CAPITULO 85: EL JUEGO DEL ESCONDITE.

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— ¿Jimin? —pregunté con indiferencia.


— ¿Sí? —contestó con prevención.


— ¿Cómo funcionan tus visiones? —miré por la ventanilla lateral y mi voz sonó aburrida— Jungkook me dijo que no eran definitivas, que las cosas podían cambiar.


El pronunciar el nombre de Jungkook me resultó más difícil de lo esperado, y esa sensación debió alertar a Yoongi, ya que poco después una fresca ola de serenidad inundó el
vehículo.


—Sí, las cosas pueden cambiar... —murmuró, supongo que de forma esperanzada— Algunas visiones se aproximan a la verdad más que otras, como la predicción metereológica.
Resulta más difícil con los hombres. Sólo veo el curso que van a tomar las cosas cuando están sucediendo. El futuro cambia por completo una vez que cambian la decisión tomada o
efectúan otra nueva, por pequeña que sea.

Asentí con gesto pensativo.

—Por eso no pudiste ver a James en Phoenix hasta que no decidió venir aquí.


—Sí —admitió, mostrándose todavía cauteloso.

Y tampoco me había visto en la habitación de los espejos con James hasta que no accedí a reunirme con él. Intenté no pensar en qué otras cosas podría haber visto, ya que no quería que el pánico hiciera recelar aún más a Yoongi. De todos modos, los dos iban a redoblar la atención con la que me vigilaban a raíz de la visión de Jimin. La situación se estaba volviendo imposible.

La suerte se puso de mi parte cuando llegamos al aeropuerto, o tal vez sólo era que habían mejorado mis probabilidades. El avión de Jungkook iba a aterrizar en la terminal cuatro,
la más grande de todas, pero tampoco era extraño que fuera así, ya que allí aterrizaban la mayor parte de los vuelos. Sin duda, era la terminal que más me convenía la más grande y
la que ofrecía mayor confusión, y en el nivel tres había una puerta que posiblemente sería mi única oportunidad.

Aparcamos en el cuarto piso del enorme garaje. Fui yo quien los guié, ya que, por una vez, conocía el entorno mejor que ellos. Tomamos el ascensor para descender al nivel tres, donde bajaban los pasajeros. Jimin y Yoongi se entretuvieron mucho rato estudiando el panel
de salida de los vuelos. Los escuchaba discutiendo las ventajas e inconvenientes de Nueva York, Chicago, Atlanta, lugares que nunca había visto, y que, probablemente, nunca vería.

Esperaba mi oportunidad con impaciencia, incapaz de evitar que mi pie zapateara en el suelo. Nos sentamos en una de las largas filas de sillas cerca de los detectores de metales. Yoongi y Jimin fingían observar a la gente, pero en realidad, sólo me observaban a mí. Ambos
seguían de reojo todos y cada uno de mis movimientos en la silla. Me sentía desesperanzado.

¿Podría arriesgarme a correr? ¿Se atreverían a impedir que me escapara en un lugar público como éste? ¿O simplemente me seguirían? Saqué del bolso el sobre sin destinatario y lo coloqué encima del bolso negro de piel que llevaba Jimin; éste me miró sorprendido.



—Mi carta —le expliqué.

Asintió con la cabeza e introdujo el sobre en el bolso debajo de la solapa, de modo que Jungkook lo encontraría relativamente pronto. Los minutos transcurrían e iba acercándose el aterrizaje del avión en el que viajaba
Jungkook. Me sorprendía cómo cada una de mis células parecía ser consciente de su llegada y la
anhelaba. Esa sensación me complicaba las cosas, y pronto me descubrí buscando excusas para quedarme a verle antes de escapar, pero sabía que eso me limitaba la posibilidad de huir. Jimin se ofreció varias veces para acompañarme a desayunar.

—Más tarde —le dije— todavía no.


Estudié el panel de llegadas de los vuelos, comprobando cómo uno tras otro llegaban con puntualidad. El vuelo procedente de Seattle cada vez ocupaba una posición más alta en el
panel. Los dígitos volvieron a cambiar cuando sólo me quedaban treinta minutos para intentar
la fuga. Su vuelo llegaba con diez minutos de adelanto, por lo que se me acababa el tiempo.


—Creo que me apetece comer ahora —dije rápidamente.

Jimin  se puso de pie.

—Iré contigo.


— ¿Te importa que venga Yoongi en tu lugar? —pregunté— Me siento un poco... —no terminé la frase. Mis ojos estaban lo bastante enloquecidos como para transmitir lo que no
decían las palabras.


Yoongi se levantó. La mirada de Jimin era confusa, pero, comprobé para alivio mío, que no sospechaba nada. Jimin debía de atribuir la alteración en su visión a alguna maniobra del
rastreador, más que a una posible traición por mi parte. Yoongi caminó junto a mí en silencio, con la mano en mis ríñones, como si me estuviera
guiando. Simulé falta de interés por las primeras cafeterías del aeropuerto con que nos encontramos, y movía la cabeza a izquierda y derecha en busca de lo que realmente quería encontrar: los servicios para señoras del nivel tres, que estaban a la vuelta de la esquina, lejos del campo de visión de Jimin.


— ¿Te importa? —pregunté a Yoongi al pasar por delante— Sólo será un momento.


—Aquí estaré —dijo él.


Eché a correr en cuanto la puerta se cerró detrás de mí. Recordé aquella ocasión en que me extravié por culpa de este baño, que tenía dos salidas.
Sólo tenía que dar un pequeño salto para ganar los ascensores cuando saliera por la otra puerta. No entraría en el campo de visión de Yoongi si éste permanecía donde me había dicho. Era mi única oportunidad, por lo que tendría que seguir corriendo si él me veía. La gente se quedaba mirándome, pero los ignoré. Los ascensores estaban abiertos, esperando, cuando doblé la esquina.


Me precipité hacia uno de ellos estaba casi lleno, pero era el que bajaba y metí la mano entre las dos hojas de la puerta que se cerraba. Me acomodé entre los irritados pasajeros y me cercioré con un rápido vistazo de que el botón de la planta que daba a la calle estuviera pulsado. Estaba encendido cuando las puertas se cerraron. Salí disparado de nuevo en cuanto se abrieron, a pesar de los murmullos de enojo que se levantaron a mi espalda.


Anduve con lentitud mientras pasaba al lado de los guardias de seguridad, apostados junto a la cinta transportadora, preparado para correr tan pronto como viera las puertas de salida. No tenía forma de saber si Yoongi ya me estaba buscando. Sólo dispondría de unos segundos si seguía mi olor. Estuve a punto de estrellarme contra los
cristales mientras cruzaba de un salto las puertas automáticas, que se abrieron con excesiva lentitud.




No había ni un solo taxi a la vista a lo largo del atestado bordillo de la acera.
No me quedaba tiempo. Jimin y Yoongi estarían a punto de descubrir mi fuga, si no lo habían hecho ya, y me localizarían en un abrir y cerrar de ojos.















































Crepúsculo [Kookv]Where stories live. Discover now