Perdida.

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CAT

Habían pasado semanas, tal vez meses, desde que desperté un día toda adolorida y con montones de raspones en todo mi cuerpo y aun así desesperada por el miedo grité llamando a mi familia o alguien que me ayudara hasta que mi garganta no pudo más. Pasé al menos dos días en ese agujero llorando hasta al cansancio por el dolor de la tierra en mis heridas, por mi garganta y por la ayuda que nunca llegó...

Después de con todas mis fuerzas mover la tierra para poder subir y salir de allí, perdí varios helicópteros porque no pude llegar a un sitio alto para que me vieran y no tenía absolutamente nada para llamar su atención, además de que no tenía comida, había estado sobreviviendo con moras azules que encontraba a mi alrededor, pero necesitaba más que eso...

Llevo la misma ropa de aquel día que me perdí y lo único que me quedó fue mi bolso pequeño y mi gorra, ambos de color marrón y regalo de mi madre, por lo cual procuraba tener cuidado para no perderlos.

Por las noches intentaba dormir sentada en la cima de un árbol y digo intentaba porque era demasiado incómodo, pero prefería dormir horriblemente mal a ser devorada por un animal durante la noche, y rezaba a cualquier dios que me escuchara para que estos mismos no supieran trepar árboles.

No pude comunicarme con alguien porque mi teléfono estaba muerto y en el bosque no hay señal ni electricidad. Es decir, en esos programas de supervivencia cuando ya no lo resisten, llaman para regresar a sus casas, pero como la vida me odia, pues yo no tenía señal y además se quedó sin baterías porque nada dura para siempre.

Por los días caminaba por donde sea, perdiéndome cada vez más para encontrar una casa abandonada o una cabaña, lo que fuera necesario para protegerme bien. Aunque siempre soñé con vivir rodeada de un bosque, ahora mismo estoy dudando si era un sueño o una pesadilla que estoy viviendo actualmente. La vida en el bosque no es nada fácil, debía inventar mil formas de sobrevivir para no morir en el intento.

En mi bolso no había mucho, solo tenía mi cámara rota por la caída que tuve, pues la llevaba en la mano cuando sucedió, mi teléfono con la pantalla rota por el impacto al igual que la linterna, una libreta, tres lápices, unas gafas y un cepillo para el cabello, eso era todo, nada útil que me pudiera ayudar o tal vez sí, pero no tengo ese ingenio de crear algo a partir de las cosas que tengo. Seguro uno de esos programas ya habría inventado algo para cargar el teléfono, pero a mí me tocó de la manera más difícil.

Aún estaba caminando por todos lados dejando un rastro para poder regresar al gran árbol donde dormía. Tenía que ver más de este bosque. Agradecía al cielo porque aún no me había topado con algún oso, u otro animal que pudiera atacarme. Sin embargo, encontré cuevas profundas donde podía dormir, pero no era tan estúpida, era obvio que por ese momento no habitara algún animal, pero si me quedaba, el oso iba a venir por mí, así que, dándole la razón a mi lado más miedoso, lo mejor era en los árboles hasta que encuentre una cabaña. Tarea que me estaba costando el hambre.

Pronto oscureció y regresé por el mismo camino del que venía siguiendo el rastro que había hecho, para estar toda la noche en la cima de ese árbol.

Y así era mi vida, hacia lo mismo todos los días con la esperanza de que pudiera conseguir más comida, encontrar esa cabaña que solo parecía un sueño. Y me costó muchos vómitos por comer insectos, llantos hasta el cansancio y caminar todo lo que podía.

En ocasiones llenaba mi cuerpo de barro y excremento de oso, bueno, yo quería pensar que era de oso. Si, muy asqueroso lo sé, pero era la única forma de que al momento de hacerme la muerta con cualquier animal que veía a lo lejos, ellos pasaran de largo ignorando mi asquerosidad.

Odiaba mucho estar en ese bosque, pero me tuve que acostumbrar y al final, el bosque termino siendo mi casa, pasé de ser una adolescente de 17 años a un tarzán versión mujer. Tanto así, que cuando encontré un rio quise "pescar".

Lo que sucedió primero, era que mi estomago empezó a ordenar comida como cada cinco minutos por no comer algo sustentable. Traté muchas veces de pescar, pero se me hacía imposible, esos putos peces son muy rápidos para atraparlos, pero aun así no me rendí, de que me iba a comer uno, lo iba hacer y luego de inventarme una red con estas plantas que crecen y parecen una cortina, la amarré de unas piedras y esperé.

En los primeros dos días, fue inútil, luego la modifiqué ya que luego de analizarla bien, me di cuenta que los huecos eran muy grandes, así que los reduje lo suficiente y luego al día siguiente si tenía peces atrapados y lloré de felicidad mientras los comía crudos, en mi mente estaba comiendo sushi.

Aun así, había días en los que no atrapaba nada y debía regresar a comer uvas y en el peor de los casos, los asquerosos insectos que me hacían vomitar y por lo tanto estaba tan flaca que la ropa ya me quedaba grande pero no tanto para que se me notaran las costillas... Pero al fin y al cabo lo estaba.

En una ocasión un oso se dio cuenta que mi "Hermoso y delicioso olor" no era el real y además no me dio tiempo de hacerme la muerta. No sabía si era mi mal olor por solo bañarme en agua de rio y sudar horriblemente el resto del día, pero lo que si sabía, era que se dio cuenta y tuve que correr por mi vida, no es que yo fuera flash, pero el oso estaba lo suficientemente lejos como para darme tiempo de correr lo más rápido posible llegando al árbol que ya era experta trepándolo y aun así el muy hijo de puta logró rasguñar mi pierna y tal vez fue la adrenalina, el pánico corriendo por mis venas o mi corazón latiendo tan rápido como podía, que seguí subiendo ignorando mi pierna hasta llegar casi a la punta donde me senté y me abrace del tronco buscando calmar el miedo.

El oso rugía enfurecido sin parar y yo, gritaba por el dolor que empecé a sentir luego de un rato en mi pierna, a causa de la enorme marca de las garras del oso, quien en un momento comenzó a trepar el árbol y yo sentía que sería mi fin. Mientras lloraba llena de pánico, suplicaba mentalmente que dejara de subir, pero claramente eso no funcionaba.

El oso siguió subiendo y gruñendo, hasta que llegó a las ramas las delgadas y estás crujieron por el peso. Esa fue mi salvación. El oso no siguió subiendo más, se quedó gruñendo todo lo que pudo mientras yo seguía en pánico y adolorida.

Era casi hora que saliera el sol, se veía la claridad saliendo de las montañas. El oso por fin se cansó y bajó del árbol para irse a quien sabe dónde, pero al menos ese día no mori.

Varias semanas después, como era de esperarse, me dejó las cicatrices de sus tres garras más largas, empezando debajo de la rodilla y terminando en mi tobillo, herida que tuve que cubrir con mi blusa. Un recuerdo que me quedaría hasta que muera y Admitiré que al tiempo me empezaron a gustar después que recordé como les había dicho a mis amigos que cuando cumpliera 18 años me haría mi primer tatuaje, ¿Quién iba pensar que mi tatuador sería un oso? O tal vez ya me estaba volviendo loca. Así era mi vida. toda mi vida dependía de ese árbol grande frondoso donde podía salvarme de los osos, son los únicos que me han atacado. Soy irresistible para ellos. Pero si yo no he llegado al punto de suicidarme, no les voy a dar el gusto a ellos de matarme...

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Mi Vida En El Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora