-¡Si!

-Levántate. -dijo sonriendo aún, y mirando al frente. Lo miré entre preocupada, y confusa.

-¿Qué? -solté una risita nerviosa. Él también se rió, y giró ligeramente su cabeza para verme.

-Que te levantes. Agárrate del borde, y luego, levanta tus brazos. Pero con cuidado. Quiero que experimentes esto, pero sin dañarte. -agregó al final. Lo miré embobada, preguntándome como es que psicológicamente, pudiéramos estar tan conectados. Es decir, hace tan solo unos momentos mis pensamientos solo estaban en cuanto lo amaba y en las sensaciones que uno solía pasar por alto.

Asentí mientras lo miraba. La carretera estaba desierta. Desabroché mi cinturón de seguridad algo asustada. Justin de hecho, no llevaba el cinturón. Sin dejar de pisar el acelerador se impulsó con rapidez, quedando sentado en la cima de la cabecera de su asiento. Sonrió en plenitud, y sin dejar de agarrar el volante, me miró desde ahí. Me reí y me lleve las manos a la cara gimiendo.

-¡Justin! -lo reprendí. El viento golpeaba con fuerza su rostro, su cabello, y su maravillosa sonrisa.

-¡Levántate! -ordenó sonriendo. Aún llevaba sus gafas de sol, pero sabía que sus ojos brillaban de libertad y alegría. Me mordí el labio, y negué riéndome. Él insistió, y en el siguiente minuto, estaba agarrada como el me lo dijo, del borde, donde terminaba el parabrisas. Gemí y solté todas las risitas nerviosas que estaba guardando.

Justin me miró.

-Fantástico, ¿no? -dijo sonriendo.

Asentí, mirándolo con adoración. Él tuvo otra vez ese cruce.

-¿Qué dirías si suelto el volante? -preguntó sonriéndome.

-Que estás más loco que una cabra-me quejé riendo.

-¿Confías es mi? -preguntó luego de unos segundos pensando.

-Si.-susurré sin dudarlo.

-Entonces declárate enamorada de un loco sin remedio alguno.

Ya sabía que estaba enamorada de un loco. Él estaba tan... atormentado. Tan loco. A veces era controlador, y otras veces se volvía tan liberal que asustaba. Otras veces daba miedo. No a mí, sino que lo imponía. Me había enamorado del diablo. Del peligro, de la egocentricidad convertida en persona.

Entonces soltó el volante. Solté un chillido, algo como un grito ahogado, pero sin temor. No temía de él. La seguridad que tenía en sí mismo era aún más fuerte que la mía, aunque a veces se veía claramente flaqueada. Ahí era cuando tenía sus momentos de vulnerabilidad. Cuando los demonios de su pasado se apoderaban de él y entraba en un transe de desesperación, que, estando con él había tenido que vivirlo unas tres veces brevemente me pregunté cuan a menudo se sentía atormentado.

-¡Justin no! -gemí. -¡Toma el volante!

-Te estás riendo-dijo él con una sonrisa .

-¡Toma el volante!

-Vamos en línea recta nena. Y no hay ningún auto además de nosotros. Relaja ese cuerpo.

-No me llames nena. -me crucé de brazos.

-Muñeca-dijo con una pequeña sonrisa. Luego lo pensó unos segundos. -Mi amor.

-Ese me gusta. -susurré.

-Mi vida. -dijo ahora.

-Ese también.

Él sonrió.

-Aunque seas todo eso, me encanta llamarte muñeca. -gimió. Su voz era ronca, cargada de deseo y egocentrismo. Como siempre.

Nos pasamos unos segundos más así. Riéndonos como si andar casi parados dentro de un auto fuera lo más divertido del mundo.

BANG ll: Explosion of love.Where stories live. Discover now