Hora Veintitrés

Capítulo 10 - Sólo estamos tú y yo

Los sábados el Banco Alighieri cerraba. Así que mamá y papá podían trabajar en lo suyo mucho más rápido, sin nadie que los molestara.

—¡Eh! ¡Linda! Ven aquí fuera un momento.

—¿Qué pasa Julen? Estoy terminando el último baño.

—Deja la fregona y sal, porfa.

Linda hizo caso a la voz de su marido, apoyó el palo en el cajetín del papel higiénico y dobló la esquina del baño de señoras.

El chorro de un cubo de agua impactó de lleno contra su maquillaje, mojándola por completo. La voz salió huyendo con el cubo entre las manos.

—¡Ahora sí que estamos en paz! Soltó él mientras corría a refugiarse por el pasillo de las oficinas—. ¡Esta por la del sábado pasado!

—¡Payaso! ¡Ahora sí que te vas a enterar! —gritó ella, con todo el pelo mojado en la cara, sin poder aguantar la carcajada del final. Volvió dando saltitos a por su cubo, lo vació y lo llenó de nuevo con más agua del grifo.

Él jugaba con ventaja. Aquel sábado no había ninguna chapuza más que reparar en las inmediaciones del Banco Aliguieri, y en cambio a ella aún le faltaban por limpiar tres baños y una planta entera de despachos antes de la hora de la comida.

Sin hacer mucho ruido, Linda se quitó los zapatos y los dejó apartados junto a un florero. Se acercó ahora a una esquina y vio cómo su presa se arrastraba sobre las rodillas al otro lado del pasillo, bordeando el despacho del jefe.  Ella cruzó al otro lado sin ser vista, a la zona de ascensores, y bajó una planta.

—¡NO!

Julen la esperaba al otro lado del ascensor con más agua entre sus brazos.

—Has caído en mi trampa —soltó él, en calzoncillos y sin zapatos, mientras arrojaba un nuevo cubo contra sus pestañas—. Dos a cero muñeca.

Julen dejó que Linda lo bañara a él también con su cubo, y resopló sonriente para mojar a su chica traviesa. Se secó el pelo de una sacudida, y la empujó hacia adentro contra el espejo del ascensor.

Se fundieron en un beso, y las puertas se cerraron.