Un perdón que llegó tarde

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El incómodo silencio en aquella casa manteniendo tenso el ambiente solo empeoraba la situación, en el suelo, sentado como un pequeño niño, llorando desconsoladamente.
Arturh, el joven más dulce y paciente, convertido en una persona amarga y enojada, pero ¿Con él mismo?
Veía sus manos cubiertas de la sangre de Baltazar, su llanto desconsolado y su voz rota era lo único que se escuchaba.

Su cuerpo se sentía mas pesado, sus mejillas estaban rojas, sus ojos hinchados por el llanto, la única persona que lo calmaría estaba muerta.

–¿Por qué? Esto no es justo...no tuve, no tuve tiempo para perdonarlo, para decirle que era yo quien lo sentía...¡¿POR QUÉ?!—Gritó entre lagrimas con su voz rota y sus manos en la cabeza—

–Arturh...perdón...—Dijo Elenor en lágrimas, deseaba decir más, pero no tenía palabras, era como ver a un pequeño niño—

–No...la culpa es mía, fui un maldito orgulloso, la persona que más dio en protegerme, en cuidarme, cometió un error, ¡CREYENDO QUE YO ERA PERFECTO LO ODIE, LO HICE SENTIR LA PEOR PERSONA Y AÚN ASI ME PROTEGIO!

El rubio se puso de pie, caminó hasta Elenor con rapidez, aunque su estado era muy vulnerable, provocó algo de miedo en la pelirroja, Nicolás se interpuso, quedando frente a el joven que al verlo se sintió un poco intimidado.

–Solo quiero...abrazarlo, quiero que me diga que todo estará bien, que soy su hijo, ¡SOY SU MALDITO HIJO!

Las lágrimas que salían de sus ojos se sentían como si quemaran sus ojos, su vista se nubló, Nicolás estaba algo sorprendido de ver a el rubio en ese estado.
Arturh lloró con más fuerza, cerrando sus ojos, encorvando su espalda, el cielo despejado se volvió gris, una tormenta se acercaba, el sonido de los truenos aumentaba.

–¡MALDITA SEA, NADA DE ESTO PASARÍA SI TAN SOLO NO HUBIERAN ENCERRADO A MINERVA, MI PADRE ESTARÍA VIVO!—Exclamó Arturh mientras le daba la espalda a Nicolás y Elenor—

Elenor llevó sus manos a su boca, esas palabras la hirieron un poco, entre lagrimas vio al rubio, la culpa la invadía intensamente, tenía razón.

Nuevamente el joven de ojos como el cielo dio vueltas en la habitación mientras su cabeza daba vueltas.
Dejo de llorar luego de algunas horas, era silencio total, una idea llegó a él, secó sus lágrimas rápidamente, tomo su arco y flechas, se preparo para salir de la habitación rápidamente pero Nicolás se paró bloqueando la salida.

–Muévete ahora.—Dijo Arturh—

–Se lo que estás sintiendo Arturh, también lo e sentido pero debes de calmarte, no uses tu corazón ahora, usa la cabeza.

El caballero puso sus manos sobre los hombros de Arturh, el rubio sintió aquel peso, realmente estaba enojado, quería matar a quien tenía la culpa.

–Bien...no usaré la puerta.—Dijo el rubio tranquilamente—

Se dio media vuelta, cerró sus ojos con fuerza, las nubes grises rodearon la casa, a penas abrió sus ojos era posible ver aquella electricidad recorriendo su cuerpo.
Un rayo, cayó sobre la casa, un agujero se formó en el techo, de inmediato el rubio con ayuda de la fuerte brisa que ingresó salió de la casa.

–Buen trabajo, hiciste que ahora tengamos un agujero en el techo, maldita sea.—Dijo Elenor mientras veía a el rubio irse—

Arturh sentía la ira en sus venas, mientras sentía el viento llevándolo, no estaba pensando claramente, iba a matar a esa mujer, deseaba ver la sangre correr por el suelo, verla suplicar, no pensó en que eso simplemente no regresaría a Baltazar.

La reina, Minerva, entre suspiros y lamentos conocía que debía mantenerse calmada, si perdía control de ella misma nuevamente podría ser un caos, más muerte y más peligro.
Cuando notó aquellas nubes grises en el cielo supo al instante quién era el causante.
A pesar del inmenso poder de Minerva, suficiente para matar a todo un pueblo en un parpadeo caminaba por los pasillos acompañada con dos guardias unos metros por delante y dos atrás.

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