«Compras y malas noticias»

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Once.

Había llamado a mi mamá. Ella siempre solía llamarme. Noche por medio, me preguntaba cómo iba todo y si pronto iba a regresar.

Mi respuesta seguía siendo un no.

Me mataba mentirle. Era mi mamá y siempre, le había contado todo lo que me pasaba, lo que sentía, y lo que pensaba. Y le estaba ocultando algo malditamente importante. ¿Qué haría si me arrestaran, o algo parecido? Ella cree que estoy con una ex-amiga disfrutando de un poco de tiempo ''libre'', visitando lugares europeos y pasándola bien.

No es que lo pase mal justo ahora. Pero me seguía dando... me seguían dando esos estruendos en el estómago, en la cabeza, se me seguían poniendo los vellos de punta cuando pensaba en todo lo que estaba haciendo aquí.

Pero no podía alejarme. Simplemente, no podía dejar a Justin. A pesar de no tener algo serio, a pesar de lo que él estaba haciendo. A pesar, de como él estaba siendo. Quería tener alguna clase de compromiso con él. Algo que lo acercara más a mí. No que se atara, era un poco difícil que él hiciera eso, pero quería de alguna manera, tenerlo solo para mí.

Justo ahora, estábamos en un lujoso hotel. Esto era mientras terminaban de arreglar la casa en que nos quedaríamos. Habíamos volado anoche desde Sao Vicente, a la Isla de sal, y luego habíamos tomado un vuelo internacional con destino a Milán.

Llámenlo gracia, divinidad, suerte, o lo que sea. Habíamos logrado salir con un poco más de once millones de dólares americanos. La seguridad de los Desmond nos había seguido durante unos kilómetros hasta que Kendall, quién había sido muy útil y loca al conducir, logró perderlos. Entonces habíamos tomado un vuelo local, y habíamos llegado a la Isla de Sal dos horas después de eso. Sin inconvenientes, logramos llegar a Milán hace unas horas.

Era de noche, las once. El hotel tenía una vista preciosa. Es más, la ciudad, era preciosa. Por completo. Todo estaba lleno de luces preciosas, el cielo estrellado. Oh, era tan hermoso. Estaba mirando por la gran ventana de la habitación que compartiría con Justin. Era espaciosa, tenía un gran y lujoso baño, una pequeña ''salda de estar'' con sofás caros, alfombras caras, y floreros caros.

Y una cama matrimonial alta, acomodada, y llena de almohadas puesta justo en frente de una televisión de pantalla gigante. Sentí una respiración suave en mi cuello, y segundos después los brazos de Justin me rodeaban con cuidado por la cintura. Apegó su aliento más a mi cuello, provocándome cosquillas, y haciendo que escondiera mi cuello. Reí y él beso mi mejilla.

—Justin me haces cosquillas—Dije a penas.

—Supongo que estarás feliz aquí. Milán, moda, Leah. Una buena combinación. —Susurró en mi oído.

Me reí suavemente. Y tragué.

—Seré feliz en el lugar que sea. —Acaricié su cabello levantando mi brazo y llevándolo hacia atrás. —Siempre que esté contigo. —Agregué en voz baja.

—Estuviste asustada—Murmuró. —Lo noté.

—¿Cuándo?

—Cuando salíamos de la casa de los Desmond. Te asustaste, y me sentí mal por eso. Te asustaste de mí. —Dijo cerrando sus ojos, y enterrando su nariz en mi cabello.

Callé. Si, había tenido miedo. Pero no de él exactamente, sino de todo.

—No tuve miedo de ti.

—Fui brusco contigo. Y lo siento. De veras que lo siento. —Murmuró. Me giré como pude y acaricié su rostro.

—Ya pasó. No tengo miedo de ti. Jamás lo tendría.

Él suspiró y me regaló una media sonrisa. Besé sus labios, a penas ronzándolos y con una tierna sonrisa de por medio. Los besé muchas veces, cortas y suaves veces. Subí mis manos a su cuello, y me apegué a su pecho. Inhalé su perfume.

BANG ll: Explosion of love.Where stories live. Discover now