Capítulo 18: ¡Estás Vivo!

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Finnick, Johanna y yo sudamos y temblamos al recordarlo; dejo caer mi mano al costado. Peeta no necesita un pincel para pintar las imágenes de los Juegos. Sabe trabajar igual de bien con las palabras. Luego Peeta empieza a lamentar haber permitido que nos separaran, haber hecho alianzas y no largarse conmigo cuando se lo propuse aquel día.

- Mi deseo era salvar a Katniss... pero aún sin saber lo de los rebeldes, había algo que fallaba. Me arrepiento de no haber huido con ella antes, como me lo había sugerido -manifiesta con voz trémula.

-Cuando te quedaste en el árbol del rayo, mientras Johanna y Katniss se llevaban el rollo de alambre hasta el agua -aclara Caesar.

- ¡No quería hacerlo! Pero no pudimos objetar el plan sin dar a entender que queríamos romper la alianza. Cuando se cortó el alambre comenzó la locura -exclama Peeta sobresaltado y sonrojándose de la emoción-. Sólo recuerdo algunas cosas: haber intentado encontrarla, ver cómo Brutus mataba a Chaff, matar a Brutus... sé que ella me llamó. Después el rayo cayó en el árbol y el campo de fuerza que rodeaba la arena... voló por los aires...

- Lo voló Katniss, Peeta. Ya has visto las grabaciones -señala Caesar con tono calmado pero firme.

- ¡Ella no sabía lo que estaba haciendo! Ninguno entendíamos el plan de Beetee. Se ve claramente que Katniss intentaba averiguar qué hacer con el alambre -responde Peeta aún más exaltado.

Mi esposo me defiende, pese a las acusaciones en mi contra; desde el punto de vista de la gente del Capitolio, soy una traidora, fui parte del plan rebelde. Él, no obstante, sigue defendiéndome, rebate a Caesar indicando que Johanna casi me mata al golpearme con el rollo de alambre. Peeta ahora casi le grita al presentador en su cara, que cómo podía ser parte del plan si no entendía lo que pasaba, que yo no tenía la intención de hacer estallar el campo de fuerza, quedar paralizada por el rayo, poner en peligro al bebé ni ser rescatada del Vasallaje por unos rebeldes cuya existencia ignoraba hasta entonces.

Siento una oleada de simpatía entre quienes me rodean, siento una mano dándome de palmaditas reconfortantes sobre el hombro. Supongo que es Finnick o Gale. Luego Peeta empieza a dejar mal parado a Haymitch, señalando que no debió confiar en él, así como tampoco en nuestros aliados. La mano amistosa cae de mi hombro y entonces, al mirar de reojo, me doy cuenta que era nuestro mentor quien estaba palmoteándome en señal de apoyo. Entonces la simpatía inicial da paso a la decepción, la incredulidad y un abierto rechazo cuando Peeta pide un alto al fuego, al ser consultado por Caesar sobre la guerra civil en Panem. Así la han llamado en el Capitolio. "Quiero que todos me escuchen, estén en el Capitolio o en el lado rebelde, que se detengan un segundo a pensar lo que podría significar esta guerra para los seres humanos. Casi nos extinguimos luchando entre nosotros la última vez, ahora somos aún menos y estamos en condiciones más difíciles. ¿De verdad quieren que nos aniquilemos entre nosotros? ¿Para que alguna 'especie decente' herede los restos humeantes de la tierra? No podemos luchar entre nosotros, no quedará suficiente gente viva para seguir adelante. Si no deponemos todos las armas, y tendría que ser ahora mismo, todo acabará... hagamos un alto al fuego... ahora", expresa Peeta. 

"Traidor, cobarde, vendido", escucho a mis espaldas... "mentiroso" y "enemigo" se suman también. Plutarch pide calma y trata de acallar las voces de los soldados reunidos frente a la pantalla. Silban y protestan al escuchar sus últimas palabras, que quedaron flotando en el aire. Alto al fuego. Ahora. Okey, mi esposo hizo que pareciera que condenaba a ambos bandos en conflicto, pero, llegados a este punto y teniendo en cuenta que los rebeldes sólo han conseguido victorias menores, un alto al fuego supondría una vuelta al estado anterior. O algo peor. Las acusaciones siguen rebotando en mis oídos, siento que Gale, Haymitch, mis aliados y Plutarch me miran con preocupación, están escudriñando cómo he tomado la propuesta de Peeta. La verdad no sé cómo reaccionar todavía, es imposible procesarlo todo tan deprisa: la alegría de ver sano y salvo a Peeta, su defensa de mi inocencia en el plan rebelde y su innegable complicidad con el Capitolio al pedir que se bajen las armas. Decido que lo mejor es largarme.

Sinsajo HeridoWhere stories live. Discover now