CAPITULO 29

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   El bamboleo de su caminar no ayudaba. Me sostenía con cuidado lejos de su cuerpo, soportando todo mi peso sólo con los brazos, sin que eso pareciera afectarle.

— ¿De modo que te desmayas al ver sangre? —preguntó. Aquello parecía divertirle.

No le contesté. Cerré los ojos, apreté los labios y luché contra las náuseas con todas mis fuerzas.

—Y ni siquiera era la visión de tu propia sangre —continuó regodeándose.

No sé cómo abrió la puerta mientras me llevaba en brazos, pero de repente hacía calor, por lo que supe que habíamos entrado.

—Oh, Dios mío —dijo de forma entrecortada una voz de mujer.

—Se desmayó en Biología —le explicó Jungkook.

Abrí los ojos. Estaba en la oficina. Jungkook me llevaba dando zancadas delante del mostrador frontal en dirección a la puerta de la enfermería. La señora Cope, la recepcionista de rostro rubicundo, corrió delante de él para mantener la puerta abierta. La atónita enfermera, una dulce abuelita, levantó los ojos de la novela que leía mientras Jungkook me llevaba en volandas dentro de la habitación y me depositaba con suavidad encima del crujiente papel que cubría el colchón de vinilo marrón del único catre.

Luego se colocó contra la pared, tan lejos como lo permitía la angosta habitación, con los ojos brillantes, excitados.

—Ha sufrido un leve desmayo —tranquilizó a la sobresaltada enfermera— En Biología están haciendo la prueba del Rh.

La enfermera asintió sabiamente.

—Siempre le ocurre a alguien.

Jungkook se rió con disimulo.

—Quédate tendido un minutito, cielo.
Se pasará.

—Lo sé —dije con un suspiro. Las náuseas ya empezaban a remitir.

— ¿Te sucede muy a menudo? —preguntó ella.

—A veces —admití. Jungkook tosió para ocultar otra carcajada.

—Puedes regresar a clase —le dijo la enfermera.

—Se supone que me tengo que quedar con el —le contestó con aquel tono suyo tan autoritario que la enfermera, aunque frunció los labios, no discutió más.

—Voy a traerte un poco de hielo para la frente, cariño —me dijo, y luego salió bulliciosamente de la habitación.

—Tenías razón —me quejé, dejando que mis ojos se cerraran.

—Suelo tenerla, ¿sobre qué tema en particular en esta ocasión?

—Hacer novillos es saludable.

Respiré de forma acompasada.

—Ahí fuera hubo un momento en que me asustaste —admitió después de hacer una pausa. La voz sonaba como si confesara una humillante debilidad— Creí que Newton arrastraba tu cadáver para enterrarlo en los bosques.

—Ja, ja.

Continué con los ojos cerrados, pero cada vez me encontraba más entonado.

—Lo cierto es que he visto cadáveres con mejor aspecto. Me preocupaba que tuviera que vengar tu asesinato.

—Pobre Mike. Apuesto a que se ha enfadado.

—Me aborrece por completo —dijo Jungkook jovialmente.

—No lo puedes saber —disentí, pero de repente me pregunté si a lo mejor sí que podía.

—Vi su rostro... Te lo aseguro.

— ¿Cómo es que me viste? Creí que te habías ido.

Ya me encontraba prácticamente recuperado. Las náuseas se hubieran pasado con mayor rapidez de haber comido algo durante el almuerzo, aunque, por otra parte, tal vez era
afortunado por haber tenido el estómago vacío.

—Estaba en mi coche escuchando un CD.

Aquella respuesta tan sencilla me sorprendió. Oí la puerta y abrí los ojos para ver a la enfermera con una compresa fría en la mano.

—Aquí tienes, cariño —la colocó sobre mi frente y añadió— Tienes mejor aspecto.

—Creo que ya estoy bien —dije mientras me incorporaba lentamente.

Me pitaban un poco los oídos, pero no tenía mareos. Las paredes de color menta no daban vueltas. Pude ver que me iba a obligar a acostarme de nuevo, pero en ese preciso momento la puerta se abrió y la señora Cope se golpeó la cabeza contra la misma.

—Ahí viene otro —avisó.

Me bajé de un salto para dejar libre el camastro para el siguiente inválido. Devolví la compresa a la enfermera.

—Tome, ya no la necesito.

Entonces, Mike cruzó la puerta tambaleándose. Ahora sostenía a Lee Stephens, otro chico de nuestra clase de Biología, que tenía el rostro amarillento. Jungkook y yo retrocedimos hacia la pared para hacerles sitio.

—Oh, no —murmuró Jungkook— Vamonos fuera de aquí, Tae.

Aturdido, le busqué con la mirada.

—Confía en mí... Vamos.

Di media vuelta y me aferré a la puerta antes de que se cerrara para salir disparado de la enfermería. Sentí que Jungkook me seguía.

—Por una vez me has hecho caso.
Estaba sorprendido.

—Olí la sangre —le dije, arrugando la nariz. Lee no se ha puesto malo por ver la sangre de otros, como yo.

—La gente no puede oler la sangre —me contradijo.

—Bueno, yo sí. Eso es lo que me pone mala. Huele a óxido... y a sal.

Se me quedó mirando con una expresión insondable.

— ¿Qué? —le pregunté.

—No es nada.

Entonces, Mike cruzó la puerta, sus ojos iban de Jungkook a mí. La mirada que le dedicó a Jungkook me confirmó lo que éste me había dicho, que Mike lo aborrecía. Volvió a mirarme con gesto malhumorado.

—Tienes mejor aspecto —me acusó.

—Ocúpate de tus asuntos —volví a avisarle.

—Ya no sangra nadie más —murmuró— ¿Vas a volver a clase?

— ¿Bromeas? Tendría que dar media vuelta y volver aquí.

—Sí, supongo que sí. ¿Vas a venir este fin de semana a la playa?

Mientras hablaba, lanzó otra mirada fugaz hacia Jungkook, que se apoyaba con gesto ausente contra el desordenado mostrador, inmóvil como una estatua. Intenté que pareciera lo más amigable posible:

—Claro. Te dije que iría.

—Nos reuniremos en la tienda de mi padre a las diez.

Su mirada se posó en Jungkook otra vez, preguntándose si no estaría dando demasiada información. Su lenguaje corporal evidenciaba que no era una invitación abierta.

—Allí estaré —prometí.

—Entonces, te veré en clase de gimnasia —dijo, dirigiéndose con inseguridad hacia la puerta.

—Hasta la vista —repliqué.















Crepúsculo [Kookv]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora