Pero de pronto, Yunho se separó ligeramente.
Su respiración era agitada, sus ojos oscuros brillaban con deseo… pero también con preocupación.
Sabía que no podían hacerlo ahí.
No cuando Taeyong estaba embarazado, no cuando su cuerpo necesitaba cuidado.
Sin romper el contacto, deslizó las manos hasta sus piernas y lo alzó con facilidad.
Taeyong ahogó una exclamación sorprendida, pero no tardó en reaccionar.
Con naturalidad, enredó las piernas alrededor de su cintura y dejó que Yunho lo sostuviera sin esfuerzo.
Y entonces, sin soltarlo, se dirigió directo a la habitación.
Cada paso que daba era lento, firme, como si le estuviera dando tiempo a Taeyong para arrepentirse.
Pero Taeyong no quería retroceder.
No esta vez.
No cuando por primera vez en tanto tiempo, alguien lo hacía sentir verdaderamente deseado.
La puerta de la habitación se cerró con un leve clic, dejando la estancia en un silencio íntimo, interrumpido solo por la respiración agitada de ambos.
Yunho no lo soltó de inmediato.
Mantuvo a Taeyong contra su cuerpo, sosteniéndolo con facilidad, como si tuviera miedo de que, si lo bajaba, todo esto se desvanecería en un sueño efímero.
Taeyong no apartó la mirada de él.
Sus ojos brillaban con algo más que deseo.
Con algo más que necesidad.
Era anhelo.
Era un dolor suave y latente, un deseo reprimido por tanto tiempo que ahora quemaba en su interior.
Con una ternura infinita, Yunho lo recostó en la cama con cuidado, sus manos sosteniéndolo con delicadeza, como si tuviera miedo de lastimarlo.
Y ese simple gesto hizo que Taeyong sintiera un nudo en la garganta.
Porque jamás… jamás lo habían tratado así.
Sin prisa.
Sin brutalidad.
Sin el egoísmo de alguien que solo buscaba satisfacción propia.
Yunho se inclinó sobre él, sus ojos recorriéndolo con adoración.
—¿Estás seguro de esto, Taeyong? —susurró, su voz ronca, pero cargada de genuina preocupación.
Taeyong tragó saliva.
No era solo deseo.
No era solo la necesidad de sentirse querido.
Era más que eso.
Mucho más.
Y por primera vez en mucho tiempo, se permitió ser egoísta.
Se permitió querer.
Con un suspiro tembloroso, deslizó sus dedos hasta la nuca de Yunho y lo atrajo hacia sí.
—No me hagas esperar más… —murmuró contra sus labios, con la voz teñida de un anhelo palpable.
Yunho dejó escapar un suspiro entrecortado.
Y entonces lo besó.
No con hambre inmediata, sino con una dulzura profunda.
Con paciencia.
Con promesas silenciosas en cada roce de labios.
Sus manos viajaron con lentitud, explorando su cuerpo con una devoción que Taeyong jamás había experimentado.
Y en ese instante, cuando Yunho lo sostuvo entre sus brazos con tanto cuidado…
Taeyong entendió que nunca había sido amado de verdad.
Pero quizás… quizás esta vez sería diferente.
Cada caricia era suave, cada beso le hablaba de deseo, sí, pero también de algo más profundo. Algo que lo asustaba, pero que no podía rechazar.
Porque Yunho lo sostenía como si fuera su mundo.
Y en medio de la calidez de esos brazos fuertes, Taeyong se permitió olvidar.
Olvidar las madrugadas frías.
Olvidar las miradas indiferentes de Jaehyun.
Olvidar lo que era sentirse invisible.
Esa noche, con cada susurro y cada beso, Yunho le enseñó lo que era ser querido.
Y Taeyong se aferró a esa sensación como si fuera lo único que lo mantenía a flote.
Pero cuando la madrugada cayó y la realidad se filtró entre las sombras, la culpa se instaló en su pecho como un peso insoportable.
Porque aunque su corazón latía con fuerza por Yunho…
Su alma seguía rota por Jaehyun.
●
Al día siguiente, Taeyong despertó con los primeros rayos de sol filtrándose por la ventana.
Sintió el calor de un brazo fuerte alrededor de su cintura y la respiración pausada de Yunho contra su cuello.
Era acogedor.
Era cálido.
Era lo que siempre había querido…
Taeyong bajó la mirada hacia su vientre, donde una suave pero insistente patada lo sacó de sus pensamientos.
Su bebé.
Su pequeño.
Parecía compartir su felicidad, como si también sintiera la calidez de la situación.
Taeyong sonrió, acariciando con ternura su abdomen, dejando que la realidad lo golpeara con fuerza.
No estaba solo. Nunca lo estuvo.
Porque cuando Jaehyun lo dejó a la deriva, sin mirar atrás…
Yunho estuvo ahí.
Cuando el miedo lo paralizaba en las noches solitarias…
Yunho lo abrazó.
Cuando sintió que su mundo se derrumbaba y que ya no tenía fuerzas para seguir…
Yunho lo sostuvo, sin pedir nada a cambio.
Y ahora, viéndolo dormir a su lado, con el rostro relajado y una mano descansando suavemente sobre su vientre, Taeyong sintió algo que no había sentido en años.
Paz.
¿Cómo no se había dado cuenta antes?
¿Cómo había pasado tanto tiempo anhelando el amor de alguien que nunca lo vio, cuando todo este tiempo, el verdadero amor estaba frente a él?
Tal vez era culpa del pasado.
Tal vez era el miedo a volver a equivocarse.
Pero una cosa era segura…
Él quería intentarlo.
Porque Yunho estuvo allí cuando nadie más lo hizo.
Porque Yunho fue quien le enseñó que merecía ser amado.
Y porque Yunho no solo estaba con él…
Estaba con su bebé también.
Taeyong suspiró, permitiéndose disfrutar un poco más de la calidez de ese momento.
Pronto hablarían.
Pronto pondrían en palabras lo que ahora solo se reflejaba en miradas y caricias.
Pero por ahora…
Por ahora solo quería quedarse ahí, en el único lugar donde realmente se sintió en casa.
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Unwritten Vows • Jaeyong •
Teen FictionCuatro años de matrimonio, un contrato y un destino sellado: la separación. Para Jaehyun, solo era un trámite. Para Taeyong, se convirtió en algo más. Ahora, mientras el final se acerca y Jaehyun parece enamorarse de alguien más, Taeyong se enfrenta...
