Pero no con la persona que realmente amaba.
No con la persona que, incluso después de tantos meses de divorcio, seguía atormentándolo como un fantasma imposible de olvidar.
Los meses habían pasado en un suspiro, y sin darse cuenta, el día que cambiaría su vida para siempre había llegado.
Taeyong había estado sintiendo calambres durante toda la noche. Al principio, eran soportables, pequeñas punzadas que el médico le aseguró que eran contracciones de práctica. Pero con el paso de las horas, aquellas molestias se volvieron más intensas, más constantes… hasta que el dolor se volvió insoportable.
Cuando sintió una punzada que lo hizo ahogar un grito, supo que era el momento.
—Yun… —murmuró con la voz temblorosa, aunque por dentro estaba desesperado. Sus manos se aferraron con fuerza al brazo de Yunho, intentando despertarlo sin perder el control.
—¿Mmm? —Yunho apenas abrió los ojos, somnoliento—. ¿Qué pasa, Yong?
—Creo que ya… —dijo entre jadeos—. Creo que ya viene.
Yunho despertó de golpe.
—¡¿Qué?! —su voz sonó alarmada y, en un parpadeo, estaba completamente alerta. Se incorporó rápidamente, viendo el rostro de Taeyong contraído por el dolor—. Dios, de acuerdo… de acuerdo, vamos al hospital ahora mismo.
Los minutos siguientes fueron un caos. Yunho apenas pudo ponerse los zapatos antes de tomar las maletas que habían preparado con anticipación.
Ayudó a Taeyong a ponerse de pie, pero en cuanto intentó dar un paso, una nueva contracción lo dobló por completo.
—¡Ahh! —soltó un gemido ahogado, sus manos temblaban y sus piernas apenas lo sostenían.
Yunho lo sostuvo con fuerza.
—Respira, Yong. Respira profundo. —Su voz era firme, pero su mirada reflejaba pánico.
Las contracciones eran demasiado seguidas.
—No vamos a llegar… —susurró Taeyong, su frente perlada de sudor frío.
—¡No digas eso! Vamos a llegar, ¿sí? Aguanta solo un poco más —Yunho trataba de mantener la calma, pero su mente iba a mil por hora.
Con mucho esfuerzo, lograron llegar al auto.
Yunho manejaba como un loco, adelantando a los demás autos, tocando el claxon cada dos segundos.
—¡Resiste, Yong! —rogó, viendo por el retrovisor cómo el rubio se retorcía en el asiento—. Solo un poco más.
Pero el miedo se instaló en su pecho cuando escuchó a Taeyong sollozar.
—No puedo… —susurró, su voz apenas un hilo quebrado por el dolor—. Duele mucho… Yun, duele mucho.
—Lo sé, cariño, lo sé… —respondió Yunho con un nudo en la garganta, acelerando aún más—. Pero estamos cerca. Solo un poco más.
Cuando por fin llegaron a la clínica, el personal los recibió de inmediato. Taeyong apenas pudo mantenerse de pie, y el pánico en sus ojos hizo que Yunho sintiera que su corazón se detenía.
Lo vieron desaparecer tras las puertas de la sala de partos, y Yunho solo pudo rezar para que todo saliera bien.
♡
El sonido del llanto de un bebé llenó la habitación, ahogando todo lo demás. Taeyong, con el rostro bañado en sudor y lágrimas, sintió que su mundo se detenía en ese instante. Sion estaba aquí. Su hijo. Su pedacito de amor y esperanza.
Los médicos y enfermeras trabajaban con cuidado, asegurándose de que el bebé estuviera bien antes de envolverlo en una manta suave y colocarlo en los brazos temblorosos de Taeyong.
—Felicidades, papá —dijo la enfermera con una sonrisa cálida.
Taeyong miró a Sion con los ojos llenos de emoción. Era perfecto. Sus pequeños deditos, su nariz diminuta, la forma en que buscaba calor y seguridad en su pecho. Era todo lo que necesitaba.
—Hola, mi amor —susurró, besando suavemente su frente—. Soy tu papi…
Las lágrimas se deslizaron silenciosas por su rostro, pero esta vez no eran de tristeza. Eran de amor puro y gratitud.
Yunho estaba a su lado, observando la escena con una mezcla de admiración y un amor indescriptible. Se acercó lentamente, acariciando con delicadeza el cabello húmedo de Taeyong y luego la mejilla del bebé.
—Es hermoso —susurró Yunho, conmovido—. Justo como tú.
Taeyong levantó la vista hacia él, con el corazón latiendo fuerte. Yunho había estado allí todo el tiempo, desde el momento en que se enteró de su embarazo hasta ahora, sosteniéndolo, apoyándolo, dándole un hogar cuando más lo necesitaba. No era solo su amigo. Era su familia.
—Yunho… —susurró, con la voz entrecortada por la emoción—. Gracias… por todo.
Yunho sonrió y, con un gesto tierno, limpió las lágrimas de Taeyong con su pulgar.
—No tienes que agradecerme nada, Yong. Estoy aquí porque quiero estar aquí. Porque quiero ser parte de esto… de tu vida y de la de Sion.
Taeyong sintió su corazón estremecerse. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió amado sin condiciones. No como un contrato, no como una obligación, sino como alguien que realmente importaba.
La puerta se abrió y una enfermera entró con algunos documentos.
—Señor Lee, necesitamos que firme los papeles de nacimiento. ¿El padre estará registrándolo también?
Taeyong se quedó en silencio, mirando a Yunho. Sabía que no tenía que hacerlo, que Yunho nunca lo había presionado, pero cuando lo vio allí, con los ojos brillantes y llenos de amor por su hijo, supo que no había mejor hombre para ser el padre de Sion.
Tomó la pluma con una pequeña sonrisa y luego la extendió hacia Yunho.
—¿Quieres hacerlo conmigo? —preguntó con suavidad.
Yunho pareció sorprendido al principio, pero en cuanto entendió lo que Taeyong le estaba pidiendo, sus ojos se llenaron de emoción. Sin dudarlo, tomó la pluma y firmó su nombre.
Yunho Jung.
Oficialmente, Sion tenía un padre. Un padre que lo amaría con todo su corazón.
Cuando terminó, Yunho volvió a mirar a Taeyong con ternura infinita.
—Gracias por confiar en mí. No voy a fallarte… a ninguno de los dos.
Taeyong apretó su mano con fuerza y sonrió.
—Lo sé.
Y en ese momento, supo que había tomado la decisión correcta. No estaba solo.
Tenía a Sion.
Tenía a Yunho.
Tenía una nueva familia.
Y estaba listo para darles una oportunidad.
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Unwritten Vows • Jaeyong •
Teen FictionCuatro años de matrimonio, un contrato y un destino sellado: la separación. Para Jaehyun, solo era un trámite. Para Taeyong, se convirtió en algo más. Ahora, mientras el final se acerca y Jaehyun parece enamorarse de alguien más, Taeyong se enfrenta...
