Justo cuando estaba a punto de emprender mi camino hacia el cuarto de baño, veo que él comienza a despojarse de su camiseta, con la que llevaba todo el día, y la echa en un cesto en una esquina de la habitación. Dirige sus manos hacia la bragueta de sus pantalones, pero pronto se detiene siendo consciente de que le estoy mirando desde hace un rato.

Al igual que yo, él tiene una muda limpia sobre la cama lista para cambiarse. Coge toda la ropa haciendo un amasijo con ella, la aprieta contra su pecho y se dirige silenciosamente hacia la puerta del baño.

-¿A dónde vas?

-Al baño -se detiene y señala la puerta.

-P-puedes cambiarte aquí, no me molestará -como una idiota balbuceo y en seguida me arrepiento de haber hablado.

-Me voy a duchar -se explica divertido advirtiendo mi confusión.

La cara me hierve de la vergüenza y desvío la vista. Era éste uno de esos momentos en los que por más que suplicara: ¡tierra trágame!, esto nunca me sucedería.

-Oh... perdona.

Aun con la mirada baja, sé que está sonriendo socarronamente.

-No importa -casi sin darme cuenta, se movió en la habitación hasta alcanzarme y posó la palma de su mano contra mi mejilla-. Aunque cuando quieras que me desnude frente a ti, sólo tienes que pedírmelo.

Encajé esa broma de la mejor forma posible, haciendo un tremendo esfuerzo por no gritarle "tonto" de nuevo. Tras un irresistible y fugaz guiño, él se escabulló en el baño y cerró la puerta. Al minuto, escuché la llave del agua abrirse.

Caí sobre la cama desplomándome y dejé que la sonrisa que anteriormente me había esforzado en ocultar saliera a relucir ahora. Aunque me moría de la vergüenza de solo admitirlo, me hubiera gustado ver algo más que su pecho al descubierto. A cada momento que pasaba con él, mi mente se ensuciaba más. Y la verdad es que no podía echarle la culpa a Liam, era yo sola la que mal pensaba todo el tiempo.

Cuando ya hube aireado mi mente de todos aquellos pensamientos tan calenturientos y tan salidos de tono, expulsé todo el aire retenido y me puse en pie. Rápidamente me desnudé y reemplacé mi ropa por la limpia.

Esperaba paciente sentada sobre la cama en el momento en que Liam salió del baño. Un enloquecedor aroma mezcla del gel que había utilizado junto con su colonia llegó hasta mis fosas nasales. Qué gran fuerza de voluntad tenía como para no desmayarme ante aquel irresistible momento.

Bajamos juntos por las escaleras los dos pisos que nos separaban con la planta baja y llegamos al enorme descansillo que conectaba con todas las habitaciones. A pesar de que ya habíamos pasado por allí aquella mañana, me fue inevitable no detenerme para echarle otra ojeada.

Al ser de noche todo se veía diferente. Las puntuales lámparas de la habitación emitiendo a penas unos destellos de luz lo hacían todo más encantador. Y fuera, tras la enorme puerta a nuestra izquierda de cristales, se podían distinguir los alrededores campestres de la casa iluminados por algunos farolillos que colgaban de los arboles y el embarcadero en penumbra.

Estaba sin habla de lo bonito que me parecía todo. Era una casa de ensueño definitivamente.

Liam me agarró de la mano y tiró de mí hacia la única habitación que se veía iluminada desde donde estábamos, la cocina. Pasamos a través del arco sin que nos fuera difícil escuchar de nuevo las características voces de los hermanos. A carcajada limpia reían y a voz en grito hablaban.

El buen ánimo se me contagió de inmediato, haciéndome alegrar por no haber sido tan tonta de inventarme alguna excusa para permanecer en la habitación escondida de todos.

Junto a tiWhere stories live. Discover now