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Los días pasaron como un parpadeo.

Cada fecha en el calendario tachada lo acercaba más a su despedida, al cierre definitivo de aquella etapa que le había costado tanto.

Y entonces, el día final llegó.

Con la confirmación de su embarazo aún pesando sobre su pecho, Taeyong se encontró sentado frente a Jaehyun por última vez.

El notario observaba con atención a la expareja, los documentos de divorcio extendidos sobre la mesa, esperando solo unas firmas para sellar el final de cuatro años de matrimonio.

Cuatro años reducidos a un puñado de papeles.

Con una última mirada al contrato, Taeyong tomó la pluma con dedos temblorosos.

Y firmó.

Así de simple.

Así de frío.

Así de desgarrador.

Al levantar la vista, vio a Jaehyun hacer lo mismo con la misma indiferencia de siempre. Como si aquello no significara nada.

Como si aquellos cuatro años hubieran sido solo un trámite.

Un nudo quemó su garganta, pero no dejó que ninguna lágrima traicionera cayera.

No esta vez.

Recogió sus maletas, aferrándose a ellas como si fueran lo único que lo mantenía en pie.

Y antes de cruzar la puerta, dejó escapar un susurro:

—Gracias…

Un simple agradecimiento.

Por todo y por nada.

Por los momentos en los que pensó que lo amaban.

Por las heridas que le enseñaron a no esperar demasiado.

Por la indiferencia que lo obligó a volverse fuerte.

Jaehyun no respondió.

No se movió.

No hizo absolutamente nada.

Pero por dentro, algo en él se removió, inquieto.

Algo que no entendía, algo que no quería entender.

Y así, con el sonido de la puerta cerrándose tras él, dejó ir a su esposo sin intentar detenerlo.

Sin saber que con él, también estaba dejando ir algo más.

Algo irremplazable.

Mientras tanto, Taeyong se hundía en un nuevo capítulo de su vida.

Uno donde el amor ya no era un contrato.

Uno donde el vacío en su pecho era llenado por una nueva vida creciendo dentro de él.

Uno donde seguía sufriendo los estragos del embarazo en el departamento de Yunho…

Pero esta vez, estaba dispuesto a seguir adelante.

Por su hijo.

Por él mismo.

Porque esta vez, ya no había marcha atrás.

Los días en el departamento de Yunho pasaban lentos, casi insoportables.

El mareo, las náuseas y el agotamiento lo hacían sentir débil, pero lo peor de todo era el peso del silencio.

Un silencio que antes no le había molestado, pero que ahora se sentía más grande, más opresivo… más solitario.

Unwritten Vows • Jaeyong •Where stories live. Discover now