HORA NUEVE

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—¿Hoy tampoco quiere levantarse de la cama?

—Discúlpeme, no puedo moverme.

—Tuvimos que subirle la dosis. ¿Se acuerda usted de lo que hizo?

—Sí, cerré la ventana.

—¡Llenó el cristal con sus excrementos! ¡A las tres de la mañana!

—Necesitaba dejar de verlo.

—Dejar de ver a quién.

—A un viejo amigo. Sé que él no es real. Él desapareció, como tantos otros. Ahora se para todas las noches en mi ventana para molestarme.

—Entiendo. ¿Qué tipo de cosas le dice este amigo?

—Cosas horribles. Me grita y me insulta. Y lo peor es que... sé que no está realmente ahí, pero no puedo dejar de verlo y escucharlo. Me grita que les he fallado, que no merezco seguir aquí, que debería lastimarme a mí mismo... y cosas aún peores.

—¿Has hablado de esto con alguien más? ¿Lo has comentado con el psicólogo?

—No... No quiero que piensen... que he perdido la cabeza.

Hora VeintitrésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora