CAPITULO 43

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[N. del T.] Objeto consistente en un círculo del que penden plumas
en cuyo centro hay una red; se cuelga en la pared de los dormitorios, ya
que, según la tradición de los indios ojibwa, atrapa las pesadillas de los
niños dormidos.


Ni siquiera entré. Desde fuera vi a una mujer de cincuenta años con una melenagris que le caía sobre la espalda. Lucía un vestido de los años sesenta y sonreía cordialmentedetrás de un mostrador. Decidí que era una conversación que me podía evitar. Tenía que haberuna librería normal en la ciudad.


Anduve entre las calles, llenas por el tráfico propio del final de la jornada laboral, con laesperanza de dirigirme hacia el centro. Caminaba sin saber adonde iba porque luchaba contra
la desesperación, intentaba no pensar en él con todas mis fuerzas y, por encima de todo,pretendía acabar con mis esperanzas para el viaje del sábado, temiendo una decepción aún
más dolorosa que el resto.

Cuando alcé los ojos y vi un Volvo plateado aparcado en la calletodo se me vino encima. Vampiro estúpido y voluble, pensé.Avancé pisando fuerte en dirección sur, hacia algunas tiendas de escaparates deapariencia prometedora, pero cuando llegué al lugar, sólo se trataba de un establecimiento dereparaciones y otro que estaba desocupado.

Aún me quedaba mucho tiempo para ir en buscade Jess y Ji Hee, y necesitaba recuperar el ánimo antes de reunirme con ellas. Después demesarme los cabellos un par de veces al tiempo que suspiraba profundamente, continué paradoblar la esquina.Al cruzar otra calle comencé a darme cuenta de que iba en la dirección equivocada. Los
pocos viandantes que había visto se dirigían hacia el norte y la mayoría de los edificios de lazona parecían almacenes.

Decidí dirigirme al este en la siguiente esquina y luego dar la vueltadetrás de unos bloques de edificios para probar suerte en otra calle y regresar al paseomarítimo.Un grupo de cuatro hombres doblaron la esquina a la que me dirigía. Yo vestía demanera demasiado informal para ser alguien que volvía a casa después de la oficina, peroellos iban demasiado sucios para ser turistas. Me percaté de que no debían de tener muchosmás años que yo conforme se fueron aproximando.

Iban bromeando entre ellos en voz alta,riéndose escandalosamente y dándose codazos unos a otros. Salí pitando lo más lejos posible de la parte interior de la acera para dejarles vía libre, caminé rápidamente mirando hacia laesquina, detrás de ellos.


— ¡Eh, ahí! —dijo uno al pasar.


Debía de estar refiriéndose a mí, ya que no había nadie más por los alrededores. Alcé lavista de inmediato. Dos de ellos se habían detenido y los otros habían disminuido el paso. Elmás próximo, un tipo corpulento, de cabello oscuro y poco más de veinte años, era el que
parecía haber hablado. Llevaba una camisa de franela abierta sobre una camiseta sucia, unosvaqueros con desgarrones y sandalias. Avanzó medio paso hacia mí.


— ¡Pero bueno! —murmuré de forma instintivo.


Entonces desvié la vista y caminé más rápido hacia la esquina. Les podía oír reírseestrepitosamente detrás de mí.


— ¡Eh, espera! —gritó uno de ellos a mis espaldas, pero mantuve la cabeza gacha ydoblé la esquina con un suspiro de alivio. Aún les oía reírse ahogadamente a mis espaldas.

Crepúsculo [Kookv]Where stories live. Discover now