Capítulo 15 - Plegarias

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—Hermano, me temo que te vas a tener que buscar otra guitarra. ¿Cómo se te ocurre echarle gasolina al aparato para que brille? ¡Deberían retirarte cualquier permiso para sostener un instrumento, imbécil!


Cheryl lanzó una mirada envenenada al muchacho que le había traído una guitarra toda chamuscada. Hacía ya más de tres meses que estaba con Castiel, pero como las necesidades mundanas también tenían que cubrirse, la chica había encontrado un trabajo en una tienda de música.


Hizo una pompa con el chicle que estaba masticando, tratando de ver si se podía recuperar algo de la quemada guitarra: las clavijas, algo de madera del cuerpo... Nada. Ni las cuerdas, enroscadas por el calor podían quitarse.


— Tío, tienes un problema muy grande. —se limpió las manos manchadas de hollín en un trapo ya de por sí bastante sucio.


—¿No se puede hacer nada? —insistió el muchacho de pelo negro.


—Puedes intentar tocarla, pero en cuanto la cojas, se la va a llevar el viento. —la chica se dio la vuelta en el mostrador, aflojándose un poco más la bandana de su cuello (con textura de franela).— Te puedo dejar otra a precio razonable, pero me da miedo la clase de pecado que puedas cometer con un bebé nuevo. ¡Menudo sacrilegio! Echar gasolina en la madera... Duh.


—Bueno, ya he dicho que lo siento... —el muchacho se había disculpado como cinco veces desde su entrada al local.


—Ya, ya, ahórrate la lástima. —de una cristalera sacó un bonito modelo pintado de negro y azul eléctrico. Era levemente distinto al que había traído el muchacho.— Mira, si prometes que vas a cuidar a esta pequeña, te la dejo en mil doscientos pavos.


—¿¡M-Mil doscientos!? —el chico casi pegó un bote, escandalizado por el precio.


—¡Hey, es barato! Te he quitado casi cuatrocientos dólares del precio original, así que o lo tomas, o lo dejas. —apartó la guitarra nueva del mostrador, volviéndola a meter en su estante y se apoyó frente al muchacho.— ¿Sí? —hizo una pequeña pompa con el chicle y la volvió a meter en su boca. Luego, tocó la guitarra quemada, apartándola de ella.— Y dale un entierro digno a esta pobre, ¿quieres?


—Hm... Lo pensaré. —prometió el chico, llevándose los restos de su viejo instrumento. Cheryl esbozó una sonrisa complacida.


—Volverás. —comenzó a ordenar las baquetas de las baterías bajo una cristalera.— Todos lo hacen.


El adolescente salió por la puerta mientras la rubia seguía dedicándose a lo suyo. No era raro que Castiel se ausentase de vez en cuando, pero ella no podía dejar de preocuparse por él. Estos últimos tres meses había sido un buen hermano mayor, y gracias a él había descubierto muchas cosas de su parte angelical. Como la habilidad de poder invocar sus propios cuchillos angelicales, o la de superponer una naturaleza a otra.


Ese detalle era muy importante: si podía superponer una naturaleza a otra, la reprimida quedaba oculta parcialmente, de modo que si dominaba su naturaleza como ángel no le afectaban las Trampas para Demonios ni el agua bendita. Y viceversa, por supuesto. Aunque para controlarse como demonio habían tenido que recurrir a métodos poco agradables.

[Sobrenatural] || Ala blanca, ala negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora