Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación

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- Bien, eso es todo... volveré en una media hora y no desperdicien material -indica el hombre de delantal blanco.

¡Rayos! No puse atención y ahora no tengo idea qué es lo que hay qué hacer. Frente a mí hay un lápiz grafito, una goma y una hoja blanca. Miro a Finnick buscando ayuda. Está igual de perdido que yo, en su propia nebulosa. Maldita conmoción cerebral. Miro a Johanna con cara de súplica para que me explique, ella está un poco mejor de la cabeza, al menos el rayo no le dio como a nosotros dos porque estaba más abajo en la pendiente. Se dislocó el hombro luchando con Enobaria, se fracturó la pierna derecha cuando se colgó con su hacha del aerodeslizador, cayó desde varios metros, quebrándose de paso un par de costillas también y le lanzaron la escalera para subirla otra vez. Todavía tiene la pierna enyesada y camina con ayuda de muletas, lo que la pone de peor humor que de costumbre. Beetee tampoco está tan mal, si consideramos sólo su cerebro. Es muy inteligente y está muy dispuesto a colaborar con la causa, pero no tiene madera de instigador, tampoco sirve para soldado si pudiera ponerse de pie, no es un hombre violento, no es de empuñar armas, lo suyo es inventar cosas y planear la forma de vencer al Capitolio con la tecnología. Así que en cuanto pudo sentarse, empujaron su silla de ruedas al departamento de desarrollo armamentístico, ahora apenas lo vemos para comer y pasa la mayor parte del tiempo en la zona de alto mando, que son oficinas secretas y prohibidas para el resto.  

- ¿Qué me miras, descerebrada? -me escupe Johanna, con la pierna herida en alto sobre una silla.

- Es que... no entendí bien qué tenemos que hacer... -balbuceo con timidez. 

- Hacer una lista... empezar por lo más simple que recuerdes, cómo te llamas, de dónde vienes, etc. desde lo más simple que recuerdes hasta lo más complejo -explica, no de muy buena gana- No, Finnick, empieza por ti, tu nombre primero, después metes a Annie en tu lista -le señala al ver que Odair sólo escribe el nombre de Annie una y otra vez en la hoja. Por lo menos, con él es más paciente.

Bien, si quiero salir de esta sala, tendré que hacerlo. Aquí vamos.

"Me llamo Katniss Everdeen, tengo diecisiete años. Mi casa está en el distrito 12 (corrección, estaba en el 12, el Capitolio lo bombardeó). Estuve en los Juegos del Hambre a los 16 y gané con Peeta Mellark, hicimos historia, fuimos los amantes trágicos, él me amaba desde niño, yo... yo me enamoré después y me di cuenta tarde. Nos eligieron de nuevo para el Vasallaje de los Veinticinco, entonces nos casamos en secreto en el Centro de Entrenamiento. Teníamos un plan, protegernos el uno al otro. Pero había otra gente con otros planes. Le di con mi flecha al campo de fuerza. Escapé o más bien me sacaron con Finnick, Johanna y Beetee.  Haymitch es un traidor, un mentiroso. El Capitolio me odia. A Peeta lo capturaron. Lo creen muerto. Seguramente estará muerto. Probablemente, sea mejor que esté muerto..."; no aguanto más y empiezo a llorar en silencio, mis lágrimas caen en la hoja garabateada. Cuesta aceptar que mi esposo está muerto... pero cuesta más pensar que lo están torturando para sacarle información que él no posee y que sólo puede inventarse.

Creo que Finnick también está llorando. Johanna bufa algo y aprieta un botón negro que sobresale del borde en la mesa circular. Se abre la puerta y el doctor más tres enfermeras entran por nosotros. Me percato que una es mi madre, me habla suavemente y me conduce afuera de la sala. Se llevan a Finnick y a una gruñona Johanna de vuelta al sector del hospital, pero mi madre me lleva hacia otro lado, tomamos un ascensor y subimos algunos niveles. Una puerta. La placa señala: 307, Familia Everdeen. Así que este es nuestro compartimento. Dos camas tipo literas, un lavamanos adosado a la pared, una silla y una cómoda para guardar la ropa que nos entregaron; es todo el mobiliario. Mamá me dice que en el primer cajón están mis dos uniformes, ropa interior y mis cosas, excepto el tubo de pomada dermatológica que fue a parar al hospital. Abro el cajón y encuentro el paracaídas plateado con la espita, la perla de Peeta... y un montoncito dorado fundido. El anillo de boda. Me lo quedo mirando junto con la perla. Siento que mi madre me da unas palmadas en el  hombro, retengo su mano, quiero que se quede ahí, prolongando ese contacto tibio. Apoyo mi cabeza en su hombro y dejo que me abrace, hace tiempo no nos damos un abrazo madre-hija, desde que intenté arreglar nuestra relación entre mi regreso de los primeros juegos y el regreso a la arena. En eso llega Prim muy contenta y se alegra más de vernos abrazadas y de saber que estoy de alta por fin (acabo de enterarme ahora que mamá lo dijo). Mientras me cambio la camisola y pantalón del hospital por el uniforme gris, Prim nos cuenta que la han seleccionado como ayudante de enfermería, acá en el 13 tienen un muy buen hospital y mi madre trabaja allí por turnos, claro que no la consideran sanadora ni doctora, apenas una enfermera, pero ya es algo y ahora Prim también trabajará en el hospital. Es mejor eso que entrenar para ser soldado. Los niños que han cumplido catorce años reciben el rango de soldado y comienzan el entrenamiento militar. No quiero ver a Prim involucrada en la rebelión, así como tampoco quería verla en los juegos. También nos damos un largo, largo abrazo. 

Sinsajo HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora