Taeyong parecía feliz. Demasiado feliz.

¿Acaso había encontrado a alguien mejor que Jaehyun tan rápido?

La ruptura entre ellos había sido un tema recurrente entre los socios de la empresa Jung, pero nadie esperaba que Taeyong tuviera un hijo tan pronto.

Johnny entrecerró los ojos. El bebé era muy pequeño.

Entonces… ¿Taeyong había sido infiel? ¿O aquel niño era su sobrino?

La duda lo carcomió. Quería averiguar más.

Bebió un sorbo de su café, sonriendo de lado. Estaba podrido en dinero y aburrido de su vida perfecta… meterse en problemas ajenos solo por diversión sonaba tentador.

Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Jaehyun se ahogaba en whisky y arrepentimiento.

Llevaba días sin regresar a la mansión que solía llamar hogar. Ese lugar estaba lleno de recuerdos que no quería enfrentar.

Minji seguía ahí, claro, pero su presencia no lograba borrar las sombras de un pasado que se negaba a soltarlo.

Jaehyun pasó una mano temblorosa por su rostro, mirando la botella medio vacía en su escritorio. ¿Desde cuándo había caído tan bajo?

Se suponía que él no debía sentir nada.

Se suponía que Taeyong había sido solo un acuerdo.

Entonces… ¿por qué demonios se sentía así?

Cada que alguien le preguntaba por qué bebía tanto, por qué no dormía, él no sabía qué responder. O tal vez sí… pero no quería admitirlo.

Porque admitirlo significaría aceptar la verdad.

Y esa verdad era más aterradora que cualquier pesadilla.

El sonido de la puerta abriéndose interrumpió sus pensamientos.

Jaehyun ni siquiera levantó la vista cuando Mark, su viejo amigo de la universidad, entró con un bufido de desagrado.

—Este lugar apesta. —Mark arrugó la nariz mientras escaneaba la oficina, su mirada deteniéndose en los vasos de whisky y las colillas de cigarro esparcidas por la mesa—. ¿Cómo demonios respiras aquí?

—Déjame.

—Te dejaría, pero lamentablemente soy tu amigo y no puedo verte destruyéndote así.

Jaehyun suspiró pesadamente. Estaba cansado.

—Al menos dime que ya aceptaste que quieres de vuelta a Taeyong —Mark cruzó los brazos, observándolo con atención.

Jaehyun apretó la mandíbula.

—No estoy para bromas.

—Yo tampoco. Así que o buscas a tu ex, o yo te empujaré a hacerlo.

Jaehyun soltó una risa amarga, vacía.

—Él está bien sin mí. Tal vez extraño su compañía, pero… hasta ahí.

Mark lo observó por un largo minuto.

—Bueno. Al menos estamos progresando. Un poco.

Jaehyun no respondió.

Porque en el fondo, sabía que lo que sentía era mucho más que "extrañar su compañía".

Era un vacío.

Y lo estaba consumiendo.


Las semanas pasaron, y Sion crecía cada día más fuerte. Sus pequeñas manos se aferraban a los dedos de Taeyong con una ternura indescriptible, y aunque las noches seguían siendo difíciles, Yunho siempre estaba ahí.

Siempre.

Taeyong no podía evitar preguntarse cómo había tenido tanta suerte. Después de tanto dolor, finalmente tenía algo real.

Una familia.

Ese pensamiento lo acompañó una tarde cuando, acurrucado en el sofá con Sion en su pecho, escuchó a Yunho tararear una suave melodía mientras ordenaba la casa. Se sentía tan... correcto.

Como si este fuera el destino que siempre debió tener.

—¿En qué piensas? —preguntó Yunho, sentándose a su lado.

Taeyong lo miró, con Sion durmiendo plácidamente en su pecho.

—En que nunca imaginé estar aquí, contigo, con nuestro hijo. —Susurró la última palabra con una sonrisa pequeña, como si aún le costara creerlo.

Yunho deslizó su mano sobre la de Taeyong y la apretó con suavidad.

—Yo tampoco. Pero no lo cambiaría por nada.

Taeyong sintió el calor en su pecho. Sí, esto era lo correcto.


La música resonaba en cada rincón del lujoso salón, un eco vibrante de risas, copas chocando y conversaciones triviales. Era otra de esas noches, otra celebración en la que Jaehyun tenía que estar presente.

Los socios de su familia lo rodeaban, estrechándole la mano, felicitándolo por su futuro matrimonio y recordándole el peso que llevaba sobre los hombros como heredero. Pero él solo asentía, sonreía de manera automática, intercambiaba palabras sin emoción real.

—Debes estar muy emocionado por todo lo que viene, Jaehyun —dijo un hombre mayor, un viejo socio de su padre—. Minji es una mujer excepcional.

—Sí, lo es —respondió, con la misma sonrisa ensayada.

Pero la verdad era que no sentía nada.

Minji estaba a unos metros de él, riendo con un grupo de mujeres elegantes, con su vestido impecable y su postura perfecta. Para cualquiera que los mirara, eran la pareja ideal.

Y aún así, Jaehyun sentía que algo le faltaba.

Era una sensación persistente, una sombra en su pecho que no desaparecía sin importar cuánto bebiera o cuánto se sumergiera en su rutina.

Se excusó de la conversación y salió al balcón del salón, dejando que el aire fresco lo golpeara en el rostro. Aflojó el nudo de su corbata y cerró los ojos, tratando de encontrar un respiro en medio del torbellino de pensamientos que lo atormentaban.

Pero no podía.
Porque cada vez que su mente divagaba, aparecían recuerdos que no debía tener. Recuerdos de él.

Taeyong.

No era justo. Se suponía que él debía ser solo una parte del pasado. Se suponía que todo había acabado.

Y sin embargo, ¿por qué seguía sintiéndose así?

¿Por qué, en noches como esta, donde todo el mundo lo felicitaba por su "vida perfecta", lo único que quería hacer era escapar?


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