CAPITULO 5

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Entregué el comprobante al profesor, un hombre alto y calvo al que la placa que descansaba sobre su escritorio lo identificaba como Sr. Masón. Se quedó mirándome embobado al ver mi nombre, pero no me dedicó ninguna palabra de aliento, y yo, por
supuesto, me puse colorado como un tomate.

Pero al menos me envió a un pupitre vacío alfondo de la clase sin presentarme al resto de los compañeros. A éstos les resultaba difícil mirarme al estar sentado en la última fila, pero se las arreglaron para conseguirlo. Mantuve la
vista clavada en la lista de lecturas que me había entregado el profesor. Era bastante básica: Bronté, Shakespeare, Chaucer, Faulkner.

Los había leído a todos, lo cual era cómodo... y aburrido. Me pregunté si mi madre me enviaría la carpeta con los antiguos trabajos de clase o
si creería que la estaba engañando. Recreé nuestra discusión mientras el profesor continuaba con su perorata.Cuando sonó el zumbido casi nasal del timbre, un chico flacucho, con acné y pelo grasiento, se ladeó desde un pupitre al otro lado del pasillo para hablar conmigo.

-Tú eres Kim Taehyung, ¿verdad?

Parecía demasiado amable, el típico miembro de un club de ajedrez.

-Tae -le corregí. En un radio de tres sillas, todos se volvieron para mirarme.

- ¿Dónde tienes la siguiente clase? -preguntó. Tuve que comprobarlo con el programa que tenía en la mochila.

- Eh... Historia, con Jefferson, en el edificio seis.

Mirase donde mirase, había ojos curiosos por doquier.

-Voy al edificio cuatro, podría mostrarte el camino -demasiado amable, sin duda-Me llamo Eric -añadió.

Sonreí con timidez.

-Gracias.

Recogimos nuestros abrigos y nos adentramos en la lluvia, que caía con más fuerza.

Hubiera jurado que varias personas nos seguían lo bastante cerca para escuchar a hurtadillas.

Esperaba no estar volviéndome paranoico.

-Bueno, es muy distinto de Phoenix, ¿eh? -preguntó.

-Mucho.

-Allí no llueve a menudo, ¿verdad?

-Tres o cuatro veces al año.

-Vaya, no me lo puedo ni imaginar.

-Hace mucho sol -le expliqué.

-No se te ve muy bronceado.

-Es la sangre albina de mi madre.

Me miró con aprensión. Suspiré. No parecía que las nubes y el sentido del humor encajaran demasiado bien. Después de estar varios meses aquí, habría olvidado cómo emplear el sarcasmo.

Pasamos junto a la cafetería de camino hacia los edificios de la zona sur, cerca del gimnasio. Eric me acompañó hasta la puerta, aunque la podía identificar perfectamente.

-En fin, suerte -dijo cuando rocé el picaporte-. Tal vez coincidamos en alguna otra clase.

Parecía esperanzado. Le dediqué una sonrisa que no comprometía a nada y entré.

El resto de la mañana transcurrió de forma similar. Mi profesor de Trigonometría, el señor Varner, a quien habría odiado de todos modos por la asignatura que enseñaba, fue el
único que me obligó a permanecer delante de toda la clase para presentarme a mis compañeros.

Balbuceé, me sonrojé y tropecé con mis propias botas al volver a mi pupitre.

Después de dos clases, empecé a reconocer varias caras en cada asignatura. Siempre había alguien con más coraje que los demás que se presentaba y me preguntaba si me gustaba Forks.

Procuré actuar con diplomacia, pero por lo general mentí mucho. Al menos, no necesité el plano.

Una chica se sentó a mi lado tanto en clase de Trigonometría como de español, y me acompañó a la cafetería para almorzar. Era muy pequeña, varios centímetros por debajo de mi
uno sesenta, pero casi alcanzaba mi estatura gracias a su oscura melena de rizos alborotados.

No me acordaba de su nombre, por lo que me limité a sonreír mientras parloteaba sobre los profesores y las clases. Tampoco intenté comprenderlo todo.

Nos sentamos al final de una larga mesa con varias de sus amigas a quienes me presentó. Se me olvidaron los nombres de todas en cuanto los pronunció. Parecían orgullosas por tener el coraje de hablar conmigo.

El chico de la clase de Lengua y Literatura, Eric, me saludó desde el otro lado de la sala.

Y allí estaba, sentado en el comedor, intentando entablar conversación con siete desconocidas llenas de curiosidad, cuando los vi por primera vez.

Se sentaban en un rincón de la cafetería, en la otra punta de donde yo me encontraba.

Eran cinco.

No conversaban ni comían pese a que todos tenían delante una bandeja de
comida. No me miraban de forma estúpida como casi todos los demás, por lo que no había peligro: podía estudiarlos sin temor a encontrarme con un par de ojos excesivamente interesados. Pero no fue eso lo que atrajo mi atención.

No se parecían lo más mínimo a ningún otro estudiante. De los cuatro chicos, uno era fuerte, tan musculoso que parecía un verdadero levantador de pesas, y de pelo oscuro y rizado. Otro, más alto y delgado, era igualmente musculoso y tenía el cabello del color de la miel. El último era desgarbado, menos corpulento, y llevaba despeinado el pelo castaño dorado. El chico bajo tenía aspecto de duendecillo de facciones finas, un fideo. Si pelo corto era rebelde con cada punta señalando en una dirección, y de un negro intenso.

Los últimos dos tenían un aspecto más juvenil que los otros dos, que podrían estar en la universidad o incluso ser profesores aquí en vez de estudiantes.

La chica era un polo opuesto. Era alta era escultural. Tenía una figurapreciosa, del tipo que se ve en la portada del número dedicado a trajes de baño de la revistaSports Illustrated, y con el que todas las chicas pierden buena parte de su autoestima sólo porestar cerca. Su pelo rubio caía en cascada hasta la mitad de la espalda.

Crepúsculo [Kookv]Where stories live. Discover now