«Ideas, sobornos y abogados»

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Capitulo veintiocho.

Creo que lo peor de todo es que sin estar a su lado, me sentía perdida. Desequilibrada, insana, extraña.

Horrible.

La situación en la que me encontraba no era la mejor del mundo. Hace tres noches había cenado con Adrián Moreau. Se había convertido en todo un hombre, caballero, y demás. Prometió intentar ayudarme a sacar a Justin de allí pero ambos sabíamos que eso no llegaría lejos. Tenía que hacer algo por mi cuenta. Tenía que sacarlo de allí antes de que algo peor pasara.

¿Cómo mierda fue que termine en este lugar?

Miré a mí alrededor, cuestionándome si amarlo como lo amaba valía la pena. Si estar aquí valía la pena. Me respondí a mí misma que sí, porque lo amaba. Oh dios, lo amaba como a nadie en este mundo. A pesar de ser la persona más oscura que alguna vez haya conocido era mi luz, mi amor. Mi adicción.

Me gustaría poder encontrar las palabras perfectas para describir lo que sentíamos por el otro pero simplemente no existían. Era todo tan mágico, tan exitoso. Tan brillante. Eléctrico, magnético.

Me encontraba en un auto yendo a la estación de policía donde trabajaba Adrián y también Steve Robinson. Me iba a meter en la boca del lobo, lo tenía claro. Pero tenía que hablar con Adrián aun así eso significara que lo metiera en problemas.

De todos modos, a mí no me importaba.

Mi enfoque estaba en Justin.

Brevemente recordé las palabras que me había dicho Adrián la noche en que cene con él;

¿Crees que quererlo como lo hago sea un crimen, Adrián?

No Leah. El amor no es un crimen.

Tal vez nuestro amor era un crimen. No el acto de amar. Si no el acto de nosotros al amar. Es que, maldición. ¿Habría algo en el mundo que no me atreviera a hacer por él?

El cinturón apretó mi cuello cuando de golpe me fui hacia adelante por el frenazo que pegué. Tan hundida en mis pensamientos no me había dado cuenta de que casi atropello a un peatón. La mujer me miró asustada. No había alcanzado a rozarla pero estuve a punto. La miré también con los ojos bien abiertos. Ella suspiró, me dio una última mirada y siguió caminando. Cerré mis ojos, respirando erróneamente.

Había ido a ver a Justin sólo un día desde que llegue a Sydney. A pesar de que me volvía loca por volver a verlo Adrián había aconsejado que no fuera todos los días porque según él Steve revisaba cada visita, cada movimiento, y cada conducta de Justin y no quería que me notara allí.

Entre al cuartel policial como si jamás hubiera cometido un delito en mi vida. Estaba usando unos jeans claros, zapatos con plataforma negros, un sweater también negro, un sombrero, y lentes de sol. Me acerqué al centro de información para preguntar sobre Adrián, pero antes una voz me detuvo.

—Señorita Collins.

Y no era Adrián. Me giré, estando dispuesta a mentir por lo que fuera, y sacar a Justin en cuanto pudiera. Joder, ahora me había arrepentido. No quería meter en problemas a Adrián. Después de todo, ''intentaría'' ayudarme.

Me quite los lentes de sol para mirar al agente que tenía en frente. Steve Robinson me miraba atentamente. Con su uniforme relativamente estirado y un vaso de un expresso de Staburcks en su mano derecha. Rodé los ojos, pero internamente. Típico de policías. Café y donas.

—Me alegro de verla. Planeaba buscar su ubicación hoy por la tarde.

—Que coincidencia. —comenté.

BANG ll: Explosion of love.Where stories live. Discover now