No quiero herirte

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Oculto en dentro de una montaña, la espada de los dioses esta esperando ser tomada por un ser digno, hecha por los mejores herreros ordinarios y podfurs, la leyenda decía que quien logrará tomar la espada tendría que ser tan digno como para aguantar portar el poder del espíritu sagrado.

–Iremos por la espada entonces, alisten sus cosas, partimos en una hora.—Dijo Robert mientras se alejaba de la mesa donde un gran mapa mostraba gran parte del reino—

–Me alegra haber ayudado en algo con mi conocimiento—Dijo Aldara mientras cerraba el mapa— Tengan cuidado, la zona a la que entraran estará llena de ladrones, ya sea podfurs o tal vez ordinarios.

Robert no perdió más el tiempo y se dispuso a caminar hacia su alcoba real, ahora estaba algo mas tenso que de costumbre, el rey sabia que Minerva seguía viva y lo buscaba así que era mucho mas frecuente verlo merodeando el castillo con más de 3 caballeros reales cuidándole la espalda.
A penas Robert llegó a su habitación Minerva apareció en esta con rapidez.

–¿Pasa algo?—Preguntó Minerva—

–Estoy un poco nervioso, mi padre siempre trato de darme lo mejor y le pagaré matándolo.

La joven al instante cambió su expresión sintiendo algo de empatía por él, se acerco a el príncipe y puso su mano en la mejilla del joven, éste se sintió un poco mejor, como si ella le transmitiera algún tipo de alivio.

–Matarlo es la única razón por la que sigo aquí, pero si eso significa que me odies solo déjame destronarlo.—Dijo ella—

–Solo espero que esto termine, podrás dejar de esconderte, todo esto es por ti, no me iré de tu lado...

Robert levanto su mano para tocar la mano de Minerva sobre su mejilla. La joven sintió la mano de Robert sobre la de ella pero inmediatamente su cabeza se nubló, un mínimo tacto de él la hizo comenzar a tener un fuerte dolor de cabeza, varias imágenes recorrían su mente como si gritaran. La voz de la madre de Robert fue lo último que escucho en esa visión diciendo.

No estás destinada a la felicidad solo a perderlo todo.

Minerva retiro su mano alejando la de Robert mientras respiraba agitada y su expresión era confusa y asustada.

–¿Pasa algo?—Preguntó Robert mientras trataba de acercarse—

–No, sólo– iré por mis cosas, debemos partir.

Minerva se fue rápidamente dejando algo confundido a Robert, tenía tantas ganas de vomitar, lo que vio solo eran visiones de lo que se acercaba, recordar las palabras de la reina le hacía pensar que tener a Robert cerca solo lo acercaría al peligro, no deseaba perderlo, no creía poder soportar algo así, se prometió a si misma hacer algo al respecto, no importaba si debía apartarlo hiriéndolo, debía cuidarlo.

Robert bajó las escaleras, llegó al trono real, lo vio fijamente unos minutos, pronto sería suyo, parecía un niño observando sentado frente a algo tan poderoso, el trono real, cubierto de oro y joyas, a su lado un trono parecido perteneciente a su madre, con joyas tan delicadas y perfectas.

–Te extrañaré.—Dijo la reina detrás del príncipe—

–Yo también, la misión durara unos cuantos días... cuando vuelva sera con tropas, listos para tomar el trono, tu podrás descansar de esta guerra.

La mujer vio a Robert con algo de nostalgia, se mordió la lengua resistiendo ganas de llorar, había algo que Robert desconocía aún.

–No hijo, yo te extrañare.—Repitió ella extendiendo sus brazos— Cuando vuelvas y seas rey promete ser el mismo joven amable y tan bueno con los demás.—Las lágrimas cayeron por sus mejillas—

Enemy kingdomWhere stories live. Discover now