«Malditamente encerrados»

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Tres.

Estábamos a un radio de menos de un kilómetros de distancia del segundo banco central de Sydney. Me coloqué con la laptop en un lugar estratégico donde podía tomar la máxima señal para preparar todo. Dentro de media hora debía tener todo listo, para que Megan y Damon entraran al banco y pudieran salir sin ser visto.

La cabeza no me daba para más. Estaba tan nerviosa, que a veces me llegue a equivocar escribiendo códigos. Damon había metido un dispositivo al banco hace dos días. Justo en la bóveda que iban a abrir. Ese dispositivo, me daba una clara de señal de cómo eran los sistemas de seguridad y una idea de cómo burlarlos.

—No soy completamente perfecta como para hacer que funcione durante tanto tiempo, Damon. —Le dije aún con mi vista en la laptop. —Solo durará cuarenta y cinco minutos hasta que puedan darse cuenta de que burlamos su seguridad.

—Es suficiente tiempo. Lo haremos. —Dijo él mirándome.

—Eso espero. —Susurré para mí misma.

Damon estaba claramente animado, y yo sabía que no era solo porque su mejor amigo saldría de la cárcel hoy, ni porque robaría un banco con mi ayuda, sino porque Kendall ayer había ido conmigo en su encuentro, y luego probablemente lo habían hecho como conejos. Y ahora ella estaba aquí, junto a nosotros. Junto a él.

Media hora después estaba a tan solo dos calles del banco. Megan y Damon bajaron elegantemente y equipados como nunca. Me quede en el lugar del copiloto con mi laptop, mi teléfono conectado, una visualización de los pasadizos que tenía uno de los bancos más antiguos del país, y otra ventana abierta con las imágenes que transmitía cada cámara del lugar. Dos puntos rojos aparecieron en mi pequeño mapa. Entonces cambié direcciones de IP, coordenadas, y todo su sistema. Me sentía totalmente una genio. La voz de Damon resonó en el auto.

—¿Leah?

—Van bien. ¿Tienes la tarjeta? Estoy dentro del sistema.

—Sí, dentro de minutos abriré la puerta, no te preocupes.

—Bien.

—¿La ubicación es correcta? —Preguntó.

—Estás jodidamente bien. —Le dije. —Cuando entres dobla a la derecha y háblame.


Justin's POV.

Era la maldita hora. Me afeite el pequeño bigote que me había dejado crecer, y del cual por cierto Adam se burlaba cada vez que podía. Decía que el intentar ser un hombre no me salía. Tomé las tijeras, y me miré al espejo que era un jodido vidrio roto que había conseguido en el patio. Mis ojos mieles brillaban, era la emoción de escapar, que intentaba controlar y dejar dentro de mí. Corté mi cabello. Dejándolo un poco más largo de lo que lo solía usar antes de caer en este lugar. Me demoré un poco en que quedara relativamente bien. Todos mis movimientos habían sido calculados por mí luego de pasar horas sentado en esa maldita cama sin tener otra cosa que hacer que no fuera pensar. Lo acomodé hacia el lado, sintiéndome como Leonardo DiCaprio. Seguía siendo rubio, como siempre. Lavé mi rostro luego de terminar. Mi apariencia había cambiado completamente y eso era justo lo que necesitaba. Ser diferente.

Al entrar aquí había dejado crecer mi cabello, y mi pequeño bigote que, reitero, era objetivo de múltiples burlas por parte de Adam. Me peiné un poco más, echándome agua en el cabello.

Estaba encerrado en un cubículo de un baño del lado oeste del lugar. Adam, estaba en el sur. Era importante no estar totalmente juntos en esto. Estaba en el tiempo de un pequeño ''receso'' por decirle así. Donde nos dejaban estar fuera de las asquerosas celdas, y salir a tomar aire. El cubículo donde estaba era de una ducha. A esta hora, y en el tiempo de recreación no eran custodiadas ya que la mayoría de los guardias eran puestos en el patio para vigilar a cientos de hombres. Saqué la bolsa escondida allí desde hace una semana en un podrido hoyo en la pared. Salí del cubículo como si nada pasara, y en quince minutos logré colarme a un camarín solo para guardias.

BANG ll: Explosion of love.Where stories live. Discover now