Capítulo 7 - Misterio en Akron

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Habían pasado varias semanas semanas desde que se había unido a los Winchester. Poco a poco, Cheryl se acostumbraba al ritmo de los dos hermanos durante los casos, habían resuelto tres en esos días con una presteza increíble; dos hombres lobo -¡estúpidos chuchos!- y otro espíritu -¡oh, destino cruel!-.


Durante esas dos semanas, la muchacha había comenzado a conectar con los chicos de maneras muy distintas. Si bien Dean era un pervertido, idiota, guarro, insoportable... Al menos podía convivir con él sin apuntarle a las pelotas con la pistola. Y en cuanto a Sam... Bueno, Sam era majo. Más amable y comprensivo que el otro cabeza de chorlito, desde luego, aunque a veces, un poco demasiado ingenuo.


Aún no había visitado ese refugio tan famoso al que el dúo se refería como el Búnker. Se suponía que era el lugar más seguro del mundo, no podían entrar demonios ni otra clase de criaturas. Tal vez ángeles solamente, alguna vez le habían hablado de un tipo de arriba llamado Castiel, por el que ella había cogido cierta simpatía a pesar de no haberle visto nunca.


— Eh, canija, nos vamos de vuelta al búnker. A ver si puedes encontrar algo sobre tu pequeño problema divino. —dijo Dean, recogiendo las cosas del motel en el que estaban.


— Yo ya os estoy esperando. Desde hace media hora. —fulminó Cheryl con la mirada al ojiverde.— Y también sé que serán seis horas aguantándote hasta que lleguemos a Lebanon. ¡Pero tú no te rías, Sam, que me dejas mal! —exclamó ella, que afinaba las cuerdas de su guitarra.


El menor de los Winchester estaba oculto tras la pantalla de su portátil, pero unos espasmódicos movimientos indicaban que se estaba riendo.


— Di lo que quieras, preciosa, pero en mi coche mando yo. —dijo Dean acabando de meter sus cosas algo a presión en la bolsa. Sonrió con suficiencia cargando con un par de bultos y salió fuera para ir metiéndolos en el Impala.— No voy a recibir órdenes de una adolescente.


Cheryl atinó un par de notas.


— Pero si tengo 27... 28 en cinco días, de hecho. –la rubia abrió mucho los ojos cuando una de las cuerdas se soltó y por poco le atizó en la cara.


— ¿Es tu cumpleaños? —la melena de Sam se movió cómicamente para mirar a su compañera. Ella ató la cuerda de nuevo al puente y luego le dedicó una mirada, antes de volver a su tarea.— Vaya, tendremos que hacer algo especial.


— No hace falta Sam. A estas alturas, creo que mi mejor regalo es el de seguir con vida a comienzos de semana. —se aseguró de que la cuerda no se volvía a soltar y comenzó a tararear mientras daba algunos acordes. Le gustaba cantar en público, pero no delante de Sam y Dean a solas: el peligro de que las burlas del mayor hacia ella se incrementasen era demasiado alto. El muchacho de pelo largo se pasó una mano por la cabeza mirándola pensativo. Ya iban varias semanas y ella seguía sin abrirse, lo que resultaba preocupante. Tal vez en cuanto revisara los archivos de los Hombres de Letras ella se dejaría ayudar.


Dean entró por la puerta viendo a su hermano, que miraba a la muchacha tocar sus notas. Se acercó por detrás a Sam sin que éste lo notase y le susurró al oído.

[Sobrenatural] || Ala blanca, ala negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora