-Mentirosilla -susurré guiñándole un ojo, y continué cocinando.

Se le notaba demasiado que estaba deseosa por ver de nuevo a Harry, a ese que parecía ser su amor platónico. Aunque esos amores se solían sentir mas bien hacia estrellas del pop/rock, modelos o actores, ella se conformaba con un chico normal, eso sí, uno de los mejores amigos de su hermano, cual novela romántica empalagosa y cliché. Por mucho que echaba la vista atrás a mis años de infancia y de temprana adolescencia, me era imposible visualizar algún chico del que yo me quedara prendada. Era posible que lo de Katy no fuera tanto como amor, sino más bien cariño y admiración, pero yo ni eso sentí por nadie, ni por mi padre, y eso era algo triste. Entonces como un rayo de luz me vino a la cabeza Liam. Él había sabido llenar todos mis vacíos y yo ya no pedía más.

-En realidad sí -confesó ella repentinamente-, estoy muy nerviosa por ver a Harry. Quiero abrazarlo hasta dejarlo sin respirar, que juegue conmigo a vestir a mis muñecas, retarnos a ver a quien le caben más palomitas en la boca, alborotar su pelo y hacerle coletitas... -decía entusiasmada-. Una día que Liam estaba dormido, Harry y yo le pusimos espuma de afeitar en la mano y cuando despertó se manchó toda la cara, y se enfadó y gritó y maldijo enfurecido... -se echó hacia atrás riendo despreocupada-, qué divertido fue aquello. Las caras que pone Liam enfadado son muy graciosas, ¿no te has fijado?

-Pues no porque conmigo no se enfada -comenté con aires de superioridad.

Ella abrió su boca formando una o, pues no se esperaba que le saliera con aquel tipo de broma.

Cuando se dio cuenta de que la comida ya estaba lista, se levantó y se acercó a la encimera asomando su cabecita para ver como servía la comida. Separé en dos partes los espaguetis, una mitad con los justos para Katy y para mí, que fueron los que serví en ese momento en los platos, y otra mitad con los que quedaron, que eran una cantidad considerable. Liam ni siquiera me había dicho que fueran a venir a comer, pero prefería prevenir. Sabiendo que eran hombres y que vendrían algo más tarde de la hora del almuerzo, llegarían dispuestos a saquearme la nevera, y no estaba yo muy conforme con esa idea.

-¿Sabes? Él te quiere mucho -dijo Katy apoyando la barbilla sobre el mármol, sorprendiéndome de que hubiera continuando pensado en su hermano.

-Y a ti también, Katy -le aseguré estirando el brazo y acomodándole el pelo- Aunque te regañe mucho él lo hace porque te quiere y se preocupa una barbaridad por ti.

-Eso ya lo sé -añadió muy dispuesta y rió-. Pero no, yo me refiero a ti como mujer. Pensarás que soy una niña y que yo no sé nada, pero desde que soy pequeña he visto a Liam con muchas chicas a su alrededor y te aseguro que a ninguna le puso los ojos que te pone a ti, o le sonreía de la forma en que lo hace contigo... -me dijo con inocencia, pestañeando varias veces.

Se separó de la encimera, cogió su plato y lo llevó a la mesa como si nada.

Hasta que no sentí su mirada clavada en mí durante un buen rato, esperando a que la imitara y me sentara junto a ella para comenzar a comer, no me moví. Me había dejado con la boca seca. Por Dios, tenía seis años, ¿cómo podía haberme dicho eso con tanta seguridad y tanta tranquilidad?

Al terminar de comer, recogimos entre las dos la cocina y dejamos preparados los otros dos platos metidos en el microondas para que no se enfriaran demasiado. Luego, tan cansadas como estábamos, le sugerí tumbarnos un rato, pero ella se acordó de que una vez le comenté que tenía ropa para ella mía e insistió en subir a mi cuarto para verla. Se cambió como unas cien veces de ropa, alucinando con los vestiditos tan monos que le había guardado. Cierto era que yo no fui quien los eligió, mi madre siempre fue la que me compraba todo porque yo me ponía mala de solo entrar en una tienda y ver tanta prenda junta, ella siempre tuvo muy buen gusto para esas cosas.

Junto a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora