Un día más en la mansión Jung. Un día más en la misma rutina asfixiante. Taeyong sentía que se ahogaba entre aquellas paredes beige y las cortinas blancas que cubrían cada rincón de la enorme casa en la que había vivido durante casi cuatro años. Todo le parecía inerte, vacío, como si él mismo no fuera más que otro adorno en aquel lugar.
Otro día comenzaba, y con él, la certeza de que pasaría las horas atrapado en aquella jaula de oro. Solo era cuestión de meses para que todo terminara, para que el contrato se disolviera y pudiera dejar atrás aquel tormento. Y aun así, la idea de irse no le traía el alivio que debería. Porque lo único que realmente quería, lo único que podía darle sentido a esa vida de fachada, era algo imposible.
Jaehyun.
No supo en qué momento ocurrió, pero lo entendió demasiado tarde. Aquellos nervios, los revoloteos en su estómago cada vez que lo tenía cerca… No eran ansiedad ni indigestión. Era él. Siempre había sido él. El mayor de los nietos del señor Jung, su esposo de contrato… el hombre del que, sin quererlo, se había enamorado.
Pero el destino, cruel como siempre, ya le había dado su respuesta. La había visto. A ella. La joven de la que Jaehyun parecía haberse encaprichado, la misma a la que apenas conocía y que había visto un par de veces en las reuniones a las que asistía con su esposo.
Ni siquiera se molestó en averiguar su nombre. ¿Para qué? Lo único que importaba era lo que había visto con sus propios ojos: la forma en que Jaehyun la miraba, cómo sus ojos brillaban con una intensidad que nunca tuvieron para él. La manera en que su sonrisa se ensanchaba, resplandeciente, de una forma en la que jamás lo había hecho en su presencia.
Y entonces lo entendió.
Él nunca fue suficiente.
Nunca lo sería.
Ante aquella fría conclusión, unas lágrimas traicioneras escaparon de sus ojos. Últimamente, eran lo único que acariciaba su rostro… porque su esposo ya no lo hacía.
Ni siquiera quedaba la intimidad de los fines de semana, aquella rutina a la que Taeyong se había acostumbrado. Sabía que para Jaehyun solo era una forma de saciar sus deseos más básicos, pero él, ingenuo y hambriento de afecto, se aferraba a esos momentos como si fueran reales. Porque en esos instantes, aunque solo fueran migajas, podía fingir que su esposo lo amaba. Que sus besos eran sinceros.
Pero la ilusión se rompía cada mañana. Despertaba en una cama fría, sin su presencia a su lado. Sin un rastro de él. Sin una nota, sin un desayuno esperándolo en la mesita de noche. Solo el vacío. Solo el recuerdo de unas manos que lo tocaron sin sentir.
Y aun así… se conformaba con tan poco.
Se levantó de la cama limpiando las lágrimas de su rostro y con pesadez fue a cambiarse la pijama, de nuevo su cama estaba vacía suponiendo que su aún esposo se había ido a trabajar.
El eco de la soledad se hacía más fuerte con cada minuto que pasaba. Taeyong se quedó sentado en el borde de la cama, con la mirada perdida en la alfombra beige que se extendía bajo sus pies.
Cerró los ojos con fuerza, como si eso pudiera ahuyentar la punzada en su pecho. Se abrazó a sí mismo, buscando un consuelo que nunca llegaba. Su reflejo en el espejo del armario le devolvió la mirada: ojos hinchados, mejillas húmedas, labios entreabiertos como si aún esperara algo. Pero no quedaba nada por esperar.
El sonido de su teléfono vibrando sobre la mesita de noche lo sacó de su miseria momentánea. Extendió la mano con desgana y tomó el dispositivo, pero su expresión se desmoronó al ver el nombre en la pantalla.
Jaehyun.
Su corazón, traicionero como siempre, se aceleró. Era raro que lo llamara. Normalmente, sus conversaciones se limitaban a interacciones superficiales, intercambios cortos y fríos que recordaban que su relación no era más que un acuerdo.
Apretó los labios y deslizó el dedo para contestar.
—¿Sí? —su voz salió más temblorosa de lo que esperaba.
—Esta noche tengo una cena de negocios —la voz de Jaehyun sonaba distante, sin rastro de emoción—. Acompáñame.
Taeyong parpadeó.
—¿Eso es una petición o una orden?
—Lo que prefieras —respondió Jaehyun sin interés—. Te recogeré a las siete. No llegues tarde.
Y antes de que pudiera responder, la llamada terminó.
Taeyong bajó lentamente el teléfono, sintiendo que su pecho se apretaba con una mezcla de frustración y resignación. Se levantó con pesadez y se acercó a la ventana. Afuera, el sol brillaba sobre los jardines perfectamente cuidados de la mansión Jung, pero para él, todo seguía viéndose gris.
Una cena de negocios. Otra noche de apariencias. Otra oportunidad de verlo con ella.
Apretó los puños y tragó la amargura que amenazaba con ahogarlo. Si esto estaba destinado a terminar, al menos quería asegurarse de que Jaehyun lo mirara una última vez. Que, aunque fuera por un instante, no pudiera ignorar su presencia.
Porque, aunque lo negara… Taeyong aún albergaba la absurda esperanza de que Jaehyun se diera cuenta de lo que estaba perdiendo.
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Unwritten Vows • Jaeyong •
Roman pour AdolescentsCuatro años de matrimonio, un contrato y un destino sellado: la separación. Para Jaehyun, solo era un trámite. Para Taeyong, se convirtió en algo más. Ahora, mientras el final se acerca y Jaehyun parece enamorarse de alguien más, Taeyong se enfrenta...
