Capítulo 35 - Huída

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—Sammy.


Eso es lo que había dicho la última vez, hacía ya bastante tiempo. Luego su camino se había tornado silencioso siguiendo la niebla hasta volverse a encontrar con refuerzos de los demonios. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí abajo? Su reloj se había parado nada más llegar, y había perdido totalmente la noción del tiempo.


Las peleas con los demonios le obligaban a tirar de Gracia y eso era agotador. Al final se encontraba jadeando exhausta apoyada en una de las paredes. Se relamió los labios notando el sabor oxidado de la sangre cuando al fin vio el término del sendero de niebla. Por su perder el sentido del paso del tiempo no era suficiente, también había perdido la cuenta de demonios que se había cargado, pero se temía que no iba a poder elevar mucho más la cuenta.


Se acercó con precaución a la puerta, donde la neblina comenzaba a dispersarse. Apoyó la palma de la mano sobre la puerta y notó una especie de latido que la descolocó. Una sensación horripilante le recorrió el brazo hasta el pecho, notando la enorme agonía que aquella celda desprendía.


—¡Sam! —¿cómo abrir la maldita puerta? ... Pues claro, al estilo Castiel: sin respetarla. Se retiró dos pasos y golpeó la puerta con el pie. Esta pareció ceder un poco, pero no acabó por abrirse.— He dicho... ¡que te abras! —sus ojos relucieron dorados cuando asestó la segunda patada y la puerta se hizo astillas. En el interior había oscuridad total, como si la sala fuese una dimensión a parte. Ni si quiera se veía por dónde debía pisar.


Se acercó al umbral y lo atravesó con una mano. Sin embargo, esta pareció deshacerse en un enorme haz de luz. Volvió a sacarla con los ojos como platos.


—¿Q-Qué coño...? —cerró el puño asustada y lo volvió a meter. De nuevo, aquella luz. Al ir metiendo el brazo, comprendió lo que pasaba: la mazmorra revelaba su verdadera forma. Nunca había pensado que podría verse a sí misma fuera de su recipiente, tal y como era realmente. Castiel le había comentado alguna vez detalles sobre su verdadera forma: tamaño del edificio Krysler, las alas... las tres cabezas.


Entrecerró los ojos y atravesó el umbral por completo.





¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Los gritos de Sam se habían apagado hacía días, ya no podía gritar más, incluso aunque solo era su alma, sentía cómo le dolía cada parte de él. Había desistido en el intento de hacer fuerza y liberarse de sus cadenas, atravesándoles los hombros, enredadas entre sus piernas.


Sus vacíos ojos verdosos miraban a su torturador. La verdadera forma de aquel demonio había conseguido aterrarlo, ya no solo por su aspecto sino por su especial esfuerzo y disfrute a la hora de torturarlo.


No había conseguido que Sam dejase de suplicar por perdón ni una sola de aquellas veces. Estaba destrozándolo poco a poco, y aún sabiendo que arriba harían todo lo posible por ayudarle, el tiempo que pasaría allí lo convertiría en algo muy distinto. Dudaba que al salir de allí pudiese haber algo más que una cáscara vacía de lo que antes había sido Sam Winchester.

[Sobrenatural] || Ala blanca, ala negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora