo quiero disfrutar de nuestros días aquí. Y por favor, arregla ese asunto con Carla, sea lo que sea. No quiero que nada se interfiera.

─Así será. Y ahora que ya ha aprendido a tocarte, que tal si me dejas hacerlo ─su pícara sonrisa la descoloco.

─¡Claro que no! ni que estuviera loca.



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