Capítulo 10: Alma Coin

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- Catnip, ¿me estás escuchando?... ¿qué te pasa?

- ¿Por qué no salvaste a Madge? -le pregunto sin preámbulos.

- Lo siento, lo intenté, la llevé con nosotros... Madge estaba en tu casa viendo los juegos con tu hermana y tu madre, las encontré a las tres en la entrada de la Aldea de los Vencedores y me las llevé al bosque, les advertí del peligro y fui por más gente, intenté convencer a muchos, Katniss...

- Pero no salvaste a Madge... ¡ella era mi amiga! -golpeo la mesa con los puños apretados.

- Iba con nosotros al principio, pero cuando íbamos hacia la alambrada, decidió volver por sus padres... ¡no pude retenerla! ¡había cientos de niños, ancianos y mujeres que sacar de ahí también! -ahora me grita y todos nos están mirando.

- ¿Y por qué me lo ocultaste?... ¿te acuerdas que en nuestra amistad no habían secretos? -siseo bajando la voz.

- No, no los había hasta que te casaste en secreto con Peeta Mellark, no fui yo el que cambió las reglas tácitas de nuestra vieja amistad...  a propósito, ¿cómo debo llamarte ahora... Katniss, soldado Everdeen o señora Mellark? -me espeta con ironía. 

- ¿Celoso? 

- Ese no es el punto... ya acepté que sólo seré tu amigo, si aún quieres que lo sea... pero no me culpes por no decirte lo de Madge si tú te casaste sin decírmelo. Además, me ordenaron no hablarte de nada que te perjudique más.

- ¿Qué dices? ¿quién te ordenó que me oculten algo así de importante? 

- Vamos, acompáñame, ya tenemos que dejar el comedor... ¿oye, te vas a comer ese pan?

- Este... no, ¿lo quieres? 

- No, no es por eso, es porque no puedes llevarte nada al salir, si no te has comido algo o no lo quieres, tienes que devolverlo a la cocina.

¡Maldición! Tal como pensaba, hurtar comida de aquí va a ser muy difícil... si no imposible. Aunque parto el panecillo en dos y finjo comérmelo de dos bocados, me lo guardo disimuladamente en los bolsillos del pantalón, aplastándolo un poco para que no se note el bulto. Vamos al compartimento de los Hawthorne, ambos tenemos un rato libre.

Gale me cuenta que los médicos y hasta los líderes de la rebelión le han pedido a él, mi madre y mi hermana que no me mencionen temas difíciles y dolorosos. Como Peeta, Madge, la pérdida del bebé (ya todos lo asumen como un hecho) o el bombardeo del 12. Me pide perdón por no haber sido sincero conmigo desde el principio. Veo sus ojos grises y sé que no me miente, que dice la verdad, él no me ocultaría cosas porque sí. También agrega que fue idea de la propia Presidenta Alma Coin, que está preocupada por mi salud mental. No es que yo le importe tanto, desde que le informaron que mi estado mental no es el mejor, duda si seré capaz de desempeñar el rol del Sinsajo que insisten en querer adjudicarme y cree que cualquier recuerdo asociado a pérdidas puede alterar mi ya frágil equilibrio emocional. No se equivoca. 

Por mi parte, decido sincerarme con él y le confieso que lo habría invitado a mi boda si Peeta y yo la hubiéramos planificado, pero que Effie y Haymitch nos improvisaron la ceremonia con el brindis de pan tostado y la canción de nuestro distrito. Entonces le muestro el montón de oro fundido que fue mi anillo de bodas. 

- Todos asumimos que era un hecho que uno de los dos no volvería... o ambos. Peeta y yo teníamos la misma intención, sacrificarse y que el otro volviera a salvo al 12... si eso no es amor, no sé qué pueda ser... 

- Ese día que discutimos en la casa del lago, me di cuenta que era inútil intentarlo, que me quisieras, que no sentíamos lo mismo... después tu panadero le cuenta a todo el país que están casados y que serán padres. Pero cuando te vi en la arena con Peeta y vi todos esos besos y más cuando se golpeó con el campo de fuerza, fue la confirmación de que, por mucho que yo te amara, había perdido cualquier posibilidad que hubiera tenido contigo alguna vez...

Sinsajo HeridoWhere stories live. Discover now