Por mi honor

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–¿Estás bien? —Preguntó el joven de cabello marrón sentándose en aquellas hierbas—

Minerva desvío su perdida mirada hacía el joven, notando aquellos marrones cabello y sus ahora sucias ropas espero que tomara asiento, recientemente habían acabado una muy extraña aventura como era costumbre, a pesar de las extrañas experiencias vividas no podía aún no sorprenderse de ver a él mismísimo heredero, sentado a su lado ahora, un podfur y un príncipe, lucia tan irreal, tan confuso.

–Estoy bien, estoy tranquila, debemos emprender viaje pronto, no hay tiempo para descansar, debemos matar al rey...perdón, tu padre.

El joven bajo la cabeza ante el comentario, Minerva lo vio creyendo que aquellas palabras tal vez podrían ofenderlo, fue reconfortante cuando lo vio nuevamente girar a verla con una sonrisa discreta.

–No pidas perdón, reconozco que tal vez mi padre no es la mejor persona.

Minerva vio a el joven atentamente, estando ahí los dos sentados a la orilla de aquella laguna, viendo como lentamente el sol dejaba de esconderse en aquella montañas puntiagudas, esparciendo calidez en su piel y corazones.
Robert giró viendo algunas florecillas, tomo una pequeña flor de pétalos azules y la extendió hacia Minerva que la tomó en sus manos volviéndola cenizas.

–¿Algún día podrás aceptar una flor que yo te entregue? —Le preguntó—

–¿Por qué debería aceptar una flor de mi enemigo?

El joven se tomó unos segundos para pensar, Minerva notó como él buscaba las palabras perfectas, fue algo gracioso para ella verlo tan concentrado.

–Minerva, si soy tu enemigo, ¿Por qué no me haces daño?

–Porque aún te necesito con vida.

Minerva se sorprendió con sus palabras, realmente no pensó decir eso, ella se refería a que necesitaba a él joven con vida para cumplir su objetivo pero al notar como sus palabras podrían interpretarse se quedó en silencio.

–Sabes, no te mentí Minerva, acerca de lo que dije. —Interrumpió Robert levantando su mirada a ella— Eres realmente hermosa, admito que me asusto que aparecieras en mi ventana y me obligaras a hacer esto...pero, siento que es un obsequio poder estar a tu lado.

–¿Por qué? —Le cuestionó—

–No tengo idea. —Mintió descaradamente— Ver como te sinceraste conmigo en aquella celda, no eres lo que todos dicen, no eres un monstruo como dicen.

Minerva se esforzó en vano, una sonrisa se plasmó en su rostro, bajó la cabeza con vergüenza para de inmediato sentir como la mano de Robert se ponía en contacto con su piel, él hizo que nuevamente Minerva lo viera a sus verdes ojos, probablemente era la primera vez que Minerva recibía un alago de ese nivel sin una segunda intención, eso le dio un golpe de vulnerabilidad.

–Tu sonrisa es como ver una estrella.

Minerva nuevamente sonrió pero mostrando confusión inclinando su cabeza, sentía el palpitar de su corazón, la brisa acariciaba su rostro, el sonido relajante de la laguna.

–Y a mi honestamente, me encantan las estrellas. —Finalizó Robert con una sonrisa—

El joven nuevamente tomó una flor del césped, esta la acercó a Minerva que retrocedió viéndola mejor, Minerva acercó su mano lentamente a la flor, Robert esperaba las cenizas, cerró sus ojos, no sintió como la arena escurría, en cambió abrió sus ojos viendo a Minerva observar aquella flor, en sus manos.
Minerva hizo aquella flor levitar, extendió su brazo en dirección a la cristalina laguna, la flor se hundió en la laguna, Robert vio atentamente como el agua se movía, se aquella laguna, con rapidez, un fuerte y bello roble broto.
El joven vio como sus hojas verdes relucían, algunas flores crecían de sus ramas, algunas libélulas incluso salían, todo bajó el control de la joven.

Enemy kingdomWhere stories live. Discover now